Capitulo 39: El Dolor de un Amigo

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Narra Galván

El coche serpenteaba por las calles abandonadas del barrio. Las casas desgastadas, con las ventanas rotas del paso del tiempo junto con puertas a medio abrir y candados rotos me hicieron estremecer. Con melancolía suspire. Ese barrio, antes uno de los mejores de la ciudad había sido arrasado por gente como yo, gente que no entendía de leyes solo de las propias. En las esquinas, resguardados entre la obscuridad, se escondían bien por miedo o bien por desconfianza, los drogadictos y camellos de poca monta que vendían mercancía barata de algún subjefe que trabajaba con un jefe superior.

Nuestro coche, un último modelo Mercedes no hacia ningún ruido con lo que los bufidos del viento eran lo único que se oía. La radio siempre encendida estaba apagada. Quino conducía en silencio mirando con atención a las calles. Su ceño estaba ligeramente fruncido y sus ojos buscaban con rapidez cualquier atisbo de movimiento  de la noche, las manos sujetaban el volante suavemente mientras que su cuerpo resplandecía por la tensión acumulada.

Le tenía cariño, para que negar lo evidente. Era uno de mis mejores hombres pero ante todo un amigo. Yo no era de mejores amigos pero a él, se le podía comparar con ello. Había estado a mi lado desde crio y siempre había acatado mis órdenes incluso dio la vida por mi…por eso estaba en deuda con él. A mi modo…ambos nos parecíamos, éramos uña y carne aunque eso no significa que con el paso del tiempo no hayamos tenido nuestras peleas.

Todavía me acuerdo de cuantas veces discutimos por Helena…ains esa chica…como cambio a mi hombre, lo volvió más persona y menos huraño y lo más importante…su corazón antes destrozado fue curado para ser amado por ella.

—En la casa se presencia movimiento. Hay luces —La radio compartida con la policía me hizo pegar un brinco —Tener cuidado

El que había hablado era el madero. Ray. Estaba cubriéndonos en una misión…una misión que debería haber sido únicamente mía, pero que Quino por cabezonería me acompañaba.

—Llegamos —Dijo mi hombre respirando hondo. Sus audaces ojos castaños se entrecerraron mirando a la casa — ¿Todavía quieres hacerlo? —Pregunto encendiéndose un cigarro

—Debo hacerlo —Dijo sacando la pistola de mi bolsillo. Conté las balas, las justas para entrar, disparar y salir

—Bien, pues vamos —Quino hizo el intento de salir pero le agarre de la chaqueta — ¿Qué haces?

—Tú te quedas aquí —El me miro incrédulo —Cúbreme las espaldas

—Desde aquí no podre —Replico

—No discutas conmigo

Y antes de que pudiera hacer nada, salí del coche. Me adentre en la noche crepuscular, el aire movía el cuello de mi camisa mientras que un escalofrió recorrió mi cuerpo.

— ¡Se puede saber qué coño haces! —Era otra vez el madero — ¿Por qué no has esperado a mi orden?

—Yo trabajo solo, Ray —Dicho esto, tire el pinganillo al suelo y lo pise destrozándolo. No quería distracciones, esto era demasiado importante para mí.

Las luces tenues y medio apagadas de la casa me hicieron descubrir que alguien dentro intentaba no llamar demasiado la atención. Sin querer pise algo y me caí haciendo ruido provocando que los inquilinos vocearan y apagaran todas la luces. ¡Mierda! Esto se ponía peor de lo que imaginaba…oí el chirriar de la puerta principal. Un tío corpulento se asomo inspeccionando la zona, yo me escurrí hasta prácticamente tumbarme en el suelo húmedo.

La ametralladora que portaba en sus manos amenazo a la noche apuntando al frente. Sin querer una rama crujió bajo mi trasero y eso alerto al corpulento que miro a mi dirección y me vio…tuve el tiempo justo para que la ráfaga de balas no me alcanzase, corrí por el sendero semi oscuro que daba a la parte baja de la casa.

Un Disparo a mi Corazon 2: Solo Tu (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora