IV

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8 de mayo, 2015

Charlotte


Sintiendo como algunas hojas de los árboles caían encima de mí, seguí caminando sin prisa hasta que encontré una pequeña banca de piedra debajo de uno de los árboles más frondosos del parque. Cerré los ojos envolviéndome con el silencio que me ofrecía el lugar.

A pesar de que aún no es tan tarde, solo había pocas personas que podían contar con mi mano. Sin duda alguna, a cada lugar que iba la oscuridad es la única compañía que nunca me fallaba. La que nunca se separaría de mí hasta el día de mi muerte. Las farolas de luz estaban alejadas de donde me encontraba sentada, casi no se podía visualizar nada a mi alrededor logrando que fuera una presa fácil para alguien que quiera hacerme daño. Realmente no tenía miedo de que me pudieran atracar, podía defenderme.

Si alguien se atrevía a tocarme una sola hebra de cabello, yo podría destruirlo en cuestión de segundos. Lo sabía hacer muy bien. No por nada sabía boxear como una profesional, aunque eso está en el pasado.

El ring de boxeo está en el pasado como todo lo demás.

Saqué mi celular del bolsillo de mi sudadera, son apenas las nueve de la noche. Se me hacía tan extraño estar en mis cabales sin una gota de alcohol pasando por mis venas o con un poco de cannabis. Supongo que estaba llegando al punto de solo necesitar estar sola perdiéndome en la oscuridad, regodeándome de mi propia miseria.

Pero a pesar de no estar perdiéndome en los vicios, no quería ni deseo llegar a dormir al departamento de mi primo que veía solo pocas horas. No quería que se hicieran falsas esperanzas de que mi queriendo volver a ser alguien que fui en el pasado, porque eso nunca sucederá.

Todo cambió, todo jodidamente se fue al carajo para nunca volver.

Ya no somos las mismas personas, ya no tenemos los mismos sentimientos. Lo único que queda es el dolor que hay por haberlo perdido.

Las veces que llegaba antes de que amaneciera me emborrachaba hasta que no podía caminar sin caerme. Soy un caso perdido como todos lo pensaban y nada lo iba a cambiar.

-Cada día te ocultas mejor. -resonó una voz conocida cerca de mí haciéndome sobresaltar. Abrí los ojos mirándolo con el ceño fruncido por haber interrumpido mi momento de armonía. -No me mires así, traje comida. -se mofo enseñando algunas fundas de comida china que tenía en las manos.

-Sabes que no es necesario que hagas eso -murmuré mirándolo sentarse a mi lado. Él se encogió de hombros como si no le importara lo que había dicho.

Me tendió una de las fundas de comida china. Como ya sabía como terminaría si me ponía a refutar lo que decía, comencé a comer en silencio junto a él.

En estos últimos meses desde que lo conocí ha sido un poco diferente mi día a día. Se que no soy una de las mejores personas, bien podría decirse que soy una paria que solo busca joderse con el alcohol y las drogas, pero a pesar de todo él ha estado conmigo sin obligarme hacer algo que no quería. Sin mirarme con lástima o diciéndome que entendía mi situación, que comprendía mi dolor.

James ha sido tan bueno que no sabía cómo devolver de alguna manera todo lo que ha hecho conmigo. Que a su manera me está cuidando, alimentando y protegiendo de mis malos momentos.

Sus espontaneidad, del cómo percibe a la vida buscando siempre su lado bueno. El como trata de mejorar cada día sin dejar a nadie atrás lo hace ser una de las personas que respeto y me enorgullece poder llamarlo amigo.

Tormenta Black #1 Cristal RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora