Capitulo 17

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Don Gonzalo y Paco salieron muy temprano rumbo a la ciudad. Fernanda salió a cabalgar como de costumbre, doña Irene junto a Jazmín ayudaron a preparar el desayuno y Johanna con Sonia se terminaban de arreglar en sus respectivas habitaciones.

—Rosita ve a ver quién es —dijo doña Irene luego que tocaron el timbre.

Se le hizo extraño por la hora. Especialmente porque de haber dejado los trabajadores pasar a alguien era porque o se trataba de un conocido, o un familiar. Poco se imaginaron que era un repartidor que llevaba un hermoso arreglo floral para Fernanda.

—¡Wow! ¿Para quién es? —preguntó Jazmín al verlo.

—Para la señorita Fernanda —respondió Rosita.

Se veía bastante emocionada, como si hubiera sido para ella.

—¿Quién lo envió? —cuestionó doña Irene luego de verlo también.

—No lo sé, tiene una tarjeta, pero está sellada.

«Deja me doy un baño y ya bajo, gracias, Maru» se escuchó la voz de Fernanda.

—Mira lo que trajeron para ti —dijo Jazmín recién la vio, señalando el arreglo.

—¿Es para mí?

Le pareció bastante extraño.

—Tiene una tarjeta con tu nombre, intenté curiosear, pero está sellada. Veamos quién fue —insistió Jazmín.

Fernanda no se sintió muy cómoda con ver el nombre de la persona que le había enviado el arreglo, es más, temía leer el nombre. Especialmente porque dentro de su corazón anheló uno solo: Mauricio Beltrán. El cuál de ser así, no había forma lo dijera en voz alta o enseñara.

—Jeremy —dijo.

Lo hizo en tono bajo.

—¿Jeremy te lo envió? —preguntó Johanna.

Justo iba bajando las gradas junto a Sonia cuando escuchó el nombre y al ver el arreglo indudablemente era para su hermana.

—Johannita sabes que te quiero mucho, pero esto solamente demuestra que ese muchachito está interesado en tu hermana y tienes que aceptarlo —dijo doña Irene—, no puedes hacer nada para evitarlo.

—Creo que ya es hora de desayunar, tengo mucha hambre —agregó Jazmín.

Se sintió incómoda con la reacción de Johanna, que si bien fue calmada. Su gesto no era precisamente de paz.

—Yo estoy que me muero de hambre —dijo Sonia, siguiéndole la corriente a Jazmín.

Con eso consiguieron que fueran al comedor.

—Tú también ven con nosotras, vamos a desayunar todas juntas. Es día de mujeres. Rosita, pídele a alguien que te ayude a subir el arreglo a la habitación de Fernanda por favor —pidió doña Irene.

—Iba a cambiarme antes —respondió Fernanda.

Sintió incluso un poco extraña la amabilidad de su mamá.

—No importa, lo haces luego.

—Está bien... mamá... te prometo que no me siento bien con lo que está sucediendo.

Doña Irene exhaló antes de responder.

—Siendo sincera no te creía, pero vi tu cara cuando leíste el nombre. El arreglo es hermoso y muy grande, cualquiera se hubiera emocionado al recibirlo, pero no vi ese gesto en tu cara cuando leíste el nombre de la persona que lo envío y no es de alguien a quién le dé gusto. Ahora, más vale que dejemos el tema hasta allí y tengamos un desayuno tranquilo.

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