Capítulo 44

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—¿Un hijo? —preguntaba Mauricio.

—Nunca te lo pude decir porque mi mamá me obligó a que me casara y mi esposo se hizo responsable de todo.

—No te creo Samantha. Seguramente estás, son otras de tus mentiras. Vete de mi casa —pidió.

Prácticamente hizo que se fuera a la fuerza y recién se fue, pidió que le ensillaran uno de los caballos y salió a montar.

Necesitaba despejarse, por lo que se dirigió a las cataratas. Sentía mucho miedo de que lo que Samantha había dicho fuera verdad y perder a Fer.

Cuando iba llegando vio a Fernanda sentada al lado de la poza, así que se apresuró para llegar a donde ella estaba.

—Fer.

Le bastó escucharlo para levantarse de dónde estaba y abrazarlo.

—Fer, Samantha fue a mi casa y me dijo que tengo un hijo.

Ni siquiera lo pensó, simplemente lo dijo. Deseaba ser honesto con ella y no quería que se enterara después o de otra manera.

—Mi mundo se está rompiendo Mauricio —dijo ella.

Estaba llorando.

—No digas eso mi amor, sabes que te amo —la abrazó con fuerza.

—Me acabo de enterar que soy adoptada y ahora tú me dices esto —lloró.

—¿Qué dices?

—Me acabo de enterar. Y no sé qué sentir, o qué pensar, mis papás son mis tíos y mi tía Isabel era mi mamá. No te imaginas lo mal que me siento, tanto que no sé ni qué decirte o cómo reaccionar lo que me acabas de decir —se limpió las lágrimas.

—Fer, amo. Te lo he dicho muchas veces, pero es la verdad. Te amo como nunca imaginé amar a alguien y te prometo. Escúchame bien —sujetó su rostro—, que voy a estar contigo en todo momento, y sobre lo que dijo Samantha, estoy seguro de que es una mentira —la abrazó.

—Gracias. Sabes, en medio de todo me siento muy agradecida por haber tenido una familia, un gran papá como mi papá. Pero... creo que saber que Irene no es mi mamá fue lo que más me dolió. Sin embargo, hoy, hoy Mauricio, por primera vez la sentí mamá, el mismo día que me enteré de que no es mi mamá es cuando más sentí su cariño.

Mauricio solamente la abrazó, sabía que dijera lo que fuera solo Fernanda sabía lo que estaba sintiendo realmente. Fernanda le contó todo lo sucedido y la historia de su verdadera madre, él la escuchó y el tema de su hijo prácticamente quedó en segundo plano.

Cuando Fernanda regresó a la hacienda vio que Claudia iba de salida con una maleta y Sonia estaba llorando.

—¿Qué fue lo que pasó? —le preguntó a Rosita.

—Es que su papá la echó de la casa —respondió con pena.

Fernanda, salió corriendo a buscar a su papá. Ya se veía calmada, aunque sus ojos hinchados delataban lo mucho que había llorado.

—¿Por qué echaste a Claudia? —preguntó recién lo encontró.

Estaba en la sala con toda la familia.

—No se merecía otra cosa.

—Papá, yo sé que esto duele —sus ojos se cristalizaron nuevamente—, pero personalmente le estoy agradecida por haber sido la única valiente en decirlo y sinceramente tampoco creo que lo haya dicho por maldad. No la eches por favor.

—Esa mujer no puede seguir en esta casa, hija —agregó doña Irene.

—No me llames hija, por favor.

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