Cap 14: Espía

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Hacía mucho tiempo ya que no volvía a sentir esta misma clase de miedo, una inseguridad que lo calaba desde las plantas de los pies hasta la punta de los cabellos.

Como si tuviera resortes en los pies, se dirigió a toda carrera hasta la habitación de Mel, ella yacía allí respirando agitadamente, con una compresa fría en la cabeza y dos personas pasando paños húmedos por todo su cuerpo en un intento por bajar la temperatura.

Su corazón se estrujó al verla en ese estado, no hace mucho tiempo ella estaba en la misma cama sonriente, pero ahora se hallaba nuevamente entre la vida y la muerte ¿Cuánto más duraría ese tormento?

―¿Cómo está? —pregunto evidentemente preocupado acercándose a la cama.

―Empeora a cada instante, y la fiebre no quiere ceder ―respondió una de las mucamas sin verlo.

―¿Cuánto lleva?

―Cuarenta y dos grados y subiendo señor ―respondió.

―¡¿Qué?! —preguntó alarmado.

―¡¿ESTA LISTA LA TINA?! —gritó ansiosa otra de las mujeres al volver a verificar el termómetro. Kay la miro interrogante sin obtener respuesta.

―Sí ―respondió desde el fondo la voz de una anciana ―ya pueden traerla.

Kay observó con furia como uno de los sirvientes la tomaba casi con brusquedad y corría hacia el baño, quiso detenerlo, pero Sebastián lo retuvo tomándolo del brazo.

―Deben bajarle la temperatura a toda costa señor —explicó mientras se dirigían ambos al cuarto de baño y observaban como introducían a Melina en una tina llena de agua con cubos de hielo.

Con esfuerzo Kay reprimió un gemido, le dolía verla en ese estado, sintió como memorias del pasado regresaban a su vida, vagos y horribles recuerdos inundaban su mente. Una mujer, un lago, sangre, lágrimas y dolor…

―¡¿Dónde está Sora?! —preguntó Sebastián a uno de los sirvientes sacándolo de sus recuerdos.

―Aquí estoy maestro —respondió la allegada ingresando a la habitación con un pequeño maletín de cuero negro.

―¿Lo encontraste? ―preguntó impaciente, Sora negó con la cabeza.

―Pero hallé algo que quizá pueda serle de ayuda —respondió mientras sacaba del maletín un frasco de cristal cuidadosamente protegido.

―¿De qué hablan? ―preguntó impaciente al sentirse fuera de onda.

―La cura señor ―respondió Sora apenada ―no pude hallarla.

―¡¿Como que no la encontraste?! —rugió furioso, ante la negativa.

―Lo siento mucho Señor —se disculpó temerosa —pero el veneno que le inyectaron es uno sumamente raro, especial para una muerte lenta, su antídoto, es aún más difícil de encontrar, tomando en cuenta el corto tiempo del cual hemos dispuesto —decía mientras introducía el medicamento del frasco en una jeringa actuando con rapidez —pero hallé algo que quizá pueda sernos de alguna ayuda hasta encontrar la indicada.

―¿Hasta encontrarla? —preguntó intrigado —es decir que…

―La siguen buscando señor —completó Sebastián.

Kay observaba impotente como Sora sacaba la mano de Melina de la tina helada y limpiaba su antebrazo para poder inyectarle el medicamento.

―Esta inyección —dijo Sora aplicándole la medicina —deberá frenar todos los efectos del veneno por un tiempo, pero solo lo congelará temporalmente, no lo eliminará.

Enamorándose del demonio #BNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora