Capítulo 57

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—Sabía que te iba a encontrar aquí —dijo Mauricio.

Fernanda estaba en las cataratas.

—¿Ahora eres adivino?

—No —sonrió—, pero llamé a tu casa porque tú celular me tío a buzón, y me dijo que habías salido a montar. Después de lo de anoche, supuse que ibas a querer tranquilidad.

—Y mucha —se recostó en él, luego que se sentó a su lado—. No es solamente lo de anoche y la noticia que... ya no sé si es buena o mala, para mí. Si no, que, además, tuve un cruce de palabras con mi mamá sobre Johanna, que... —suspiró.

—¿Ella está bien?

—Sí, justo eso es lo que me tiene pensativa. Tú sabes que a raíz de la relación que tenía con Pablo, que gracias a Dios no pasó a algo más. Nos acercamos más, así que sé que era algo importante para ella.

—No lo dudo, incluso se desmayó.

—Exacto, fue muy impactante para ella. Y hoy simplemente se despertó, y se fue al spa. Solo la vi de lejos, pero se veía animada. Me preocupa que solo sea un espejismo o que sea yo la única intensa que toma todo de la peor manera.

—No creo que sea eso, sabes muy bien que no soy psicólogo, pero quizás es la manera en la que lidia con el dolor. Todos tenemos maneras distintas de hacerlo, y quizás para ella funciona pretendiendo que todo está bien.

—Sabes, en este momento siento que tú. Beatriz y mi sobrina son lo único seguro que tengo. Porque mi papá y mi mamá siguen sin estar de acuerdo con nuestra relación y sé que eso tarde o temprano va a ocasionar problemas.

Mauricio la abrazó con más fuerza.

—Va a llegar el día en el que todo va a estar tranquilo, ya lo verás.

—Me encanta estar así contigo, gracias por estar siempre para mí.

—Sabes que te amo, así que no tienes por qué agradecer. Creo que de todo esto soy yo el único que salgo ganando, porque te puedo besar y abrazar sin problema. Me aprovecho —bromeó.

Fernanda lo besó.

—¿Me acompañas a ver a Pablo? No sé si ya se enteró, pero es mi hermano —dijo, sin poder contener las lágrimas—. Te juro que no sé si me da gusto o pena. Ahora tengo un hermano, y un papá que por lo que parece ni siquiera estaba enterado.

—Al menos tienes la tranquilidad de que Pablo es una buena persona.

Spa

—¿Enserio ya nos vamos? —cuestionaba Sonia.

—Sí, ya es tarde.

—Dijiste que íbamos a estar aquí todo el día.

—Bueno, quédate tú si quieres, pero yo tengo que ir al hospital.

—¿Al hospital? ¿A qué?

—No preguntes, ¿Sabes qué? mejor te dejo las llaves del auto y te veo en la casa.

—No, no. Sabes muy bien que no me gusta manejar, y menos tú auto. No vaya a ser una de esas lo choco y no quiero líos. Vete tranquila, yo le llamo a mi mamá para que pase por mí.

—Como quieras.

Johanna, no mencionó nada de lo que había escuchado y hasta ese momento no tenía planeado decírselo a nadie. Al contrario, sentía cierta alegría al pensar que, si Samantha y Susana lograban su cometido, Fernanda sufriría. Le consolaba pensar que su hermana sentiría lo mismo que ella.

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