CAPÍTULO LXVII CLAVOS EN LAS MANOS, ESPADAS EN EL CUELLO

2 1 0
                                    

Musspell, ciudad de Carahue, año 128 de la "Nueva era".

Rudiano esperaba que Ankalli subiera a bordo, lo habían obligado a anclar en el muelle principal de Carahue. No estaba muy a gusto con esa orden, pero debía cumplirla. Estaba retrasado con unos encargues que debían llegar a Laurasia, y los clientes siempre tomaban los retrasos como excusa para pagar menos de la cantidad acordada.

—Ha de ser algo importante para que me obliguen a anclar. —Dijo Rudiano enfadado.

—No fue de esa manera. —Se disculpó Ankalli tomando asiento.

—¿Y de qué manera entonces?

—Es algo importante y no podía dejar que te vayas sin hablarte...

Rudiano calmó sus ánimos, no lo ponía de buen humor que se le entorpeciera. Su tiempo era valioso y los clientes esperaban por sus cargas.

—Muy bien, habla entonces, mi negocio es llegar a tiempo para hacer más negocios.

—Tú sabes mejor que nadie que hay cosas más importantes que los negocios. ¿Quién era esa niña que trajiste hasta mí?

—No lo sé, solo una niña. —Respondió Rudiano.

—No es solo una niña. —Aseguró Ankalli gesticulando.

—Puede que tenga un talento especial, me convenció para que la trajera por dos monedas de oro en mi barco más lujoso.

—Entró al Claustro Negro sin ser vista, rescató a mi padre y luego me dijo que un muchacho vendría un día y que debía protegerlo...

—No sé qué decir al respecto, la conocí dos días antes que tú.

—También me dijo que tenía que proteger al Emperador Crono.

—Sigo sin entender para qué hiciste anclar mi barco y por qué me haces perder el tiempo. —Se impacientó Rudiano.

—Necesito tus barcos, tengo algo que transportar que no puede ir por tierra. —Pidió Ankalli.

—¿Qué cosa?

—Mi ejército... 

Lágrimas que caen en el corazón del mundo - (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora