Demasiado para mí.

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Ally

No me apetecía llegar muy tarde a casa ya que a lo mejor se preocupaban por si me había pasado algo, o mejor dicho, si a mi amiga le había pasado algo, así que tras despedirme de mi amiga me dirigí hacia el bosque dónde podría dedicarme a ir corriendo. Y después de unos 30 segundos, a poco de llegar, me tropecé. A veces creía no ser de mi raza, ya que es perfección pura, y yo soy el desastre vivo. Cuando me levanté tras mi caída me reproché a mí misma.

-Mierda.-Susurré.-¿Cómo he podido tropezarme con mi propio pié?-me pregunté en voz alta. Me parecía estúpido, aunque más estúpido es hablar sola. Sacudí mi ropa, la cuál se había llenado de tierra y hojas, y concentrada en mi tarea escuché algo detrás de mí y me giré con prisa.

Mis ojos recorrieron en cortos segundos una gran parte del perímetro difícil de distinguir al ojo humano y no vi nada, pero mi oído me decía lo contrario. Escuchaba una agitada y ronca respiración. La de un animal tal vez. Cuando me dispuse a continuar mi camino me giré y encontré algo que me sorprendió: Un lobo. Un gran lobo de color miel o quizá algo más oscuro, acechándome y sacándome los dientes. Era cierto que me sacaba ventaja en altura, era tremendamente enorme, pero no en fuerza. Hasta que detrás de aquel aparecieron dos más, de pelaje negro azabache y el sobrante gris frío. Ahora me aventajaban en número también, pero seguía sin ser problema teniendo en cuenta mi don. Aún así no me atreví a cazar sin los demás. Tres lobos eran demasiado para mí.

El negro aulló hacia el cielo y los otros seguían con su mirada fija en mí, e mostrando grandes colmillos y dejando caer alargadas babas, quizá me vieron como a un flan. O no, simplemente les vi malas intenciones y decidí irme de allí. Ellos me persiguieron como era de lógica y cuando no me vi capaz de llegar a casa sin que me atraparan me paré y rápidamente me giré deteniendo a los tres lobos de golpe y en seco. Sabía que no se explicaban que estaba pasando. No sabían porque no se podían mover. No sabían porqué les miraba así, sin maldad, simplemente concentración.

Otra de las cosas difíciles de éste don era saber controlar más de un objeto a la vez. Era realmente complicado pero lo estaba consiguiendo. Hasta que llegó otro lobo, este con un pelaje marrón mucho más oscuro que el gris y el de color miel. No podía si quiera mirarlo porque entonces los otros se me echarían encima. No supe que hacer. En un acto rápido me di la vuelta y comencé a correr. Creía que llegaría sana y salva a casa. Pero uno de ellos, el de color miel, se me echó encima. Agarré su boca como pude, con todas mis fuerzas, para que no me arrancara la cabeza y de mientras los otros se me empezaban a acercar para defenderlo. Los detuve como pude mientras me ocupaba del fiero lobo que estaba intentando despedazarme y justo entonces, noté como el depredador volaba por los aires de un manotazo. Me quedé atónita al ver como Edward me ofrecía su mano para levantarme del suelo. Me puso detrás de él y le sacó los dientes al lobo que acababa de recomponerse, los otros permanecieron a su lado.

No entendía absolutamente nada.

Miráme a los ojos. (Twilight)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora