109. Sistema Solar.

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Lena.

Después de dejar a Kara en mi cuarto había vuelto a la cocina para encontrar a Elizabeth juntando los platos y, después de ayudarla a limpiar en silencio, abrí su botella de vino favorita.

Varios sorbos permanecimos calladas, yo mirando mis pies sin saber exactamente qué decir y ella, más que probable, estudiando cada centímetro de mi rostro.

—Ya dilo —espeté rompiendo el silencio, levantando la mirada a sus ojos azules. Dos tonos más oscuros que los de Kara.
—¿Qué esperas que te diga?
—Lo que estás pensando.
—No tengo nada que decirte, Lena —replicó con una voz que dejaba mucho que desear. Había aprendido muchas maneras de ocultar lo que pensaba y mis emociones gracias a ella. Por lo mismo sabía que me estaba mintiendo.
—Estás siendo amable y cordial con Kara como si no supieras que...

Me tragué mis palabras. No quería volver a recordar, ni a nadie, que lo que Kara me había causado al irse era un daño que iba más allá de un simple dolor. Y me había costado tanto sanar... Elizabeth lo sabía y por eso me confundía su actitud.

—¿Cómo si no supiera que te dejó atrás y desapareció? Lo sé. Aún recuerdo todo lo que fueron los meses siguientes. Las citas con los abogados donde llegabas drogada hasta la médula, apestando a alcohol... Así de poco te importaba tu vida —murmuró con una frialdad impropia de ella. Le mantuve la mirada como hacía con cada uno que, incluso sin saberlo, tenía el poder de herirme—. Sé que te ibas durante noches para llenar ese vacío, sé lo mal que la pasabas en la madrugada buscando de algún modo olvidarte de esa mujer. Por supuesto que la primer cosa que quise hacer al verla fue enviarla al mismo Saturno de una patada. Pero eres adulta, Lena, y tú tomas tus propias decisiones. Así que si de alguna manera piensas que tenerla en tu vida te hace sentir mejor y feliz, seré la primera en alegrarme por ello.

La dureza en su cara se había ido y solo reinaba la calma cuando me senté en la banqueta detrás mío. Me sentía exhausta.

—Ahora respóndeme una cosa —comenzó, dejando su copa a un lado—. ¿Estás proyectando?
—¿Qué?
—¿No serás tú quien está actuando amable y cordial por algún otro motivo? —enarcó una ceja y yo tragué saliva—. ¿Qué es lo que te pasa con ella, Lena?
—No quiero hablar de ese tema.
—Sé muy bien que no tolerabas ni siquiera oír su nombre años atrás. Me gustaría saber por qué fue tan fácil para ti olvidarte de eso. ¿La quieres?
—Elizabeth.

Frunció el ceño y se cruzó de brazos. La mezcla de sentimientos que estaba intentando negar se fundía en mi cabeza y resurgía. Quería hacerla feliz porque no toleraba el hecho de verla morir y que, de no ser posible salvarla, se fuera de una manera miserable. Pero desde su confesión todo se había hecho aún más confuso y no podía dejar de pensar en lo que implicaba saber que estaba enamorada de mí. Porque... Ya ni siquiera recordaba el día en que había dejado de quererla y eso me asustaba.

—¿Lena?
—Somos amigas, eso es todo. Y sí, estoy feliz de volver a tenerla en mi vida si tanto te interesa.
—Tengo unas cosas que hacer aquí antes de volver a Rhode Island —murmuró luego de un rato, sin emoción en la voz, algo me hacía pensar que estaba decepcionada—. ¿Puedo volver a verte antes de irme?
—Claro.

Diez minutos más tarde Elizabeth se había ido en un taxi y yo estaba en la sala, sentada en uno de los sofás frente a la chimenea apagada, con una copa de vino intacta. Marqué el número de Sam y al segundo tono atendió.

—¿Sam?
—¿Estás bien? —su preocupación me seguía pareciendo adorable.
—Sí, solo quería hablar. Siento que desde la conversación de ayer...
—Lena, aguarda, yo... no debí reaccionar así ¿sabes? Sé que no es fácil una noticia como esa después de todo lo que viviste, parece...
—Como si la vida me odiara —su silencio me hizo imaginar que sonreía, a pesar de que no la veía.
—Es por lo que no querías hacerte la operación ¿no es así?

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora