57.

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L.

-No fue culpa de tu padre, Lena.

La monótona y refinada voz de Ámbar era lo único que se escuchaba en esa sala oscura. Un par de lámparas rojas iluminaban pobremente el lugar pero yo ni siquiera necesitaba luz para ver a la novia de Lionel mirarme con esa falsa expresión de disculpa.

No la odiaba ni sentía por ella el mismo resentimiento que con Lionel, al fin y al cabo sabía que era una víctima más aunque no se diera cuenta. Mi padre podía manipular y jugar con las personas a su antojo todo el tiempo que quisiera. Lo que sí me causaba era desagrado.

Sabía perfectamente cuál era mi situación y nunca había intentado hacer nada al respecto. No es como si lo quisiera, a estas alturas me daba igual, pero solo había servido para no querer estar cerca de esa mujer jamás. Solo le importaban las riquezas, las cosas caras y la buena vida. La única razón por la que Lionel la mantenía era porque tenía una cara bonita y buen cuerpo. Se cansaría como siempre lo hacía y la cambiaría por una versión más joven, más plástica y más ignorante.

-No necesito escucharte a ti -dije sin dejar de mirar la ventana que daba a toda la ciudad.
-¿Por qué eres así de maleducada?
-Si quieres mis palabras bonitas tendrás que pagar -repliqué con el mayor sarcasmo-. Lionel sabe de eso, ve y pregúntale, seguro te consigue un cuarto.
-Cuida como me hablas, niña.
-¿O qué? -y esta vez dirigí mi atención al sofá de terciopelo a metros de mí. Aunque la penumbra no dejaba mucho a la vista pude notar su incomodidad-. ¿Irás a decirle a Lionel? ¿Él me golpeará, me enviará al hospital?

Al cabo de un rato en silencio las puertas de la sala se abrieron y no me molesté en mirar. Ámbar se puso de pie de un salto con una sonrisa exagerada. Parecía estar siempre queriendo dar la mejor impresión como si Lionel en cualquier momento fuera a ponerse de rodillas y sacar el anillo más caro. Pero ni siquiera la miró, solo caminó unos pasos hacia mí y las luces se encendieron.

-Lena, te ves mucho mejor -casi me río en su cara.

Las probabilidades de que le escupiera en cualquier segundo eran muchas y si era honesta... Las consecuencias no me importaban. Había estado bien en la universidad, luego de que Kara volviera todo parecía más fácil, todo había vuelto a la normalidad entre nosotras y me sentía bien. Hasta que Lionel pidió verme.

Esa mañana había visto el correo y mi buen humor desapareció a una velocidad récord. Preferí no ver a Kara, preferí que no supiera de mi estado y así no decir algo que pudiera poner lo que habíamos logrado en peligro. Pero estaba furiosa. Y si yo estaba enojada las cosas se saldrían de control fácilmente.

-Los he despedido -dijo cuando no respondí, y al final me encontré con sus ojos. Eran del mismo color que los míos pero mucho más oscuros, más vacíos-. Se pasaron de la raya pero ya no son un problema.
-¿Se supone que debo agradecerte?
-Oh, no, Lena, claro que no. Solo quería que lo sepas.

Suspiré, me levanté y arreglé el dobladillo del vestido con sumo desinterés.

-¿Número de habitación?
-142 -respondió despacio, mirándome de una manera extraña-. Me sorprende tu nuevo profesionalismo, Lena. No me haces perder el tiempo.
-Como tú digas.

Me estaba comportando más arrogante que de costumbre pero nada tenía que ver con el papel que siempre interpretaba. Hoy nada me importaba en lo más mínimo. Podría haberle dicho que no lo haría, que podía volver a golpearme y no me habría interesado pero muy en el fondo, y pese al odio que me consumía, pensé en Kara y como se sentiría si me encontraba otra vez hecha trizas.

-Niña soberbia -escuché que murmuraba Ámbar pero Lionel rió. Ya estaba saliendo cuando lo escuché decir;
-Lo ha heredado todo de mí.

Bastardo.

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora