Capítulo 41

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Fernanda notó el gesto de sorpresa de Mauricio, pero bastó que la volteara a ver para saber que todo estaba bien, Samantha era parte de su pasado.

Incluso don Ernesto y doña Margarita se relajaron al ver la tranquilidad de Mauricio.

—¡Encantada de conocerte! —saludó Claudia.

—Muchas gracias, señora.

—¡No, no! no me digas señora, dime Claudia porque no soy muy vieja. Te llevaré unos cuántos años solamente —sonrió.

—Gracias Claudia —devolvió la sonrisa—. Hola Fernanda —saludó.

—Hola, que... qué sorpresa verte aquí —respondió.

Recordaba la conversación que había tenido con Mauricio.

—Ese no es un comentario para recibir a una visita —agregó Claudia.

Era una versión parecida a doña Irene, pero un poco más relajada.

Todos fueron amables con ella, incluido Mauricio que se limitó a saludarla. Incluso la comida estuvo bastante tranquila, tanto que los únicos que hablaban eran don Ernesto y don Gonzalo. Fernanda en especial se mantuvo bastante callada a comparación de otras ocasiones.

—Me encanta ver que has cambiado Fernanda —agregó Claudia con una sonrisa de oreja a oreja.

Fernanda, solo hizo una mueca amigable, ante la mirada de Mauricio.

—La verdad Familia, es que ya saben que no soy mucho de reuniones sociales, no me encanta hablar, pero hoy especialmente pareciera que estamos en un velorio y no celebrando que mi tía volvió —dijo Johanna con un suspiro y tono de burla—. Incluso mi querida hermanita a quien amo con todo mi corazón y parece un perico cuando se sienta en la mesa está hablando. Incluso parece una estatua. ¿Fernanda, estás bien?

—No comiences Johanna, por favor —pidió don Gonzalo—. Y lamento que el tema no te interese, porque considero que con Ernesto hemos tenido una provechosa plática, que ha sido del interés de muchos.

—No te engañes papá, tú lo dijiste: con don Ernesto —sonrió—. Así que con todo el respeto y cariño, permiso —se levantó de la mesa.

Mauricio la siguió luego que recibiera una llamada y Samantha aprovechó para preguntar por el baño y también levantarse. Rosita la ayudó a encontrarlo, pero tan solo esperó que ella se fuera para salirse e ir a buscar a Mauricio, quién había al balcón trasero de la casa.

Casa de Beatriz.

—Cariño mira lo que le compré a mi nieto —decía doña Socorro muy feliz.

—Aún no sabemos que será —sonrió Beatriz con mucha dulzura.

—Yo sé que será niño. Cuando estaba en cinta de Ignacio tenía el estómago igual que tú, con la misma forma y todo.

Beatriz decidió no comentar nada para no ofender a su suegra, o iniciar una pequeña discusión que sabía, no ganaría, así que estuvo atenta a ver qué era lo que le había comprado doña Socorro.

—¿Qué es todo esto? —preguntaba Erick al ver todas las bolsas regadas por la sala.

—Unas cuantas compritas hijo —agregó con una carcajada la señora.

—¡Seguramente te compraste toda la tienda! —rio Ignacio.

—¿Pasó algo? —preguntó Beatriz, sorprendida por ver a su esposo y cuñado allí cuando esa misma mañana le había dicho que trabajarían.

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