Cap 54: Sombras

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La noche no podría ir peor. El chofer del taxi que habían contratado resultó ser uno de los hombres de Sho, que al reconocerlos los desvió de la ruta original hacia un extraño y apartado lugar. Ambos estaban atontados, cada uno perdido en sus propios pensamientos, en sus propios infiernos. Hasta que un rayo de luz o la falta del mismo devolvió a Melina al mundo real.

Con una mirada sospechosa analizó sus alrededores, no había nada, estaban en lo que podría llamarse punto muerto. Un enorme parque, de esos que parecen más bosques que parques comenzó a rodearlos.

—Me parece que esta no es la ruta para el hotel —dijo Melina con desconfianza mirando al chofer por el retrovisor.

Este no respondió, con la vista fija al frente siguió manejando. Pero Melina astuta como un gato sacó su revólver y de un disparo limpio le explotó el corazón matándolo en el instante.

— ¿¡Pero qué haces!? —gritó Lenard escandalizado al ver al chofer muerto y el coche comenzando a andar sin control por la vía.

Melina se las ingenió para arrojar al chofer fuera del carro y sentarse en el volante, logrando frenar en el momento justo antes de estrellarse contra el murete de un puente que había al frente.

— ¡¿Pero te has vuelto loca mujer?! —gritó Lenard completamente exaltado. Había regresado al mundo real bruscamente, esa mujer era especialista en poner sus pies en la tierra de la peor manera.

— ¡Estaba secuestrándonos por si no lo notaste imbécil! —gruñó.

Solo allí Lenard reparó en el ambiente que los rodeaba. El hotel que había mencionado Melina estaba en lo más céntrico de la ciudad rodeaba por mucha luz, ruido, gente y gran cantidad de movimiento. Muy a diferencia de ese silencioso, oscuro y escondido lugar.

—Nos descubrieron —aseguró Melina —, debemos salir de aquí rápido, no sé a dónde nos llevaba pero estoy segura que era una emboscada y creo que no faltaba mucho para llegar —dijo reprimiendo su mal presentimiento, esperando estar equivocada.

Sin esperar respuestas de ningún tipo Melina pisó el acelerador a fondo y salieron disparados de allí. Un par de luces se encendieron tras de ellos y comenzó la persecución.

— ¡Maldición! ¡Nos encontraron! —

Con la pericia de un experto de carreras Melina procuraba perder de vista al otro coche, pero no sería tan fácil como ellos esperaban, el otro conductor era tan hábil como ella.

Entre tanto jaleo, Lenard dió tantos giros y tantos golpes en el asiento trasero que perdió el norte. Mientras Melina realizaba maniobras evasivas para perder al enemigo, Lenard rebotaba en el asiento trasero como pelota de pingpong en pleno torneo mundial. Después de un par de minutos de carrera, el coche logró alcanzarlos lo suficiente como para impactar dos tiros con certeza destrozando por completo el parabrisas trasero.

—Quieren matarnos —concluyó Melina.

—Debemos perderlos —dijo Lenard intentando mantenerse derecho en su asiento sin conseguirlo. Giró a su derecha y en el suelo vio su arma. Con muchísimo esfuerzo logró alcanzarla y sujetarla —mantente derecha solo un instante —pidió —necesito solo un tiro.

Melina vió por el retrovisor lo que el detective pretendía y con mucho esfuerzo logró mantenerse lo más derecha posible que ese accidentado terreno le permitía. Al tercer tiro Lenard logró dar en su llanta delantera descontrolándolo haciendo que se estrellara contra el primer árbol que halló a su derecha.

—A salvo —suspiró Lenard aliviado. Pero un impacto en la cola del auto, con otro coche salido de la nada casi logra ofrecerles el mismo destino del que ellos dejaron atrás.

Enamorándose del demonio #BNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora