46.

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And you can
read between
the lines
but God,
I fell.

L.

Capté el punto rojo, oculto sin demasiado esmero tras el televisor en la pared, pero me concentré en lo que debía hacer. Me dibujé una brillante sonrisa en la cara cuando me volví al tipo que se quitaba la camisa a mis espaldas.

Lionel siempre había observado. Las cámaras con las que me vigilaba nunca habían desaparecido aunque yo le había rogado que las quitara. Miraba para asegurarse de que yo no me echaría atrás, de que el cliente estaría lo suficientemente satisfecho y no dudaría en comprar las joyas a mitad de precio que le ofrecía. Me desagradaba pensar en que estaba siendo observada por más de uno, pero sobre todo por él. Sentía vergüenza, me causaba repugnancia.

Tener que pretender que disfrutaba de lo que hacía me hervía la sangre, me llenaba de odio las venas y la tensión en los músculos se quedaba por varios días.

—Déjame ayudarte —murmuré llevando las manos a su cinturón. Mi prisa no se relacionaba con el posible deseo contenido. No tenía que ver con el atractivo sexual que el encuentro se suponía que tenía y que el tipo pensaba que yo quería.

Necesitaba que terminara lo más pronto posible y ni siquiera había empezado.

—Me gusta lo caliente que eres —soltó en mi oído, su barba picaba en mis mejillas y su colonia fuerte se impregnada en mis narices—. Espera, no tengo prisas. ¿Tú sí?

Le sonreí otra vez y relanticé los movimientos. No sabía su nombre, tal vez lo había escuchado pero no lo recordaba, no importaba. Su boca alcanzó la mía y resistí el impulso de alejarme sabiendo que iba a terminar. Tenía que soportar.

Después de unos minutos nos separamos. Él rodeó la cama para llenar dos vasos de whisky. El bebió un poco pero yo me tragué el líquido con tanta rapidez que se quedó mirándome con una fascinación que me daba asco. Pero lo tenía que hacer. Iba a terminar.

—No puedo esperar más —dije quitándole la bebida, pero era cierto. Sus manos frías se acercaron a mi cintura pero lo detuve—. Las luces.
—Oh, pero si apuesto a que tienes un cuerpo muy bello. No quiero perdermelo.
—Te aseguro que la experiencia será el doble de placentera. Tengo sorpresas que debes sentir a oscuras.

Podía odiar lo que hacía, podía aborrecer lo que tenía que llevar a cabo. Pero nada se comparaba a lo que sentía cuando veían mi cuerpo. Cuándo encontraban por primera vez los moretones, o las viejas cicatrices o los cortes de mis brazos. No era capaz de tolerar ese tipo de miradas. La duda o la vacilación que los llenaba. Por eso Lionel no se preocupaba demasiado por la oscuridad. En todo caso no le beneficiaría que me rechazaran por los golpes que él mismo me había dado. El muy miserable podía ver de todos modos.

Una vez las luces se apagaron mi ropa acabó en el suelo en un tiempo récord. La cama era cómoda, el lugar era el indicado. Pero la cuestión era que yo no estaba de acuerdo y jamás lo estaría. Volví a odiarme un poco más al tenerlo encima de mí y por si fuera poco, cuando sus labios comenzaron a recorrer mi cuello con un fuego que yo no compartía, pensé en ella.

Tenía mi mente siempre enfocada. Seguía mi papel con tanta precisión que nadie pensaría dos veces que estaba fingiendo. Era tan sencillo mentir, era tan fácil suspirar en el momento correcto y gruñir cuando el sitio indicado era tocado. Cuando le daban atención a los puntos más sensibles y pensaban, de verdad estaban creían, que estaba pasando por el mejor momento de mi vida.

Pero había pensado en ella y me había roto. Quebrado. La oscuridad era mi única amiga, de esa manera él no vería como escapaban las lágrimas y como, en un falso intento de llevar una mano al cabello, me refregaba los ojos con fuerza.

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora