48.

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Las invitaciones para el baile dentro de dos semanas ya habían llegado. Estaba mirando la mía en la cocina, apoyada sobre la encimera y contemplando el papel azul como si fuera a expulsar algún tipo de veneno en cualquier momento.

Suspiré, la dejé sobre la mesa y me di vuelta para preparar mi café. Perdida cómo estaba en mis pensamientos no escuché los pasos detrás. Los brazos de Lena rodearon mi cintura y su boca se acercó a mi cuello, sin reserva alguna o vergüenza besó sin piedad la piel al descubierto.

—¿Por qué hoy estás oliendo tan bien? —murmuró. Su aliento hizo cosquillas y cerré un momento los ojos.
—¿Acaso nunca he olido bien?
—Siempre tienes un delicioso aroma —replicó, moviendo sus manos por mis caderas lentamente—. Pero hoy... Hueles irremediablemente bien.
—Lo tomaré como un cumplido.

Me giré sobre mis pies y rodeé su cuello con mis brazos. Tenía una sonrisa tan bella, tan preciosa y simple que me juré que haría todo lo posible para que al menos hoy nadie se la quitara del rostro.

—Eres hermosa, Lena.
—¿Estamos compitiendo con halagos? —y sus labios se encontraron con los míos al segundo.
—Yo ganaría de todos modos.
—Besas tan bien.
—Tus labios hacen todo el trabajo —señalé volviendo a acercarme, buscando algo de aire nos separamos del fogoso beso—. Por cierto tu lengua es fantástica.
—No debes decirme esas cosas.
—¿Por qué no? —pregunté con la más grande inocencia.

Alzó una ceja y su mirada cayó otra vez a mi boca. Una sonrisa de lado rompió la expresión tan ansiosa que instantes atrás había tenido.

—Es difícil tener que contenerme.
—¿Te contienes, Lena? —mi tono juguetón la hizo mirarme con una mezcla entre el desafío y la expectativa—. ¿Tienes que contenerme al verme?
—Ah, no te das una idea.

La tomé de las manos y la hice girar.  Lena estaba ahora del lado de la encimera y yo frente a ella. Sus manos se acomodaron otra vez en mi cintura, masajeando de vez en cuando sectores en mi estómago y tirando del borde de mi pantalón. Todo con una tonta sonrisa incitante.

—¿Por qué?
—En parte por lo que tal vez imaginas —dijo con voz neutra. Quizás en verdad podía ser lo que yo pensaba, tal vez aún no estaba lista, tal vez no podía dejarse tocar por alguien que le demostrara cariño sincero. No aún. Pero Lena sonrió de igual manera, afirmando mis teorías silenciosas—. En parte porque quiero que sea especial y no es el momento.
—¿Especial de que manera? No me digas que te gustan las velas y camas con pétalos de rosa. Si es así no tengo ningún problema pero tendremos que llamar a Maggie para que nos ayude a limpiar todo eso.
—Pues no, tonta, no hablaba de eso.

Puse las manos sobre la encimera, apoyándome un poco más sobre ella, enjaulandola de cierto modo. Disfruté de sus labios implorantes y sentí el deseo de su lengua húmeda al tocar la mía. Un suspiro escapó de mi boca por lo mucho que la situación me estaba sobrepasando en otros lugares.

—¿Ah... No?
—Hablo de que... Tú... —decir palabra alguna se dificultaba cuando tenías los labios de tu novia sobre los tuyos. De solo pensar en lo mucho que a Lena le costaba expresar una sola frase coherente, no pude no sonreír en su boca. Mi corazón no fue el único al que escuché latir agitado en ese instante—. Olvidé lo que estaba diciendo.
—Un momento especial —musité acercándome más a su cuerpo, parecíamos solo una, su figura encajaba a la perfección en la mía y en verdad comencé a necesitar más.
—Claro, eso. No estás ayudando a que... —suspiró de manera irregular cuando mordí un sector bajo su mandíbula—. No estás dejando que recuerde por qué era tan necesario ese momento... especial.
—Podemos hacer un momento especial siempre que estemos tú y yo. No importa el lugar, ni la hora, ni el momento.

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora