tres.

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"¡Vamos, tengo que irme!" grité, esperando a mis dos hermanos pequeños y a mi madre, quien estaba preparando sus almuerzos (sí, y no el mío, mi madre estaba enfadada conmigo por mis interminables castigos).

"Hecho." dijo. Abrí la puerta y por fin pudimos caminar hacia la escuela.

Llegaba tarde otra vez por su culpa, y estaba cansada de eso. Al menos los castigos ya no eran tan malos ahora que me había acostumbrado, pero seguían siendo aburridos.

Caminé hacia la escuela tres minutos después de que el timbre sonara. Desde luego, me castigaron. No todos los días me castigaban, pero desde que mi padre se fue a un viaje de negocios, teníamos que ir andando a la escuela.

El día pasó rápido. Desayuné con mis amigos y, desde luego, fui al aula de castigo cuando el último timbre sonó. Abrí la puerta y... no, el chico no estaba ahí. Suspiré. Pensaba que iba a tener un compañero permanente de castigo, pero no. Empecé a dibujar cuando la puerta se abrió y el chico entró en el aula, sentándose en la misma silla de ayer, osea, en la que estaba a mi lado. Pensé que, de todos los asientos que había en la clase, quiso sentarse a mi lado de nuevo. No es que me molestara, simplemente es que le veía un chico algo reservado y desconfiado ante la gente que no conoce, ya que, de las veces que lo vi por los pasillos, él era el único que iba callado y no iba riéndose o hablando con sus amigos.

No dijo nada, así que no le saludé. Esta vez, no me miraba. En lugar de eso, estaba mirando hacia lo que yo dibujaba, la razón por la que me giré un poco para que no pudiera verlo. Empujó su silla más cerca de la mía para ver lo que estaba dibujando. La razón por la que no quería que él viera el dibujo era porque eran un par de ojos, quizá los suyos. Pero lo vio igualmente. No dijo nada sobre ello.

detention room || lee jenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora