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3 de enero, 2015

Charlotte

Gruñí en voz baja al sentir que los rayos de sol estaban directamente sobre mis ojos. Demonios, quizás olvide abrir las cortinas de la estúpida ventana. Sintiendo mi mal humor salir, me volteé para colocarme boca abajo eliminando aquella molestia sobre mi rostro y poder seguir durmiendo.

Quise golpear y destruir todo lo que tenía a mi alrededor en el momento en que sentí una fuerte punzada en mi sien y que se expandía por toda mi cabeza. Patalee, no podría seguir durmiendo si no hacía algo con la resaca que amenazaba en matarme.

Bufe, quizás no era mala idea que aquello sucediera. Después de todo, ya nada tiene sentido. Sonreí cínicamente, mi muerte no estaba tan lejana como la resaca que estaba torturándome.

Traté de recordar algo de lo que hice la noche anterior, pero ningún recuerdo venía a mi. Todo parecía tan borroso que ni siquiera sabía cómo demonios había llegado a casa. Quizás las mierdas que me estaba metiendo y el alcohol se fueron al siguiente nivel que mi memoria estaba en blanco.

Suspire y froté mi frente con la yema de mis dedos, no es momento para sumergirme en mis recuerdos. Cualquier cosa que me hubiera metido anoche no hacía gran diferencia en la vida de mierda que tenía. Con tal de que no apareciera ningún intruso a mi lado cuando me despertara, todo bien.

Coloque mis manos en la parte inferior de mi cuello para poder aliviar un poco el dolor de cabeza, pero no servía de nada. Podía sentir como mi cabeza estallaría en cualquier momento.

Demonios.

Sin abrir los ojos hasta el momento me arrastre sobre la cama para poder sentarme en el borde de esta. Me sentía agotada, no sabía cuántas horas había dormido, pero eran pocas.  No podía pegar el ojo de nuevo, tenía que buscar pastillas urgentemente si quería aliviar el tormentoso dolor.

Me relamí los labios sintiendo resecos los mismos. Poco a poco fui abriendo los ojos, acostumbrándome a la claridad. A la luz del día. Volví a bostezar una vez más observando un punto fijo cuando de repente un fuerte ruido me sobresaltó.

¿Qué mierda?

Torpemente salí de la cama observando todo a mi alrededor. Hice una mueca de pesadez mirando todos los objetos extraños de la habitación. Está más que claro que esta habitación no era mía o alguna de mi casa. Trague saliva buscando algo conocido, pero nada. No había ninguna cosa que me fuera familiar.

Peine mi cabello hacia atrás histérica ¿Dónde demonios estaba?

Jamás, en ninguna de mis borracheras o en solo mi consumo de drogas en estos casi dos años había terminado dormida en una casa que no era de mis padres o de mi primo. Quise ponerme a gritar cuando detalle que mi ropa es diferente a la que tenía puesta antes de salir. Solo tenía puesta una camiseta que suponía que era de hombre porque me quedaba -bastante- grande y me llegaba por debajo de los muslos.

Maldije por lo bajo por no recordar nada de la noche anterior.

Quizás, solo quizás tendría que frenar un poco mi autodestrucción.

Antes de seguir alarmando busque algo con que defenderme. No sabía dónde estaba o con quien. Necesitaba estar preparada para cualquier situación que pudiera llegar. Aunque bueno, esto parecía todo menos un secuestro. No estaba con alguna mordaza o metida en un sótano. Cerré los ojos, no bajaría la guardia hasta constatar que el lugar fuera seguro. Encontré un bate en la parte de atrás del escritorio y la suerte no me había abandonado cuando sentí que era de metal.

Con el corazón acelerado abrí la puerta con sigilo, necesitaba irme lo más rápido posible de aquí, pero algo me detuvo abruptamente. Solté un grito ahogado cuando vi a un chico en la entrada de esta.

Tormenta Black #1 Cristal RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora