Hacienda Monteros
—¿A dónde vas con esa maleta? —cuestionó doña Irene.
Fernanda, iba bajando las gradas.
—A la capital, no quiero madrugar mañana.
—¿Ya no vas a ir a la casa de Isabel?
—No por ahora, ya entendí que no es tiempo.
—Qué bueno que lo hayas entendido, aunque después de todo lo de ayer. Ya ni pudimos hablar sobre el bautizo de Danielita.
—Lo sé, y me disculpo por eso.
Fernanda, pidió de favor a uno de los trabajadores que pusieran la maleta en su auto. Y luego de eso fue a la cocina para despedirse de Maru, quién no la dejó ir tan rápido. Había horneado pastel de zanahoria, el favorito de Fer, así que no habí amanera de que se fuera antes de probarlo.
—Maru, ¿Cómo era Isabel? Mi abuela Mercedes es la única que me cuenta sobre ella, pero quisiera escucharte a tí también.
—Bueno —suspiró Maru—. Fisicamente era muy parecida a Johanna, incluso hasta en lo coqueta. Tú hermana es igualita a ella en ese sentido, pero era como tu en el carácter y muy trabajadora. Por eso incluso tu abuelo Augusto decía que parecía una Monteros, de hecho él fue el que le compró los terrenos en donde construyó su casa. La vio bastante entusiasmada de involucrarse en el negocio de tú y papá, por eso la apoyó.
—¿Y eso por qué? ¿Por qué se los compró mi abuelo Augusto y no mi abuelo Mario, si era el papá?
—Porque en ese entonces tus abuelos se enteraron que estaba de novia con el hombre que la enagañó. Tú abuelo Mario, fue el que más se enojó.
—Me imagino, tampoco le hizo nada de gracia que esté de novia con Mauricio. ¿Y, mi tía Claudia no se enojó por los terrenos? Hasta ahora entiendo que el por qué se molestaba que mi abuelo dijera que yo era una verdadera Monteros, pero si lo decía de Isabel también, supongo que tampoco le gustaba.
—No, pero con el tiempo lo entendió. Claudia relamente jamás tuvo problemas con Isabel, más que todo fue con Mónica y luego con tú mamá.
—Nana, me regalas un pedazo de pastel por favor —pidió Johanna, entrando a la cocina.
A ambas les pareció extraño, ya que no solía comer azúcar y mucho menos pastel.
—¿Cómo era con nosotras? ¿Nos quería? —preguntó, luego de sentarse a la par de Fernanda—. Ya sé que estaban hablando de mi mamá. De Isabel, y también quiero saber. No se sorprendan —las vio a ambas—. ¿Era nuestra mamá, no?
—Sí, era su mamá —sonrió Maru, entregandole su rebanada.
Hospital.
—¡Wow! ¿Qué haces aquí? Tengo entendido que tuviste guardia anoche, creí que estarías durmiendo.
—Lo sé, pero de cierta forma me gusta estar aquí.
—Mauro, yo creo que lo que tu necesitas es una novia. Prácticamente vives aquí.
—No gracias, me gusta la tranquilidad —sonrió.
—Por cierto, cuando llegué había una paciente y dejó algo para Mauricio, me pidió que te lo entregara —dijo dándole una tarjeta.
No estaba sellada, así que ambos pudieron leer que en ella le daba las gracias por su apoyo.
—¡No lo puedo creer! —exclamó con molestía.
—¿Sucede algo?
—Sí, sé que está enferma y quizás estoy pecando al dudar, pero estoy seguro que algo está tramando para envolver a mi primo otra vez.
ESTÁS LEYENDO
Para Enamorarte
Teen FictionMauricio es un joven soñador y está enamorado de Samantha y ella de él, pero las vueltas de la vida son tan impredecibles que diez años después se encuentra soltero, siendo exitoso como abogado, pero no en su vida sentimental, hasta que un día llega...