My Yellow Sun; Supercorp.

65.

—¿Qué haces?

Lena levantó la vista, algo sorprendida, y esbozó una sonrisa. Tenía el cabello húmedo y vestía solo una camiseta gris que le llegaba casi a las rodillas.

—Intento escribir pero no está dando resultado.
—¿Esa historia de ángeles y demonios de la que me hablaste? —ella asintió con la cabeza y me senté a su lado en la cama—. ¿Por qué no puedes?
—Creo que... No he podido escribir últimamente, o bien lo que escribo me parece una completa basura así que es en teoría lo mismo —murmuró viendo la pantalla, con un tono un tanto melancólico—. Olvidé el motivo por el que me gusta escribir. No puedo recordar la razón por la que lo hago.
—Puede que solo sea algo pasajero.
—Solía escribir porque tenía el corazón roto —sentenció después de un momento y con la mirada perdida en las pocas palabras frente a ella—. Escribía porque estaba sola, triste y cansada.
—Lena...
—Olvídalo —dijo cortándome demasiado rápido. Apretó la mandíbula y dejó la portátil en otro lado, muy lejos. Iba a objetar, no me gustaba cuando se cerraba de esa manera con cosas que eran importantes, porque sabía que escribir era algo bastante terapéutico para ella, pero habló tan pronto que quedé en blanco—. ¿Quieres ver una película? He comprado unos DVDs que me llamaron mucho la atención, también podemos cocinar más tarde ¿qué dices?

Sonreí a medias, no muy contenta con su manera de evadir el tema, pero ¿qué podía hacer?

Después de una película de comedia romántica en la que Lena estuvo más animada que de costumbre nos dirigimos a la cocina para preparar algo. Siempre fui pésima cocinando así que solo veía a Lena mezclar algún que otro ingrediente y ponerlo junto a los demás en el fuego.

Sentada sobre la mesa frente a una Lena muy concentrada en la carne que cortaba me imaginé un futuro en el que las cosas fueran así. Dónde nuestras únicas preocupaciones resultaran la próxima película que veríamos o la bebida que elegiríamos para la cena. Me sentía feliz a su lado, teniendo una tonta, cliché y pequeña aventura alejadas de los demás. Suspiré y Lena se giró a verme, se secó las manos y en segundos estuvo frente a mí. Esos ojos verdes se clavaban en mi interior con tanta intensidad que no podría jamás haber una fuerza que me separase de ellos.

—¿Pasa algo?
—¿Por qué lo dices?
—Me mirabas de una manera... Extraña.
—Solo estaba pensando en ti —dije pasando mis brazos alrededor de su cuello—, y en lo mucho que deseo que estés siempre a mi lado.

Lena me besó sin más. Podría jurar que con solo sentir sus labios lo entendía todo. Sus sentimientos, lo que pensaba, lo que deseaba. Con solo besarla mis dudas se desvanecían, como si al hacerlo no tuviera que pensar en lo que seguiría luego.

Sentirla tan cerca de mí me hizo sentir por primera vez, y extrañamente, pequeña. Lena era fantástica. Era una mujer inteligente, que sobrepasaba la simple definición de belleza. Tenía una mente que valía la pena explorar, un corazón tan grande como valiente y una voluntad inquebrantable. ¿Y yo? ¿Qué podía ser yo comparada con todo lo que Lena era?

—¿Qué estás pensando ahora? —dijo acariciando mi espalda. Su tacto me hacía sentir bien.
—Solo en ti —y era la verdad de todas formas.

Me miró un momento con algo que era difícil de poner en palabras y asintió, besándome fugazmente antes de volver a la comida.

Una hora después estábamos viendo Star Wars.

—Ahora me siento bastante estúpida.
—Te dije que solo bastaba una búsqueda en internet.
—Maldito Darth Vader —le espeté al televisor y Lena rió, besando mi cuello casi de forma natural. Y digo casi porque sentí el cosquilleo recorrer mi cuerpo un segundo después, cuando no se alejó y sus dientes rasparon mi piel—. Lena.
—¿Mmm?
—No voy a poder... Concentrarme en la película si... Oh.
—Siempre podemos verla otro día —ronroneó bajando hasta mi clavícula. Sus labios eran muy persuasivos, vaya que sí.