110. Envíame la Luna.

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Podría vivir con tu fantasma
si dices que eso es todo
lo que obtendré.

Lena se estaba bañando mientras yo en su habitación me ponía el vestido que me había elegido.

Mirándome en el espejo me sentía como una imbécil. El vestido negro no dejaba ver demasiada piel, la cicatriz en mi espalda la cubría por completo de hecho, pero mis curvas estaban vergonzosamente marcadas. Y, aunque sabía que mi pecho no estaba en realidad tan voluptuoso, no servía para que dejara de creer que todo mi cuerpo era una completa exageración.

Al sentarme para colocarme los zapatos a juego, después de secar mi cabello y atarlo, Lena salió del baño. Solo estaba cubierta con una toalla pero las demás partes al descubierto me hicieron tragar saliva. Su piel se notaba ligeramente húmeda, su cabello mojado goteaba hasta su cuello y caía hasta perderse en el borde de la toalla. Con una repentina y extraña sed la miré a la cara. Sus mejillas estaban rosadas.

—No podía cambiarme ahí dentro —murmuró señalando el baño.
—Ah... Sí, cierto, iré a terminar en el cuarto de al lado.
—No es necesario —dijo antes de que pudiera levantarme y mi silencio la hizo continuar—. Haz lo que debas hacer, yo solo me cambiaré aquí.
—¿Segura?
—No es para tanto.

Asentí y aparté la vista. Tenía suerte de estar llevando las gafas, de lo contrario dudaba del control de mi propia visión si tenía en cuenta como mis hormonas estaban disparadas en ese momento.

Así que intenté seguir con lo mío.

Pero al escuchar la toalla caer al suelo mi respiración se volvió irregular, mi corazón se aceleró al imaginar lo que estaba detrás de mí, a escasos metros. Años habían pasado desde que la había visto desnuda y pese a que el tiempo tendría que eliminarlo todo... No dejaba de recordar pequeños instantes donde mis manos habían estado acariciando su piel.

Al colocarme el segundo zapato Lena me llamó.

—¿Te importaría ayudarme?
—Seguro.

Me sorprendió la determinación con la que me dirigí hasta ella sin vacilar ni una vez, sin ningún temblor en las manos o debilidad en las piernas. Lena se había elegido un vestido azul oscuro, parecido al mío en casi todos los detalles menos en los botones de la espalda que yo estaba uniendo.

La ojiverde permanecía inmóvil mientras mis dedos rozaban su espalda. Su piel estaba repleta de lunares en todas partes, llamándome a tocarlos, a mirarlos por un rato más si lo deseaba.
Me demoré especialmente en el último botón. Me quedé quieta observando el metal dorado entre mis dedos, escuchando su corazón latir a prisa como si eso fuera lo único que necesitaba para vivir. Y era una melodía tan extraordinaria...

Sin pensarlo dos veces me incliné y posé mis labios en su nuca. Uno, dos... tres segundos donde solo sentí paz. Ningún miedo o preocupación cabía en ese instante, solo la sensación de su cuerpo cerca de mí, de ella a mi lado y... Me alejé avergonzada. Desconocía cuales eran nuestros límites, o si iba demasiado rápido para ser el primer día de nuestra segunda oportunidad como... Como lo que sea que fuéramos.

Lena se dio la vuelta y me miró a los ojos.

—¿Puedo saber en qué piensas? —preguntó con una suavidad que partía mi pecho.
—En que es egoísta arrastrarte a mi vida justo en este momento, en el final. Cuando ni siquiera te he dicho todo... Lena, necesito hablarte sobre lo que causó que me fuera, mi verdad, mis estúpidos motivos. Quiero decírtelo.
—Lo sé —dijo amargamente—, y también quiero que lo hagas. Pero no ahora y no esta noche. Hoy todo saldrá perfecto. Quiero que olvides todo lo demás, que dejes de hacerte daño por el pasado. Por hoy quiero que seamos solo dos personas que irán a comer a un restaurante.
—Por hoy.

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora