Cap40: Al descubierto

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Después de semejante confesión Lenard simplemente cerró los ojos y cayó inconsciente. La reacción de ambos hermanos fue inmediata, Kato lo cargó en su espalda y salieron de allí con rapidez, debía recibir atención médica o de lo contrario terminaría muerto por desangramiento.

―¡Ian! ―llamó Melina por el intercomunicador ―el malnacido éste cayó inconsciente, posible coma, necesitamos atención médica con urgencia.

―Entendido, ¡sáquenlo!

Corrieron lo más rápido que su pesada carga se los permitía. En un quiebre, mientras inspeccionaban los alrededores para avanzar al siguiente nivel, Melina tocó el cuello del francés.

―Su corazón aun late, está vivo ―y mirándolo de reojo añadió ―aunque quizá no por mucho.

―El hospital más cercano queda a kilómetros de aquí ―dijo Kato corriendo escaleras arriba lo más rápido que pudo cuando su hermana le dio la señal de avance.

―Lo sé, veremos que puede hacer nuestro cerebrito ―sonrió Melina y siguió corriendo por delante limpiando el camino de trabas e indeseables.

Cuando llegaron a la parte externa de la bodega, Ian, ya los esperaba en la furgoneta con los implementos necesarios para despertar a Lenard y lo recostaron en la improvisada camilla, Ian miró de reojo a Melina al reconocer la camiseta pero ella lo ignoró.

―Necesitamos tener su pecho al descubierto, quítenle la camiseta, ¡rápido!

Al primer intento de quitársela, Lenard pegó un grito de dolor, tenía la tela demasiado pegada a la piel.

―No hay de otra, corten los extremos y sáquensela de un solo movimiento ―ordenó.

Los hábiles dedos de Kushina cortaron el material, y removieron la tela, el desgarrador grito de Lenard cuando la tela se llevó algo más que sangre seca los preocupó.

Poco a poco la respiración paulatina de Lenard fue haciéndose más débil hasta el punto de detenerse.

―¡Infarto! ―gritó Melina ―¡debemos revivirlo!

―Las baterías del auto ―gritó Ian mirando a Kushina ―¡Ahora!

Colocaron a Lenard en el suelo inmediatamente, no había tiempo que perder. Melina vagamente podía comprender lo que su hermano se proponía, había visto hacer esas cosas en películas, pero nunca en la vida real.

Con la pericia de un experto Ian conecto la batería del auto al cuerpo del francés. La primera descarga elevó el cuerpo de Lenard, pero no fue suficiente.

―Necesitamos una batería más grande, Kushina, saca la batería de la otra vagoneta, ¡rápido! ―gritaba Ian mientras presionaba rítmicamente el pecho de Lenard procurando que su corazón vuelva a latir.

En un abrir y cerrar de ojos, Kushina tenía lista y conectada la otra batería.

―Esta es la decisiva ―se dijo Ian― si esto no lo revive, lo mata. Solo esperemos no explotar su corazón.

Un par de nuevas descargas levantaron el cuerpo de Lenard haciendo que su corazón volviese a latir, aunque débilmente.

―Bienvenido de vuelta al mundo de los vivos ― sonrió victorioso mirando a un Lenard aun inconsciente ―. Necesitamos atención especializada ―miró a la gente a su alrededor ―esto solo fue primeros auxilios. Aún puede morir en cualquier momento ―dijo alargando la mano a su muñeca y comprobando el pulso con su reloj de pulsera ―su pulso es demasiado débil.

Melina miro a Lenard furiosa, ¡no se podía morir! Les costó mucho trabajo sacarlo de esa madriguera como para que ahora el imbécil ése se dé el lujo de morir.

Enamorándose del demonio #BNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora