CAPÍTULO XXVI RECUERDOS Y PROMESAS

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Niflhei, pueblo Yankton, año 111 de la "Nueva era".

Tenía las manos tan grandes que necesitaba siempre mangos más largos para sus hachas y espadas. Inakayal frotaba frente a un espejo de hielo las cicatrices que le tatuaban todo el rostro, le faltaban mechones de cabellos en varias partes de la cabeza, sus brazos eran anchos y su cuerpo obeso y peludo. Su barba estaba tallada en franjas que dibujaban varias medialunas desde el cuello hasta las mejillas, henchidas por el viento frío que traía el mar. Las olas golpeaban las rocas mientras los aparejos bajaban la vela del mástil. Dos hombres lanzaban una de las áncoras de la proa y dos más, la otra. Inakayal estaba solo, llegó en uno de sus botes favoritos, no tenía la eslora del barco de la Isla Negra, pero disponía de un castillo bien equipado. Abelio lo reconoció y frunció el ceño desconfiado. Los hombres del barco, la mayoría de dientes podridos, cicatrices en brazos y rostros, esperaban alguna señal. Muchos de ellos habían sido marcados como violadores, ladrones y asesinos. Antes de ser ladrones del mar, habían sido ladrones en tierra y muchos habían perdido manos y ojos como castigo, sin embargo, ahora si los atrapaban, el castigo para el pirata era la muerte.

Abelio Sirrah, era el nombre que había adoptado el Capitán, todos los piratas cambiaban sus nombres e incluso algunas mujeres piratas cambiaban hasta su forma de hablar para parecer hombres. Tenía una gruesa cicatriz en forma de cruz en la mejilla, signo de que había violado; otra línea horizontal en la frente, marca hecha a los asesinos y un corte vertical en cada pómulo, como se distinguía a los ladrones. Con joyas incrustadas en la nariz, las cejas y las orejas.

Había intentado cubrir casi todas sus cicatrices con tatuajes tribales de los caníbales de la calavera, pero seguían notándose. Abelio descendió sobre el bote de Inakayal. Sus hombres estaban apostados, aguardando alguna emboscada que nunca llegó.

—Abelio Sirrah —Dijo Inakayal.

—Inakayal... —esperó por algún apellido, pero los jefes nunca tenían apellido.

—Solo Inakayal.

—¿Qué es lo que vienes a ofrecerme? —Preguntó Abelio sin preámbulos, sabía que una emboscada ya hubiera sido ejecutada, la Bahía Estrecha era un buen lugar para esconder buques de guerra con catapulas y hombres armados.

—Sabía que venías y vine a recibirte en persona. —Trató de sonreir, pero el gesto fue tan falso que se arrepintió de forzarlo.

—Sabes que, aunque vinieras con tus pocos hombres muertos de frío y hambre no podrías detenernos.

—Y vienes a saquear un pueblo muerto de hambre... ¿Qué botín esperas encontrar: un cofre de pestes y un arca de ratas?

—No lo haremos por el botín, lo haremos por placer. —Escupió al suelo—, cortar tu cabeza sería un comienzo, necesito un nuevo candil para leer por la noche y lo haré con tu craneo.

—Dudo que sepas leer.

—Es verdad, pero me gusta simular que leo, así mis hombres creen que soy más listo que ellos y no dudan en obedecerme. —Abelio se burlaba de Inakayal volviendo la conversación cada vez más absurda—. Esta negociación se está volviendo de lo más aburrida, vienes hasta mí, solo y sin una idea.

—Conquistemos el "Reino de Hielo"—propuso Inakayal—, solo queremos la ciudad, pueden quedarse con todo el botín.

Abelio Sirrah se quedó pensativo.

—Los barcos aquí no serán útiles, necesitamos más hombres. —Agregó Inakayal.

—Puedo hablar con otros capitanes, los conozco a casi todos: Bat Sadalsuud, Exu Hamal, Butsu Deneb Alggiedi y hasta el mismo Sirius. Todos ellos estarán contentos de saquear Gilgamesh y de violar a las gameshis, debes darme tiempo para encontrarlos.

—¿Cuánto tiempo?

—Si fuera fácil encontrar un barco pirata, todos estaríamos colgados.

—Yo te he encontrado.

—No, yo he venido a ti y estaba a punto de saquear tu aldea, violar a tu esposa y hacer que tu hija me lamiera el culo mientras cago, cuando llegaste a mi barco, y ahora la propuesta que me has hecho me parece más rentable.

El barco estaba anclado a media legua de la costa. Sacudido por las olas y retraído por el cielo gris. Los hombres en cubierta cantaban y bebían de la misma manera asquerosa.

—Siempre me he preguntado ¿cómo hicieron para sobrevivir tantos años en este desierto blanco? —Preguntó Abelio con interés natural.

—Supongo que los días pasan, se acumulan, se convierten en años, así pasa la vida de las personas: soportando. Y creo que será así hasta el fin de los tiempos.

—Ja ja ja —Rió el pirata con ronquera y escupió al mar—. La vida de los cobardes, sin duda.

El bote de Inakayal se dirigía hacia la costa. Lo amarró al muelle de piedras y huesos, y montó su caballo albino alejándose a un galope corto mientras detrás, el galeón izaba sus velas negras.

Llegó a la noche siguiente a encontrarse con su pueblo, estaba agotado, sediento y hambriento, el invierno rondaba cerca, pero no traería un frío insoportable. Los pequeños lagos no tenían sus orillas congeladas y esa era una buena señal.

Los yankton esperaban a su líder circundando una hoguera que mantenían encendida desde hacía tres noches.

Inakayal llegó agotado y congelado por su propia sudoración. Aun conservaba algunas fuerzas para decir unas palabras antes de desfallecer sobre una cama de plumas.

—No cometeremos la estupidez que cometieron los khoisan de ir a suplicar a los hijos de Gilgamesh, él expulsó a sus propios hermanos a morir en el frío, fue un bastardo él y son bastardos sus hijos. —Aseguró Inakayal mientras se calentaba en una de las hogueras junto a su pueblo y pensaba en todo lo que había oído de la Isla Negra: caníbales, dioses horribles que exigían el sacrificio de niños, hombres que bebían sangre humana y por supuesto, piratas. «¿Cómo haría para deshacerse de ellos una vez en la ciudad de hielo?» —Renegaba. Sabía que no podría controlar a hombres como el Capitán Sirius y definitivamente no quería a ninguno de ellos entre su gente.

—¿Los piratas se unirán a nuestra causa? —Preguntó uno de los ancianos.

—Me temo que, si logramos vencer al enemigo, luego tendremos que vencer a quienes nos ayudaron a vencerlo. —Sonrió Inakayal.

Lágrimas que caen en el corazón del mundo - (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora