Capítulo 61

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—¿Cómo?

Erick no lo podía creer.

—No es nada serio, tengo muchas probabilidades de curarme así que no te preocupes. No quise decir nada y le pedí al doctor que tampoco lo hiciera, porque no vale la pena que se preocupen por algo que no deben. Además, sabes muy bien que no me gustan los hospitales.

—¿Por qué no le dijiste?

—Erick, no era necesario. No lo creí necesario, estoy bien.

Erick salió de la habitación en ese momento. Rompió en llanto al hacerlo. Sabía muy bien que su esposa le estaba mintiendo.

—¿Lo sabías? —le preguntó a Clara cuando la vio.

No tuvo que explicarle qué, para que supiera de qué le hablaba.

—Sí, pero no estoy segura de qué.

—Tiene cáncer Clara, cáncer, pero no le digas que te dije. Es claro que quiere que nadie se entere. Me lo dijo con mucha frialdad, como si no tuviera nada.

Clara solamente lo observaba, también le preocupaba Beatriz, pero no sabía qué decir.

—¿Qué le dijo el doctor Sebastián?

—Que Beatriz, quiere ver a todos tranquilos —se desbordó en llanto—. Eso vamos a hacer, estar tranquilos para que ella esté bien.

Al día siguiente

—Buenos días nana, ¿Y Erick? Anoche ya no regresó al cuarto.

—Salió, pero no me dijo a dónde —respondió Clara muy tranquila.

—Ya sabe que estoy enferma.

—Me da gusto, merecía saberlo.

—¿Por qué estás molesta?

—Porque todos merecerían saberlo o al menos la niña Fernanda o a tu papá. Ya llamó otra vez para preguntar cómo habías amanecido, pero como estabas dándole la pacha a Danielita, no te quise molestar. Pidió que le llamaras después.

—Ya hemos hablado de esto nana, y sabes bien que a la última que le diría es a Fernanda. Suficiente tiene con lo todo lo que ha estado viviendo. Además, verla mal sería demasiado fuerte para mí y no quiero eso. Y mi papá, ni se diga.

Ignacio había llegado esa mañana a casa de su hermano. Estaba muy pensativo así que ni siquiera saludó a nadie, más bien, se quedó escondido escuchando la conversación de Beatriz.

—Sí tú lo dices, yo sigo pensando que la niña Fernanda merece saber lo que está pasando contigo.

—No nana, no insistas. Además, ella está más tranquila ahora. Anoche se escapó con Mauricio, pero no vayas a decir nada —sonrió—. Sabes muy bien que Mauricio, es bastante respetuoso y estoy segura de que la va a cuidar muy bien. Me dio risa, porque me dijo que no la regañara antes de decirme lo que había hecho.

—Pues a mí me da gusto escuchar eso, cuando pasó lo del problema con la niña Johanna. Don Gonzalo se vio muy mal poniéndola a trabajar, parecía un peón de un lado para otro. Prácticamente no tuvo adolescencia, así que es bueno que haga travesuras de vez en cuando.

Ambas sonrieron.

«Lo que necesitaba, esta información es oro para mi» pensó Ignacio.

—¿Qué haces? —lo cuestionó Erick.

—Nada, te estaba buscando y me quedé pensando en algo. Mi mamá llega hoy ¿Te avisó?

Buscó la manera de distraer a su hermano.

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