Cap 22: Memoria

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Mel se sentía cada día mejor, Sora estaba constantemente controlando su peso, pulso y de tanto en tanto le tomaba muestras de sangre. Aun debía tomar un montón de tabletas que según Sora eran vitaminas que su cuerpo necesitaba para restituir todo lo que había perdido el tiempo que había demorado su recuperación.

La habían colocado en terapia para que su cuerpo vaya recuperando su agilidad y su dinámica porque últimamente se sentía como una abuelita. Debía aprender nuevamente a moverse con holgura, y como correspondía a una escuela de baile, debía recuperar toda su fortaleza si algún día quería volver a participar en un valet. O al menos regresar al suyo.

Esa tarde mientras Mel hacia sus prácticas como siempre, le llego correspondencia, la cual fue alegremente a recibir, entre ellas se hallaban una carta y postales de su familia, Kay les había costeado un viaje a Punta Cana, un paraíso terrenal, un lugar al cual ella se moría de ganas por conocer. Aun desconocía como había logrado Kay que su familia accediera a hacer ese costoso viaje, pero supuso que tenía una muy jugosa propuesta para ellos.

Las otras eran de sus amigos, eran postales de Madrid, Barcelona, y otros lugares que no se le hicieron ni un poco familiares. Sentía mucha envidia por ellos, estaban pasándolo de lo grande mientras que ella estuvo todo ese tiempo en cama, luchando por su vida.

Pero si lo analizaba con calma no todo había sido malo, había tenido la oportunidad de conocer a Kay, un chico con un encanto especial que estaba conquistando su terco corazón.

Kay le había confesado que estaba perdidamente enamorado de ella, que ella era su perdición, pero desde ese día, a pesar de los apasionados besos que se habían dado, no habían llegado a nada claro, a nada estable, seguían saliendo (si dar paseos por el jardín y la playa de la mansión se considera una salida), de cuando en cuando la sorprendía con una u otra cosa sacándole una sonrisa.

— «Voy a conquistarte». ― Le había dicho una tarde, ― «Hare que te enamores de mí, de una manera en la que nadie más pueda hacerlo, y de una manera en la que nunca me puedas borrar de tus pensamientos».

Y a partir de allí, las cosas se fueron colocando un poco tono rosa para Mel, eran detalles de todo tipo, rosas, joyas, paseos, retratos y hasta una mascota propia. Kay le había dicho que era hora que ella tuviera su propio guardián.

— Es cierto que Rex y los demás estarán gustosos de parar alrededor tuyo, pero no lo estarán todo el tiempo, son perros de guardia, así que eso harán la mayoría del tiempo, tú necesitas a alguien que pare al lado tuyo, solo contigo y te obedezca solo a ti.

— ¿Me regalaras un gato? — bromeó con el — déjame recordarte que no soy muy afecta a los gatos.

— Lo sé — sonrió — es por eso que dejare que tu escojas a quien quieres para ti.

Estaban dando un paseo por el jardín y la mayoría de los perros estaban por los alrededores, mirándolos, y solo Nagoya y Kiara estaban caminando tras ellos y Rex estaba al lado de Melina, con su cabeza al alcance de su mano.

Mel acaricio suavemente la cabeza del canino.

— “Mi propio perro… me pregunto, ¿Cómo estarán mis pequeños en casa?, ¿Me extrañaran?”

— Hoy vendrá el veterinario, — hablo Kay, sacándola de sus pensamientos — traerá unas cuantas fotografías de perros que nacieron en su criadero, para que veas que raza de…

— ¡Pastor Alemán! — casi gritó, interrumpiéndolo.

— ¿Pastor Alemán?

— Si, manto negro, ¡Como Rex!, me encantan esos perros, son tiernos, cariñosos, — decía mientras se agachaba, tomaba la cabeza de Rex en sus manos y lo llenaba de mimos — y muy pero muy protectores — termino su frase abrazando al perro.

Enamorándose del demonio #BNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora