Capítulo 8

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Mauricio también había salido a cabalgar esa mañana, se había comenzado a hacer del hábito. Normalmente lo hacía dentro de sus prados, pero esa mañana se acercó un poco más a la tierra de los Monteros, por lo que alcanzó a ver a Jeremy retirándose de donde estaba Fernanda, pero a diferencia de lo que sintió otras veces cuando los vio juntos y pensaba lo que no debía, en esa ocasión sintió agrado al ver que Fernanda tenía la capacidad de perdonar y olvidar. Algo en lo que él seguía trabajando.

Fernanda no se veía precisamente feliz, incluso limpió lo que pareció ser una lágrima. Extrañaba a Jeremy, pero sabía que no podía regresar con él, ya no confiaba en él. Mauricio pensó en hablarle, pero la culpabilidad se lo impidió. Fernanda no sabía nada sobre sus pensamientos y el por qué al principio se había comportado indiferente con ella, pero, aun así, sentía pena y vergüenza por haberla juzgado mal.

Cuando Fernanda regresó a su casa, pidió que le subieran el desayuno a su habitación, prefería comer sola en su cuarto a tener que compartir con su mamá, hermana y prima. Su papá había salido temprano a una reunión de amigos, así que al menos ese día, deseaba iniciar su día tranquilo. No tenía ningún plan más que quedarse en su casa a leer algún libro, o ver una película. El trabajo en la hacienda ese día se tranquilizaba, así que no había mayores preocupaciones, y con Carolina no podía hacer planes porque se estaba preparando para participar, en la elección de señorita del pueblo, así que no tenía más opción que quedarse en casa.

Mauricio también se quedó en su casa, pero cada pensamiento iba dedicado a la manera de poder ver a Fernanda y ser amable con ella para borrar los malos tratos de antes. Después de algunas horas, al fin tuvo una excusa. La llamó y la invitó a que fueran juntos a la inauguración de la fiesta del pueblo, pero Fernanda no aceptó. Aunque se habían estado llevando bien los últimos días, no confiaba en él completamente y le pareció hasta extrañó el que él le hubiera llamado para invitarla a salir.

—¿Y esa cara? ¿quién murió? —preguntó Mauro.

Se encontró a su primo en el despacho de la casa.

—Llamé a Fernanda para invitarla a ir conmigo a la inauguración de la fiesta del pueblo y me dijo que no —respondió bastante desganado.

—Eso quiere decir que no la vas a tener fácil —sonrió Mauro.

—Pasé más tiempo pensando en cómo puedo volver a verla, que lo que ella tardó en decirme que no.

Se lamentó.

—¡Pareces un niño Mauricio! Sí tanto te gusta, ve a su casa e invítala de frente para que no te pueda decir que no.

—No me gusta —se excusó—, solo que me parece una buena persona y ahora sabiendo lo que sé, tengo cargo de conciencia por todas las veces que la traté con indiferencia.

—Entonces no te debe importar —dijo y se fue.

No quería tampoco confróntalo, la noche anterior se lo había dicho y ni siquiera lo negó. Él más que nadie sabía muy bien que a Mauricio no solamente le gustaba Fernanda, le fascinaba.

Sin embargo, antes de que la noche cayera por completo, sin pensarlo dos veces salió rumbo a la hacienda Monteros.

—Buenas noches —saludó Maru.

Parecía que era la única que estaba en casa.

La mayoría de los empleados se habían ido a la feria.

—Buenas noches —la saludó—, ¿Fernanda se encuentra? —preguntó.

Deseaba que la respuesta fuera sí, y no que había salido.

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