Capítulo 27

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Desde entonces, nuestra relación ha estado más estable, hablamos, jugamos, discutimos por su orgullo y mi testarudez y luego viene la mejor parte, la reconciliación que incluye una buena sesión de sexo. Llevamos casi tres meses de relación, no es mucho, pero lo que hemos vivido es suficiente para darnos cuenta que estamos mejor juntos que separados. En ocasiones él se queda en mi apartamento y otras veces yo me quedo en el suyo como para variar de espacios, nos escribimos correos, me llama en tiempo libre y me sorprende de vez en cuando con detalles. Con respecto a formalizar nuestra relación, casualmente hoy tenemos una cena con su madre, después de tanto insistir, por fin he aceptado conocerla, de igual forma en algún momento tendría que ser. Eso para mí tiene un punto positivo y es que me considera parte de su vida y me toma en serio, aun así, temo por la respuesta de parte de su madre, por el aspecto físico de ella, que he podido observar en algunas fotos de farándula, se ve que es muy exigente, culta e inteligente. Además, Santhiago es su único hijo y supongo que no querrá como nuera a una aparecida. Eso me llena de dudas y reconozco que me da miedo su opinión.

-Abby, vamos a llegar tarde, soy un hombre muy puntual, por favor apúrate.

- ¡Ya voy! –Le respondo desde el baño, él está en su cuarto tal vez sentado en la cama esperándome y yo arreglándome un poco el peinado para estar mejor presentada, faltan más o menos cuarenta y cinco minutos y él ya está desesperado, en su súper auto no nos vamos a demorar nada, pero él es don puntualidad y me presiona.

-Nena, llevas diciendo eso hace más de una hora. –Se nota que está exasperado y me da risa de solo pensar el esfuerzo que tiene que estar haciendo para no dejarme aquí tirada. –Ah ¿y de paso te ríes? -Aparece por la puerta del baño con su traje bien arreglado y su cabello recién cortado, es increíblemente guapo, todo le queda bien.

-No sé de qué me hablas, no me estoy riendo. –Miento descaradamente y aparento estar muy entretenida en mi peinado.

-Sales en cinco minutos o vengo y te saco en brazos. –Esta vez sí que esta serio, y no es para menos, me ha dicho hasta el cansancio que le molesta que sus planes cambien por la impuntualidad de los demás, siempre tiene su tiempo medido.

-No serias capaz. –No estoy segura de eso, pero guardo la esperanza de que no se atreva.

-No me pongas a prueba. –Responde y sale del baño.

En menos de los cinco minutos ya estoy lista, la verdad no me faltaba mucho y preferí no tener que comprobar como es Santhiago sacándome a la fuerza, mejor no. Lo encuentro tomando una copa de vino en su gran sofá acolchado que tanto me gusta, tiene una pierna cruzada por encima de la rodilla y una mano al respaldo del sofá, es un posudo.

- ¿Nos podemos ir? –Ahora soy yo la de la prisa.

- Como mande, madame. –Deja lo copa con coñac sobre la mesa de centro y se levanta. Yo me dispongo a salir, pero me toma fuerte por el brazo y me lleva hasta él, me toma por sorpresa su arrebato. –¿Sabes cuál es mi prisa por salir? –Yo niego. –Poder regresar lo antes posible y arrancarte ese hermoso vestido que traes puesto. –Me agarra el trasero con ambas manos y me da un azote. Yo doy un respingo y sonrío, ¿ese era todo el dilema? No se cansa de mí y yo de él tampoco, su confesión ha hecho que mi cuerpo reviva muchos momentos en los que me hace el amor de una forma excepcional. Me libero de sus manos porque si no nunca salimos de aquí, él sabe lo que acaba de provocar en mí y solo se digna a sonreír el muy descarado.

Durante todo el viaje hablamos de su madre, su forma de ser, su carácter, que al parecer es igual al de Santhiago, sus gustos, muchas cosas que debo saber para así mismo actuar, estoy muy nerviosa, el trata de calmarme, pero es casi imposible. Cuando por fin llegamos, nos demoramos un poco al bajar del coche.

Esta Vez Te SalvasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora