Capitulo 38: Ella

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Narra Quino

Estaba tumbado en el sofá color crema del despacho, justo arriba de la barra, tomando un ron con hielo, cuando vi a la despampanante rubia entrar en la discoteca. Su mirada buscaba a alguien y cuando vio a Fabiola y esta le señalo a la parte de arriba… se poso en mí. La vi caminar con holgura a las escaleras y no sé porque, pero me puse tan nervioso que el vaso se me vertió en la camisa blanca produciendo una mancha de considerables dimensiones. Me estaba limpiando cuando la puerta se abrió de golpe.

—Dime a que ha venido tu llamada

Me la quede mirando. Joder, como estaba la niña, si es que me afectaba de cualquier forma que estuviera. Sus profundas ojeras moradas dejaban ver que no había dormido en horas, su boca reseca indicaba que estaba ansiosa a la vez que nerviosa y sus manos cerradas en puños estaban listas para lo que fuera necesario. Con parsimonia me quedé a escasos centímetros de ella. Con fuerza aspiro mi aroma que ha decir verdad…era de alcohol puro y duro. Si, desde que volvimos del viaje lo único que hice fue darle a la bebida para olvidar a la jodida rubia que tenía delante de mí.

— ¿Huelo bien? —Dije dando una vuelta alrededor de ella tambaleándome como un péndulo. Cogí un mechón rubio haciendo ondas con mis dedos —Helena, Helena, Helena —Canturree

—Contéstame —Me exigió

— ¿Por qué debo hacerlo? —Dije en su oído. Mi profunda voz acaricio su piel erizándola

—Porque quiero saber a qué juegas, en el viaje me dijiste que te estabas cansando de esperar lo que es tuyo —Reí. La niña siempre daba en el clavo —Deja de reírte y dime que tramas

—Quería información —Guiñe un ojo dejándome caer en el sofá —Siéntate a mi lado, rubia

— ¡Ya basta! Dime que tramas tú y tu jefe —Resoplo. Y me reí — ¡Idiota! —Salió cerrando la puerta con un portazo.

Me quede mirando la pequeña brecha de la pared, fijo, pensativo hasta que me dormí.

Narra Helena

— ¡Dímelo! —Grité

Estaba en el despecho de Galván. Lo tenía cogido del cuello de la camisa color blanca mientras su mirada castaña fruncida con enfado me examinaba, en la mano derecha portaba un vaso ancho con hielos y menta de whisky.

— ¿Por qué debería decírtelo? —Pregunto con delicadeza —Tú ya sabes la razón Helena. Eres muy lista e intuyes las cosas.

—Quiero oírtelo —Apreté los dientes — ¡Dímelo! —Volví a gritar tirando de su camisa zarandeándolo

—Tu cuñado no me paga desde hace varios meses, el dinero se lo está dando a otros que no soy yo —Fruncí el ceño —Si, Helena. Quiero lo que es mío, ¡Yo también tengo deudas! —Sin darme cuenta cogió mis muñecas y me tiro al suelo poniéndose encima de mi —Si tengo que presionarle con su mujer, no dudare en hacerlo.

—Toca a mi hermana y…

—Y que Helena —Su mano derecha presiono mi cuello —No luches contra mí, perderás. Y lo peor no es eso, sino que los veras caer ante ti.

—Un solo pelo Galván, uno solo y todo tu entramado de droga caerá. Sabes que si caigo no lo hare sola.

Nos quedamos mirando una fracción de segundos. Su cuerpo dejo libre al mío poniéndose de pie. Se acerco al armario de vidrieras rojas y azuladas y saco una botella nueva de ron, el líquido se mezclo con los hielos y la hierbabuena, después le dio un largo trago.

Sus ojos pequeños e inexpresivos me examinaron moverme con lentitud mientras me limpiaba el inexistente polvo de mi chaqueta de cuero negro. Con tranquilidad se volvió a sentar en su sillón de cuero rojo, a continuación saco unos papeles y los puso para que los viera.

Un Disparo a mi Corazon 2: Solo Tu (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora