CAPÍTULO XLVI POR AMOR

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Reino de ciudades libres de Sukavati, principado de Vasanta, año 122 de la "Nueva era".

—Un ladrón visitando las habitaciones de la Princesa, no podemos permitir eso. —Habló Abiyoga, tio de Victoria, y uno de los miembros principales del consejo.

—¿Hablas de negarle a la Princesa su derecho real al trono? —Se indignó el canciller Tannin. El canciller en Vasanta no solo era el guardían del sello real, sino que estaba al cuidado de las cartas que el reino enviaba y recibía, además de tener el cargo principal en todas las cuestiones de diplomacia con otros reinos.

—No se está hablando de eso, pero podemos hacer algo más. Como ejecutar a este ladrón y hacer que la Princesa cumpla con lo arreglado. —Sugirió el Gran Maestre Horon, sacudiéndose la barba de restos de pan de azúcar cristal que había estado comiendo.

La reunión del consejo había terminado. Se levantaron de sus asientos de madera refinada y dejaron de beber la sopa caliente en las casuelas de cerámica de reflejos. Algunos iban directo a atender sus asuntos personales, otros se quedaban meditando en el patio interno, cerca del algibe.

La mujer entró a los calabozos cubierta de un vestido negro con capucha.

—No se puede visitar a ese prisionero. —Argumentó el guardia.

—Soy la Princesa, veré al prisionero que desee ver. —Dijo Victoria con autoridad.

El carcelero se irritó, pero obedeció de mala gana. Abrió la puerta de hierro con tiradores y bisagras reforzadas. La muchacha se descubrió el rostro apartando la capucha de su cabeza y abrazó a Medr con fuerza y lo besó con pasión.

—Quieren ahorcarte. —Dijo Victoria sacando la lengua de la boca de Medr lentamente.

—Si es por el oro, puedo devolverlo y pagar el doble de lo que he robado, así se me encarcelaría, pero evitaría la horca.

—No es por el oro, el oro fue tu estupidez y la excusa para ejecutarte. Saben que eres mi amante. Mi boda fue arreglada antes de mi nacimiento con el heredero de Luyef, el Príncipe Urtzi. No quieren riesgos de que falte a ese contrato que nunca he firmado.

—Y ¿qué haremos? ¿Me dejarás morir? —Se inquietó Medr.

—¿Morirías por mí?

—Por supuesto que sí... —Dijo él con ojos enamorados.

—Solo quería oírlo. —Sonrió Victoria.

El carceleró sintió el aroma del guisado de lentejas con carne de res llegar hasta su estómago, abriéndole el apetito.

—Aquí está la cena. —Dijo el hombre que repartía la comida a todos los sirvientes del principado. Había llevado la cena del consejo y ahora al carcelero y los guardias. No preguntó por qué, pero esa noche sus órdenes eran especificas: "llevar la comida y el vino solo al consejo, a los guardias de los calabozos y al carcelero". Supuso que los demás siervos, el Mayordomo y los cortesanos cenarían otra cosa. «Guiso de lentejas y sopa, eso es todo lo que comemos, seguramente los cortesanos disfrutarán de un banquete con carnes de todos los tipos, quesos, frutas y dulces.» —Se quejó en sus pensamientos.

La Princesa Victoria se acostó a dormir junto a Medr.

—Debería irse, no quiero que pierda su trono por mí, Princesa, de alguna manera escaparé del verdugo o lo compraré para que me deje ir. —Indicó Medr.

—Shh... —lo calló la Princesa con un beso en la boca— no harás nada de eso, solo quédate conmigo. —Lo abrazó y lo atrajo hacia su lado en la cama de piedra.

La copa de vino se le resbaló de la mano, sentía que un dragón escupía fuego dentro de sus tripas. Primero vomitó el caldo de lentejas, luego sangre. Su garganta se cerró mientras su consciencia se sumergía en un hoyo apagado. Le hubiese gustado arrancarse le cuello para clamar el ardor y la sensación insoportable de su cuerpo abandonando la vida, también abrirse el estómago y sacar las tripas a refrescarse con agua de aljibe. Cayó de espaldas con los pies rígidos. Su rostro estaba azul e inflamado. Así yacía el carcelero, tendido en una profunda muerte.

En la sala del consejo, los cuerpos de todos sus miembros regaban el suelo. Inflamados y azules. Ninguno había acabado su comida o su vino.


Lágrimas que caen en el corazón del mundo - (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora