7.

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Los párpados volvieron a caer pesados sobre sus ojos y yo permanecí en el mismo lugar. ¿Lena mi compañera de habitación? No. Imposible. No podía ser verdad, prácticamente no... no la había visto en realidad. No había conocido a la que habitaba el cuarto frente al mío así que ciertamente podría ser cualquiera, ¿pero justo ella? Una queja salió de sus labios y yo me apresuré a ayudarla.

Tragué saliva nerviosa mientras pasaba mis brazos por su cintura, no quería hacerle daño, dejar salir más fuerza de la necesaria podía romperle todas las costillas. Pero respiré profundo un par de veces y nos pusimos de pie. Balbuceaba cosas que no llegué a comprender, su rostro había terminado en mi cuello y peor aún su respiración caliente hacía cosquillas y más en mi piel. El corazón casi se me escapa del pecho al sentir a Lena gruñir bajo mi mandíbula. Lo tengo todo controlado, me dije en silencio al segundo que tropezaba con el sofá.

Con lentitud la acosté en su cama y finalmente pude respirar; al menos no la había matado. Me senté moderando la distancia y presté atención otra vez a su estómago y la sangre, no estaba segura de si seguía saliendo, pero cuando quise averiguarlo su voz me sorprendió.

—Te he dicho que estoy bien, no necesitas molestarte —puso su brazo sobre sus ojos dejando solo ver el par de moretones en su cara y la sangre en su barbilla.
—No me molesta, Lena, me preocupas.
—¿Preocuparte? —bajó el brazo y frunció el ceño, soltando una risotada para nada graciosa—. En serio no me conoces. No sabes quién soy.
—Bueno... No sé quién eres, pero cualquier persona se preocuparía al menos un poco si te encontrara en este estado.
—Estuve peor —cortó secamente.

Exhalé apartando la vista. La habitación de Lena era idéntica a la mía en cuanto a tamaño pero hasta ahí llegaban las similitudes. Su cama era tan grande que tranquilamente entrarían tres personas, junto a la ventana se apreciaba un estante de madera repleto de libros, del otro lado un escritorio con unos cuantos cuadernos, una mochila, hojas por todas partes y una computadora portátil. Una taza de lo que parecía café a medio beber con un dibujo de la torre Eiffel estaba en la mesa de noche junto a nosotras. En el suelo descansaba un teclado y algunas partituras amontonadas con descuido al costado.

—¿Tocas? —dije señalando el instrumento.
—Uh... Claro. Desde los doce años —respondió sin tono. Hizo una mueca cuando las mantas rozaron una de sus rodillas y no me contuve.
—Okay, si quieres seguir de sufrida allá tú pero este es el único lugar de todas las habitaciones de la universidad con vista al campus entero y todo a mitad de precio así que no vaya a ser que a ti se te dé por infectarte medio cuerpo y te mueras dejándonos a Maggie y a mí usando el armario de la limpieza para vivir. Así que Lena, o me haces el favor de dejarme ayudar a curarte o yo misma te llevo a un hospital.

La expresión de su cara era indescriptible. ¿Enojo, furia, desagrado? Empezaba a creer que en algún momento iba a ponerse a gritar y lanzarme la lámpara para que saliera, pero nada de eso ocurrió. En cambio frotó sus ojos y miró el techo con cansancio.

—Bien, Kara, haz tu voluntad.

Después de ir en busca del botiquín comencé con sus rodillas, dando por sentado de que así sería más fácil que empezar por tocarle el estómago. Qué estupidez, Kara, ella está herida y tu preocupándote por cosas tan insignificantes.
Ignorando mis pensamientos limpié en silencio la sangre seca de las rodillas y aunque lo intenté no pude hacer más que mirar la piel casi destrozada cuando estuvo al descubierto. Me recordaba a aquella vez donde mi hermana había caído en el patio de casa, se había lastimado tanto que la sangre no paraba de salir. Creo que aún lleva la cicatriz.

—Esto... esto te va a doler un poco —dije con la pequeña botella de alcohol en la mano y hundiendo los hombros en disculpa.

Al contrario de lo que pensé ni siquiera se movió ni se quejó durante todo mi trabajo y más de una vez miré su rostro para asegurarme de que siguiera despierta. Pero Lena se mantenía con la vista en mis manos, observando cada movimiento minuciosamente, captando cada detalle y poniéndome nerviosa, no era momento de equivocarme ahora.

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora