El sermón que le vino después del suceso, era para no olvidar, Ian estaba realmente furioso y le recordó hasta lo que ella no sabía para que no lo volviera a olvidar. Estaba desde ya castigada a ni siquiera mirar a través de la ventana por al menos el lapso de una semana, según él, hasta que vea la manera de solucionar su desastre. Y de no haber sido por la oportuna intervención de Kato, Ian la habría dejado a base de pan y agua el resto de lo que dure el castigo.
Casi se vuelve ostia hasta el cumplimiento de su castigo, sentía que la semana pasaba lenta, que los segundos en lugar de avanzar retrocedían. Se prometió a sí misma nunca volver a cometer el mismo error.
― Pensarás sobre tus acciones, y recapacitarás sobre tus actos ― le había dicho Ian ― hasta entonces estas castigada jovencita.
Y esas fueron sus últimas palabras. Nunca supo que tan estricto podría llegar a ser Ian de no haber ocurrido ese suceso. De nada valían sus ruegos y sus suplicas para salir de lo que ella llamaba calabozo.
― Ningún calabozo es tan lujoso, deja de exagerar ― la había reprendido ― y tu castigo sigue irrevocable.
Hizo berrinches, zapateó, pataleó, pero nada de lo que hiciera lograba cambiar de parecer a su hermano.
― ¡Si no hice nada malo! ― le gritó un día de tantos.
― Quizá, no, pero la forma de accionar sí que estaba mala, así que sigues castigada.
― Gruñón ― mascullo.
― Lo soy, y si ahora no quieres que tu castigo empeore, vete a la cama y ¡Duérmete! ― miro su reloj ― Que ya casi pasa de las diez.
―Ya no soy una bebé ― protesto.
― No lo eres ― dijo Ian, una sonrisa de alivio se formó en los labios de Melina ― los bebés duermen a las siete. ― completó con voz grave y salió de su alcoba. Frustrada arrojó un almohadón contra la puerta.
El departamento interno que compartían, le permitía a Ian, vigilar si Melina salía o no de su alcoba siquiera para ir al baño. Melina era una persona muy inquieta, incapaz de quedarse tranquila un solo minuto. La desesperación de Melina por saber que pasaba, su falta de ocupación, y otras cosas más, obligaron a Ian, a hablar con Haddadrimon y pedir que Kato fuera a vivir con ellos de modo que mataría dos pájaros de un tiro, la tendría vigilada, y tendría quien le enseñe algunas cosas más.
Su departamento, que conformaba parte de la gran mansión era amplia, por no decir enorme, contaba con cuatro habitaciones, una suite, una cocineta y un pequeño comedor estar familiar, de modo que tendrían espacio para lo que necesitaran, especificando también, el gran estudio que poseían y un pequeño laboratorio. Costaba creer que semejante departamento de lujo formara solo una pequeñísima parte de la tan lujosa mansión.
Los primeros dos días fueron más que tediosos para Melina, sentía que volvería a enloquecer si seguía allí encerrada, al tercer día, cuando vio en el umbral de su departamento a Kato con unas maletas, sintió que el alma se le cayó a los pies.
― ¿Te iras? ― pregunto con voz apagada.
― Si ― respondió el con serenidad, pero al ver la expresión de Melina no pudo evitar soltar una pequeña risilla ― me voy a mudar con ustedes ― soltó al fin, Melina lo miro confusa ― Ian, me dijo que te convertiste en una patada en su trasero, y necesita que te encadene a tu alcoba, así que me trajo a mí, como tu grillete ― sonrió divertido.
Ella le devolvió la sonrisa, nunca podría negarlo, ella quería a ese muchacho, le recordaba tanto a su hermano.
― ¿Así que soy tu patada en el trasero? ― preguntó Melina al muchacho que apareció detrás de Kato en el umbral de la puerta. El aludido no respondió limitándose simplemente a sonreír.
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Enamorándose del demonio #BNE
FanficMelina, una chica normal termina envuelta en un mundo completamente opuesto al suyo desde que se topó con un extraño joven de ojos verdes. Desde entonces su vida se transforma en un caos, donde el dolor, traición, venganza, muertes y asesinatos se...