Capítulo 28

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—¿En dónde estabas Fernanda? ¿No sé supone que ya estabas dormida?

El gesto de doña Irene, era de desaprobación.

—Yo...

—Te hice una pregunta —elevó la voz.

—Baja la voz por favor, no quiero que mi papá se despierte.

Estaba bastante nerviosa.

—Justamente eso es lo que voy a hacer, despertar a tú papá. Es inaudito que te hayas salido de la casa y regreses a estas horas, después de estar haciendo saber qué. Ya sé que eres mayor de edad, pero sigues siendo mi hija.

—Cuidado con eso mamá, tampoco voy a permitir que pongas en duda mi reputación.

—¿Qué reputación Fernanda? y no estoy poniendo en duda nada. Solamente estoy diciendo lo que demuestras con tus acciones al salirte de la casa cuando te creíamos dormida y regresar a esta hora ¿Qué clase de señorita de su casa hace eso? ninguna.

—La clase de señorita de su casa que tiene que salir a auxiliar a su hermana porque tuvieron un inconveniente. Sonia me llamó para que fuera por ellas a casa de Jeremy, parece que pincharon llanta él las auxilió y me llamaron para avisarme.

—¿A qué hora fue eso? porque hasta ahorita a la que veo entrar es a ti.

—No hace mucho, si no me crees puedes ir a la habitación de Johanna y Sonia, verás que allí están.

—Pero... tú hermana me avisó que no vendría. ¡No me mientas Fernanda!

—Te estoy diciendo lo que pasó, no me importa si no me crees mamá. ¡Feliz noche!

Doña Irene se quedó con la duda y no dudó en subir y verificar lo que Fernanda decía, eso sí, no le creyó hasta que entró y vio a Johanna en su cama. Hubiera querido despertarla, pero el pequeño arrepentimiento que sintió por lo injusta que había sido con Fernanda le hizo irse a dormir. Tampoco iba a disculparse, y mucho menos cuando en su experiencia Fernanda no era precisamente quién dijera la verdad de sus hijas. Realidad que estaba bastante distorsionada para ella, y no le permitía darse cuenta de que las malcriadezas de Fernanda de niña habían quedado en el pasado, y ahora, todo era distinto.

***

—Buenos días Familia—saludaba Francisco a sus padres que estaban en el comedor.

—Buenos días —doña Irene muy sonriente—, siéntate que justo Rosita va a comenzar a servir el desayuno.

—Gracias mamá —dijo Paco sin borrar la sonrisa de su rostro.

—No puedo creer que te estés riendo como payaso, después de todos los errores que has cometido Francisco —agregó don Gonzalo con seriedad—, a menos que ya tengas una solución.

—Gonzalo, estamos en la mesa, por favor. —suplicó doña Irene.

—No te preocupes mamá, y en efecto papá, tengo un buen negocio que estoy seguro cubrirá las pérdidas que ocasionaron como bien dices mis errores —dijo Paco sintiéndose ofendido.

—Te creeré hasta que vea los resultados. Antes, lo siento mucho, pero me es difícil volver a confiar en ti.

—¡Johanna despierta, despierta por favor! —suplicaba Sonia apurada despertando a su prima.

—¿Qué pasa? No grites por favor, me duele la cabeza.

—Ya sé que te duele, y más con semejante borrachera que te pegaste ayer, pero levántate de una vez antes que suba tú mamá y se dé cuenta que tomaste —la jaloneó Sonia—, mira te prepare un café bien cargado para que te sientas mejor.

Para EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora