Capítulo 2

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A Francisco "paco" le dio mucho gusto volver a ver a Mauricio, ya hacía buen tiempo al igual que todos los invitados que no sabían nada de él, ambos tenían muy gratos recuerdos uno del otro, habían estudiado por muchos años juntos, antes de que Mauricio se fuera a la capital, y una que otra vez se vieron después que se fue, pero entre los compromisos de cada uno, se fueron distanciando, hasta reencontrarse en aquella fiesta.

Don Gonzalo comenzó a hablar de sus tierras, negocios y terminó hablando de su familia, presentando a Mauricio a cada uno de ellos, su esposa Irene Salvatierra de Monteros, su hijo al que ya conocía, Francisco, el mayor, Beatriz la segunda, Erick el esposo de esta y a una de sus mellizas; Johanna. Mauricio, apenas los recordaba.

Tanto Mauro como Mauricio quedaron impactados con la belleza de Johanna. Ella era alta, delgada, piel trigueña, ojos grandes color verde, pelo castaño largo, y vestía un vestido amarillo que la hacía ver simplemente como toda una reina de belleza, pero un poco inmadura a simple vista para Mauricio. Además, era una chiquilla de dieciocho años.

Pero ni siquiera tan majestuosa belleza fue suficiente para que Mauricio olvidara a aquella dama de vestido rojo que lo había cautivado por completo, trató de encontrarla con su mirada, pero todo indicaba que ya se había marchado.

Cuando terminó la fiesta ambos ya eran nuevamente amigos de la familia, tenían muchas anécdotas pasadas y ¡cómo no!, si tanto Don Ernesto como Don Gonzalo eran grandes amigos. Así que planearon ir a montar al otro día junto con Beatriz y Johanna para mostrarles un poco más las tierras, así Mauricio podría comenzar a familiarizarse con los negocios de su padre y con los cambios que había habido durante tantos años.

De camino a la Hacienda Beltrán, Mauro comentó sobre los planes que habían hecho con Beatriz y Johanna de ir al otro día a conocer las tierras. Don Ernesto estuvo de acuerdo, pero no con la idea de que fueran con Johanna pues según él, era una chiquilla que no tenía responsabilidad y Beatriz tampoco estaba empapada con ninguno de los asuntos.

Al contrario, les sugirió que, si ya habían quedado, que sí salieran a conocer, pero que esperaran a que Fernanda les explicara sobre los negocios, ya que era ella quién se encargaba de todo y que incluso Francisco, quien era el mayor, no sabía tanto como ella.

—¿Quién es Fernanda? —preguntó Mauro confundido.

—¡Ah! —Exclamó don Ernesto —es la otra hija de Gonzalo, la hermana melliza de Johanna, ¡Lástima y no la conocieron, es encantadora! pero debieron haberla visto en algún momento cuando era pequeña.

Mauricio en ese momento ni siquiera prestó atención; no podía dejar de pensar en aquella mujer de vestido rojo, no le importaba en lo absoluto escuchar sobre la otra hija de Don Gonzalo. Pero para su sorpresa, no tenía ni la menor idea de que se trataba de la misma persona de la cuál su papá hablaba: Fernanda Monteros.

Al otro día se levantaron temprano, desayunaron, y a eso de las nueve de la mañana ya estaban listos para ir a la hacienda Monteros. Cuando llegaron a la hacienda todos en la familia fueron sumamente amables con ellos. Ambos tenían la intriga de por fin conocer a la melliza de Johanna, y no era precisamente por todos los halagos y buenos comentarios que había hecho don Ernesto de ella, si no por saber si era igual, menos o más hermosa que su hermana. Aunque la duda era más, por parte de Mauro.

Ese día Beatriz se sintió indispuesta para poderlos acompañar a cabalgar, disculpándose por no poder acompañarlos como había quedado, verdaderamente no se sentía bien, al parecer el sereno de la noche anterior la había resfriado y se le hacía imposible ir con ellos. Y Johanna a pesar de que vivía en una hacienda no sabía montar a caballo muy bien, por lo que decidieron usar el Jeep para ir más rápido. Durante el camino salió a la conversación la gran ausente y desconocida: Fernanda Monteros.

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