Capítulo 25

1K 67 0
                                    

—¿Por qué no le dijiste que estás de novia con mi...? —preguntó Carolina, no terminó la frase porque Fernanda la interrumpió.

Recién había cortado una llamada con Beatriz.

—Entre más personas sepan mejor, sabes que quiero mucho a Beatriz, pero tampoco quiero preocuparla y hasta que mi papá no sepa, prefiero evitarle esa angustia. Ya sabes cómo es.

—Hola —saludó Jeremy—, Fernanda ¿Podemos hablar? será un instante.

—¿Sales a comer conmigo el domingo?

Se habían retirado un poco de Carolina.

—Jeremy...

—Me atrevo a invitarte, porque la última vez no la pasamos bien —la tomó de la mano.

—¿Qué está pasando allí? —preguntó Mauricio a Carolina al ver a Jeremy de la mano con Fer. ¡Estaba celoso!

Hospital

—Estos son los resultados de Beatriz —cuestionó Mauro.

Se veía bastante preocupado.

—Lamentablemente sí. Creí que se trataba de una gastritis, jamás pensé que sería algo así. Por eso la referí contigo, conociendo a Beatriz va a necesitar un médico confiable.

—¿Interrumpo? —se acercó Mónica.

—No, todo está bien —agregó Mauro intentando ocultar su preocupación.

—Vine a traer estos documentos, necesito firma y sello para autorizar la compra.

—Ya vuelvo, voy por los sellos —dijo don Sebastián.

—¿Puedo hacer una pregunta indiscreta? —sonrió Mónica.

—Depende.

—Es que siempre te veo solito, y no sé si es que estás soltero porque el amor no te ha llegado o porqué te rompieron el corazón en algún momento.

—Las dos podrían ser —sonrió Mauro—. En algún momento me enamoré y no funcionó, y luego de eso he descubierto que no estoy para las ataduras. Aunque más creo que todo se debe a mi profesión.

—¿Siempre quisiste ser médico?

—Sí, pero mucho más después que mis papás murieron. Creo que fue un impulso de querer conservar su legado.

***

—¿Qué quería? —preguntó Mauricio, recién Jeremy se fue.

—¡¿Estás celoso?!

—Serías muy tonto si te pones celoso por Jeremy —agrego Carolina—, créeme que, si tuvieran algo, Fernanda hace mucho estaría con él y no contigo.

—Yo no dije que estaba celoso. Es mejor que vayamos cada uno a su aula por favor —pidió.

Fernanda y Carolina se vieron las caras de una manera cómplice y no pudieron contener la risa.

—No olvides que hoy voy a hablar con tú papá, espérame por favor —pidió.

Fernanda intentó contener la risa, pero le costó.

***

En una hacienda muy cerca del pueblo una ama de llaves corría apresurada para recibir a su patrona quien acaba de llegar después de una larga estadía en el extranjero.

—Qué bueno que se animó a regresar señora, la hacienda ha estado muy sola desde que se fueron y que estén aquí le da vida.

—Gracias Juanita, la verdad es que después que mi esposo murió se me hizo demasiado difícil estar aquí, pero como bien dicen, el tiempo lo cura todo.

—Pero déjala terminar de llegar Juanita, mi hija está muy cansada y me imagino que el venir le hace revivir todos los recuerdos que guarda esta casa —dijo la señora viendo al rededor.

Todos los trabajadores nuevos se quedaron sorprendidos al ver que la señora de la hacienda era una mujer joven, y más teniendo entendido que el patrón había sido un hombre maduro. Sabían que se trataba de alguien menor que él, pero jamás se imaginaron que se trataría de una mujer de veinti nueve años, delgada, de tez blanca, pelo negro, y ojos color café. Quien había quedado viuda hace aproximadamente un año, tiempo en el que prefirió irse del país.

—¿Piensas ir al pueblo?

—No, en lo absoluto. Por si no lo recuerdas soy una mujer viuda, y debo guardarle el luto a mi marido.

—¡Por favor, hija! como si no te conociera.

—Mamá, déjame descansar por favor, que, si no, en una de esas y al fin hago lo que debí hacer desde el principio, botarte.

—En aquél entonces, sabes que era tu obligación y no te puedes quejar porque casarte con Leonel, que en paz descanse fue lo mejor que te pudo pasar, si no mírate. Ni siquiera tienes los treinta años y posees una buena fortuna.

—No comiences mamá que sabes perfectamente que también la tendría ahora, si todo hubiera sido diferente.

—Eras muy joven, no sabías nada. Y no me reclames, que yo no te dije que te metieras a su cama, eso fue responsabilidad tuya.

—Igual no me puedo quejar, Leonel fue un buen hombre —dijo, viendo una pintura de su esposo en la pared—, era como mi amigo.

—Que todas las noches se acostaba contigo —dijo la señora con vulgaridad—. Y entonces ¿Vas a ir al pueblo? ¿Vas a buscarlo?

—No, no por el momento. Primero necesito averiguar si se casó. Ya ves que han pasado muchos años.

***

—¿Por qué no quisiste hablar con él papá? —preguntaba Fernanda.

Habían ido a la empresa con Mauricio, y don Gonzalo se había negado a recibirlo.

—No tengo nada que hablar con él. Tú sabes muy bien lo molesto que estoy y Fernanda, no te quiero ver con él. Ya te lo había dicho.

—Ni siquiera sabes qué era lo que quería decir.

—Y no me interesa, quiero ver resultados y hasta que no los vea, no me interesa nada. Muchos años nos han llevado a Ernesto y a mí levantar está compañía, para que estos dos buenos para nada hayan cometido un error tan tonto.

Fernanda no quiso insistir, y cuando salió le dijo a Mauricio que era mejor que siguieran esperando hasta que a su papá le pasara la molestia.

***

—¿Qué haces aquí, ya es tarde? —preguntaba Mauro.

Susana aún estaba en el hospital.

—Intento despejar mi mente.

—Tengo entendido que estás dando clases en la universidad. ¿No vas a ir mañana?

—Desearía faltar, pero no puedo. Suficiente fue con ausentarme hoy, me da mucha vergüenza ver a Mauricio, me he comportado como el paciente todo este tiempo.

—Lo bueno es que ya te disté cuenta. Y ya conoces a Mauricio, comprenderá que estabas desesperada y Fernanda es también.

—Gracias.

Tomó sus cosas.

—¿Piensas irte a esta hora?

—Si, tú sabes que siempre viajo. Si me quedo aquí, no podré descansar.

—¿Por qué no te quedas en la casa? y te vas mañana temprano, creo que es menos peligroso. Sé que viajas, pero hoy es mucho más tarde.

—No creo que sea buena idea, no quiero incomodar a nadie.

—Mi tío no está, Mauricio tampoco y mi tía estoy segura de que estará encantada de tenerte en la casa.

—Bueno, si es así. Está bien, gracias.

No tardaron mucho tiempo en salir del hospital. Susana lo siguió en su auto y cuando llegaron a la hacienda todo fue tal cual había dicho Mauro. Aunque lo que no esperaban era que Mauricio hubiera llegado justamente cuando estaban cenando. 

Para EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora