Bella era...

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Edward

A poca distancia de la casa unas voces interrumpieron mis pensamientos, distinguí las voces de las dos rubias en la puerta, ajenas a todo lo que escuchaba en sus cabezas. Esa conversación me interesaba más que todo aquel alboroto de rabia contra mí. Cuando Rosalie le propuso a Ally contarle quién era ella comprendí que Allison me había respondido la pregunta por la que casi descarrila un coche y yo se la debía. Sabía que se la debía. Tal vez de esa forma Bella dejara de dolerme tanto, o quizá no. Pero el dolor siempre está así que sí contarlo puede ser una solución para borrar de una vez por todas algo que ya tenemos todos asumido que no volverá, supongo que es lo mejor. Propuesto esto me dirigí a donde ellas se encontraban de pie la una frente a la otra. Rosalie mantenía una postura rígida y apretaba los puños con los brazos cruzados mientras que Ally andaba a pasos cortos alrededor del espacio entre la casa y el bosque, mirando unas veces al suelo y otras al cielo.

Me acerqué a Rosalie y detuve la que comenzó siendo el principio de mi historia.-Rose, creo que no es asunto tuyo contarle esto, ¿no crees?

-Merece saber por qué eres así con ella, y si no lo cuentas tú alguien tenía que hacerlo.-dijo encogiéndose de hombros y con el ceño fruncido.

-Sigue siendo mi decisión.-estaba tranquilo y todas mis palabras salían de mi boca con soltura y educación, ambas estaban nerviosas aún así.

-Está bien.-se dirigió a dentro tras echar una ojeada a Ally quien no sabía bien si seguirla o esperar una respuesta por mi parte. La rubia me advirtió antes de entrar.-Pero aunque sea tu decisión, lo merece. Tú nunca has sido egoísta, no lo seas ahora.-después de aquello marchó con su prometido el cual permanecía asimilando todo lo que pasaba últimamente en nuestras vidas.

-Sí que he decidido contártelo, pero si no te importa algo de privacidad me dará algo de soltura, demos un paseo.-Intenté con ciertas fuerzas transmitirle seguridad pero fue un intento fallido. Leí su mente, y sin quererlo me reí. -Tranquila, te prometo que puedes confiar en mí durante un rato.-Ella asintió y en pocos segundos estábamos bastante adentrados en el bosque.

-¿Por qué ahora quieres contármelo?

-He pensado, que si tu habías respondido indirectamente a mi pregunta, yo debía hacerlo también, no es justo para ti jugar esta partida de ajedrez a con menos fichas.-Dicho aquello ella me miró seria y algo avergonzada, percatándose de que leo constantemente sus pensamientos.

-Estaría bien.-dijo casi en un susurro, avergonzada aún.

-Bella era una simple humana, Ally. Insignificante como todas, pero se diferenciaba en una cosa, su magnífico y exquisito olor. La primera vez que la vi creí ver mi fin tras descubrir ante los humanos el secreto de los vampiros cometiendo el acto que en mi cabeza no dejaba de rebotar, escenas mordiendo su cuello con delicadeza y a la vez poca paciencia en plena clase. Tal y como cuando tú has imaginado esta mañana morder a esa chica. Sentía que ella y sólo ella era mi perfecta marca de droga. Después de una semana, fuera de la ciudad, después de ese encuentro, una semana en la que me preparé y mentalicé para volver a clase, el segundo encuentro fue mi mayor perdición. Aunque aún no sé quién ha perdido más de los dos. En ese reencuentro casi como un impulso me presenté en clase de biología y mantuvimos una conversación poco enrevesada mientras realizábamos un trabajo de células. Esa conversación fue la que le dio el golpe a mi vida, se me olvidó el olor que desprendía la chica y me fijé en sus encantadores rasgos, sus gestos de timidez, sus palabras, la forma en que pronunciaba cada una de ellas... No sé cómo pudo pasar. A partir de ese día todo fue yendo a más, aunque antes de llegar a ello yo comencé a ir a su casa por la noche, mientras ella dormía plácidamente, y todas y cada una de la noches que pasaba allí, rodeado de todas sus cosas, de su aroma, de los latidos de su corazón, su respiración, cada insignificante tontería me inmunizaba poco a poco a su olor. Me ofrecía resistencia al ardor que sentía en la garganta. Después de todo acabé saliendo con ella, como si fuera un vampiro o yo un humano totalmente corriente. Y no sé si por estupidez o por no querer percatarse al principio nada de mí le molestaba, ni mi tacto duro y frío, ni mis ojos cambiantes. Al menos eso creía yo, pero me descubrió y no me quedó otra que dejar de oponer resistencia. Sin querer meterla en este mundo casi descansé cuando lo descubrió por sí sola. Pensé que si no se había asustado ella estaba hecha para mí, o yo para ella. Sentía que nada la arrebataría de mi lado. Hasta que la testarudez y la inmortalidad chocaron y cedí en convertirla. Tiempo después ella se marchó afirmando que no sabía quererme, que no sentía nada de lo que había en su humanidad. Nada. Se marchó hará cerca de un año, y aquí estoy, contándole mi mal de amores a una... a la hermana de Jasper.

Permaneció muda durante unos instantes asimilándolo todo y pensando en cómo tomarse el que casi le haya dicho desconocida. Y sobre todo, el que la haya tomado como algo un poco más cercano.-Lo siento, Edward. Si hubiera sabido desde un principio qué ocurría sin necesidad de que tú abrieras tus sentimientos hacia "la hermana de Jasper" seguramente no habría hecho tanto hincapié en ello, ni hubiera sido tan obsesiva con tu actitud en cuanto a mí. De veras, lo siento.

-No te preocupes Ally, pero no me pidas mucho más ya que el rato de confianza está llegando a su fin.-advertí, en gran parte de broma.

Ella rió.-Sí, vale, lo que tú digas. Pero... antes de que acabe, ¿no la has olvidado?-dijo ya sería.

-Creo que lo acabo de hacer.

Un silencio incómodo para ella se creó en el paseo que ahora retrocedía a casa.-¿Sabes qué más ha pasado?-pregunté casi riendo. Ella me miró expectante sin saber qué quedaba por hablar.-El rato en confianza.-la miré amenazante y ella echó a correr. La perseguí hasta que la alcancé, agarrándola por las piernas la subí a mi hombro y ella, en parte asustada, comenzó a pegarme en la espalda y a dar patadas al aire. Sin conseguir nada por su parte la deposité en el suelo con gran dificultad ya que no se estaba quieta. Un tropiezo por su parte y una cara llena de ahora terror de verdad la dejaron en el suelo. Mi mirada amenazante volvió a acecharla.

-Tranquila,-dije acercándome a ella y poniéndome de rodillas a su lado.-Sólo voy a matarte.-dije cogiendo ambas manos y posándolas por encima de su cabeza. Su cara era un cuadro y decidí acabar con la broma soltando todas las risas que estaba reprimiendo. Tras un suspiro por su parte recobró la compostura.

-No tiene gracia Edward, estúpido.-dijo frunciendo el ceño.

-¿De verdad piensas que quería matarte?-dije aún riendo. Encaminamos a paso lento el paseo hacia casa.

-Yo no sé tus intenciones.

-Allison, puede que no lo creas, pero jamás te haría daño intencionadamente.

Miráme a los ojos. (Twilight)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora