CAPÍTULO XX RECUERDOS

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Musspell, pueblo Khoisan, año 108 de la "Nueva era".

Los khoisan eran lo más parecido a gigantes que existía y Amarú era un verdadero ejemplo de ello. Un hombre de cuarenta y cuatro años, de larga barba cobriza con dejes grises como si las cenizas de una madera la hubiesen manchado. Su carpa de cueros y huesos de almaqah de colmillos se había conservado desde que Khoisan cazara al último de ellos para construirla. Luego tenía varias tiendas adheridas de piel de oso perfectamente cocidas y pisos de piedra azul. Podía ocupar una de las casas de piedra y argamasa, pero los cueros eran más cálidos.

Dos hombres peleaban sobre una superficie de pastos secos acomodados para apaciguar las caídas, parecían dos osos combatiendo por una presa. Uno pertenecía a "Los Grasosos del Río", se les decía así porque embadurnaban sus cuerpos con grasa de oso o de foca para soportar el frío, el enemigo vivo que penetraba silencioso por las debilidades de cada hombre, mujer o niño. Y el otro un "Volcanio" de los Hijos del Volcán Apagado del Último Sur, era un clan antiguo de herreros, orfebres y talladores que proveía de vidrio volcánico a todo el pueblo khoisan para forjar armas, y además producían muchas de ellas. Todas las armas de los khoisan estaban hechas de ese material, que, si bien no era tan duro como el acero, era lo más filoso que existía, incluso capaz de atravesar las cotas de malla si se atacaba con una espada lo suficientemente pesada. Una espada de vidrio volcánico podía cortar un hombre a la mitad sin mucho esfuerzo.

—Cuando terminen de jugar, reúnanse conmigo dentro de mi tienda. —Ordenó Amarú.

Detrás del gran Jefe, ingresaron todos los que pudieron, y los que no, trataban de oír desde afuera estirando el cuello y parando las orejas congeladas.

—Reuniremos a la gente de las cavernas, a los Grasosos del Río y a los Volcanios. Ya no volveremos a suplicar reparo al "Reino de hielo", volveremos, pero para conquistarlo. —Amarú tenía que levantar la voz para que todos los hombres le oyeran. El viento soplaba muy fuerte y los silbidos que esgrimía eran ensordecedores—. Necesitamos organizarnos, necesitamos un ejército de verdad, si queremos tomar de una vez la ciudad de hielo.

Todos asentían con la cabeza, esperando a recibir las órdenes.

—Necesito generales que cumplan funciones específicas, obedezcan y sean obedecidos por sus soldados. Necesito vidrio volcánico y hombres que forjen espadas y flechas, necesito almaqahs con corazas, caballos lanudos, lanzas, catapultas, brea de los pantanos, necesito hombres entrenados para pelear contra gigantes, necesito escaladores que abran la ciudad desde adentro. —La voz de Amarú se levantó grave como un trueno.

Las copas de aguamiel chocaron con la mesa de piedra pulida. El Último Sur tenía mucho trabajo que hacer. En la carpa solo quedaron el Jefe Amarú y su más preciado compañero: el volcanio Ehecatl, un experto trabajador de la piedra y el vidrio volcánico, además de poseer la fuerza de un almaqah, era bravo como un dragón. Pero también leal como un perro.

—Cuando Khoisan, el último de los hermanos se fue bien al sur, donde los otros cobardes mayores hubieran perecido, llevó un libro consigo, este libro es tan viejo que leerlo sería romperlo, sus páginas de deshacen al tocarlas. Mi padre me contaba que su abuelo hablaba de un antepasado que lo había leído y decía que existía un camino entre las montañas de hielo que conducía al reino de los gigantes. Que antes de llegar, puedes ver a los dragones congelados. —Mencionó Amarú.

—Todos los abuelos que alcanzan a conocer a sus nietos cuentan la misma historia, —se bufó Ehecatl sonriendo con ojos pálidos de un celeste tan lechoso que lindaba con el blanco de una nube de verano.

—Necesito que creas en esta historia, necesito que te la repitas noche tras noche, hasta que te convenzas de que es cierta, y una vez que lo hayas hecho, quiero que vayas hasta las montañas de hielo y busques a los Gigantes de Hielo, ellos son hijos de Khoisan, por lo tanto, mis hermanos. Búscalos y diles que los necesitamos, que tienen el deber de venir a defendernos.

Ehecatl se preparó para partir.

Lágrimas que caen en el corazón del mundo - (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora