A veces pensaba que cada expresión era un logro.
Que cada tonto hola era un tesoro.
Porque nada más ver hacia el frente, cerraba la boca y se iba volando directamente hacia su mundo.
Y se quedaba ahí presente... pero ausente.A veces pensaba que sus palabras eran como monedas de oro.
¿Quién podría conseguir más que unas cuántas?
¿Quién sería el afortunado o la afortunada que lograse sacarle más de cinco palabras?
¿Más de un monosílabo?Había momentos en los que me decía que no necesitaba que me dirigiera la palabra, que no me importaba si pasaba de mí; que si sabía que me había notado y no me hablaba, podría sobrevivir.
Pero quería lo que no tenía.
Y todo en ella era un no.No necesitaba que me hablara pero, aún así, quería escuchar su voz.
No necesitaba que me notara, pero añoraba la posibilidad de ver sus ojos, su color y como ellos podían atrapar cada chispa de luz.Me ignoraba, éso sí.
Y yo lo sabía muy bien.
Pero me hacía el otro.No me importa, no me importa, un día la voy a olvidar; me decía, siempre.
Que no me importe, total ella es un jamás; repetía fielmente.Pero después pasaba lo que no queria que pase, lo que añoraba pero no necesitaba, lo que buscaba y que a veces no obtenía; lo que quería y que a veces rechazaba.
Sus ojos.
Su voz.
Su calidez y su sonrisa franca e infantil.Ah; pasaba lo que quería y no quería que pase.
Y mis susurros frustrados, mis gestos robados, mis miradas distantes y mis sonrisas de arte se resumian en un gran vaivén.
Un vaivén mortal, cálido e imperfecto que me llevaba directo a un cielo de cristal en dónde los cuentos eran vidas aladas y los angeles existían en sólo un cielo de arte.
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Coraticum
Poetry"Palabras de un corazón inconsciente". Le informo que soy como una hoja de papel. Ando en blanco, sin tinta ni lápiz; no hablo.