Cap 31: Empatía

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La curiosidad de Haddadrimon era más que conocida por todos, esa misma curiosidad lo llevo a la cima, y lo mantenía allí, su afán curioso, su aire inquieto y sus ganas de averiguar lo desconocido lo mantenían firme, a pesar de los años y su avanzada edad. Siempre andaba en busca de cosas que le devolvieran la vitalidad que había perdido.

A pesar de aún seguir avanzando, progresando y demás, se sentía completamente vacío por dentro, pero el orgullo le impedía rendirse y caer, nunca le gustó que lo llamaran débil y él mismo nunca aceptaría sentirse así. Desde hace muchos años que seguía de la misma forma, y pese a todo no había cambiado, siempre fue un hombre testarudo.

Cuando estaba demasiado aburrido, más de lo usual, caminaba sin rumbo por los pasillos de su mansión, alejado de sus guardaespaldas, buscando la soledad, para simplemente pensar o para no pensar. Aunque muchas veces le invadía la necesidad de recordar… Recordar los pequeños piecitos que corrían descalzos por esos pasillos los días de verano, y destrozaban los nervios de las mucamas con sus travesuras.

Sin darse cuenta sus pies lo llevaron a un camino sin salida, al final de un pasillo. Con una sonrisa melancólica miró sin ver, un gigantesco ventanal al final del pasillo y rememoró sucesos que quisiera olvidar, pero que lastimosamente los tenía tan grabados que ya era imposible desaparecer. Con un suspiro cansado miro con desprecio en esa dirección, donde la ventana daba visual a la pista de aterrizaje de sus jets privados y reprimiendo una lágrima rebelde hizo una nota mental. Esa misma tarde mandaría a sellar esa ventana.

Estresado por los recuerdos, decidió dar un paseo por el jardín, así que dio la vuelta y regresó sobre sus pasos dirigiéndose a la salida principal. En el trayecto, se detuvo frente la gran escalinata principal que daba acceso a los niveles superiores, una escalera de mármol importado estilo colonial, como el de los cuentos clásicos, con un gran recibidor, y en el descanso intermedio, donde debía apreciarse un magnificente cuadro, había un enorme espacio vacío que Haddadrimon miro con nostalgia.

― Ya son siete años ¿Eh? ― dijo mientras miraba ese espacio vacío ― aun me cuesta aceptar lo que pasó, y me niego a ver la realidad, ― se apoyó lentamente sobre el barandal sin quitar la vista de ese lugar ― perdona si lo retiré, pero es que era muy doloroso mirarlo y recordar... Es más fácil negarlo y olvidar ― Dio la vuelta y continuó su camino al jardín.

Se dirigió al jardín trasero para distraerse un poco con la lectura de un nuevo libro, estaba caminado tranquilamente buscando un lugar de sombra, cuando oyó sin intención la conversación de las mucamas que limpiaban las hojas del ingreso al laberinto. Aburrido como estaba, se quedó un rato para escuchar los chismes de la servidumbre, nunca estaba de más un poco de información extra, además que le parecía divertido como los empleados solían exagerar las cosas. Y así fue como se enteró de los sucesos ocurridos recientemente a detalle, la versión oficial, pero claramente aumentada y mejorada a conveniencia del relator.

Ahora comprendía porque Damián estaba tan intranquilo y quería una reunión privada con el urgentemente la semana pasada, la cual él había negado por aburrimiento y por tener otras cosas más importantes que hacer. Nunca le interesó, los asuntos internos de la mansión, sabía que no era la primera vez que una mucama era violada, pero sinceramente tampoco era algo que le importara mucho, a fin de cuentas a él no lo afectaba.

Pero ese día cuando escucho lo que las criadas comentaban sobre Kali, no pudo menos que quedarse sorprendido e interesado, causándole curiosidad conocer a la dichosa defensora de los débiles. Nunca tuvo fama de cotilla, pero cuando el tema en cuestión era de su interés, no le interesaba que pensaran que era uno de ésos. Sin miramientos ni nada se dirigió directamente a las empleadas, las cuales casi mueren de un susto al saber quién los había estado espiando.

Enamorándose del demonio #BNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora