Capitulo 4

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Pasaron quizás cinco minutos desde que salieron de la casa de los Beltrán, cuando Fernanda ya estaba desesperada y arrepentida de haber aceptado. Habían sido cinco minutos de total silencio, algo que le pareció bastante incómodo, tanto, que esos cinco minutos parecían horas.

—Te voy a pedir un favor Fernanda —dijo Mauricio.

Fue lo primero que se le ocurrió para romper el hielo.

A diferencia de ella, en la que esos cinco minutos le parecieron eternos e incómodos, para Mauricio representaban una prueba de fuego ante los sentimientos que estaba teniendo.

—¿Cuál Lic.?

—Justamente eso —sonrió él.

Fernanda lo vio aterrada.

«¿Por qué se está sonriendo?» se cuestionó.

—Ya no me digas Lic. Sé que te doy clases, pero preferiría que me digas Mauricio ¿Te parece bien?

—De acuerdo... Mauricio —respondió.

—Sé que te debo una disculpa, sé que no me he portado bien contigo.

—¡¿En serio?! Fíjese que yo ni cuenta me había dado —dijo con tono sarcástico acompañado de una risita.

—Sinceramente me quiero disculpar, he tenido una actitud muy infantil contigo. No me quiero excusar y solamente quiero que me disculpes, me gustaría que podamos tener una mejor relación; llevarnos bien y comenzar a reunirnos nuevamente para tratar los asuntos de nuestros padres.

—Sí, está bien. Acepto las disculpas, y estoy de acuerdo con lo de reunirnos otra vez.

La conversación se hizo sumamente interesante, hablaron de todo un poco, especialmente de las experiencias y travesuras que cada uno había hecho de niños. Después de cinco minutos, que se habían hecho eternos por el silencio, fácilmente pasaron dos horas a paso lento desde que Mauricio había decidido "pedirle un favor". Ninguno de los dos se dio cuenta de la hora hasta que notaron que ya estaba oscureciendo y no querían que el momento, y mucho menos el día, terminara.

—Sé que ya es tarde, pero aprovechando que estamos cerca. Vamos a un lugar que es el más hermoso de todas las tierras que la familia Beltrán y Monteros pueden compartir, y realmente tiene mejor vista a esta hora. ¿Está bien?

—Encantado, claro, vamos.

Mauricio aceptó fascinado. La compañía de Fernanda le resultaba muy agradable. Aunque era la primera vez que tenían la oportunidad de compartir tanto, había sido suficiente para sentirse atrapado, hasta el punto de que no le importaba el lugar; lo único que contaba era estar con ella.

Era una cascada muy grande, el ruido era inmenso pero la luz de la luna que comenzaba a verse se reflejaba en el agua que caía y la vista era sumamente hermosa, a Mauricio simplemente le encantó, era la famosa caída del rio, de la que tanto le habían hablado.

—No puedo creer que esté aquí —dijo.

Bajó de su caballo inmediatamente.

Fernanda lo siguió sin decir nada.

—Escuché mucho hablar sobre este lugar, siempre tuve la intención de venir, pero jamás lo hice. No puedo creer que esté aquí —agregó.

En algún momento había deseado llevar a Samantha a ese lugar, pero esa vez era distinto. Fernanda borraba el recuerdo de Samantha.

—Justo llegamos a la hora precisa, el sol aún no se ha escondido por completo y la luna ya comenzó a aparecer, ve el agua, parece como si fuera un lugar mágico. Desde que lo descubrí cuando era niña me ha encantado, y siempre vengo.

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