Reino de Pa-Hsien, península de Rodas, año 126 de la "Nueva era".
El barco de Rudiano los aguardaría amarrado a uno de los muelles de la península, por orden expresa de Ankalli. Una vez fijado el precio adecuado, Rudiano esperaría un año entero.
El paso de Zenenet era confiado y sereno, Ankalli la perseguía apurado, chocando sus talones a cada rato. Esquivaron algunos lodazales, tratando de no embarrarse demasiado, pero les resultó imposible.
El guardia estaba frente a ellos. Parado de espaldas al Claustro Negro como una gárgola. Caminaba un estrecho y corto recorrido de un lado al otro y volvía a pararse. Había encontrado una sombra agreste y no muy tupida de un nogal solitario que se elavaba desde el verdinal que envolvía a casi todo el claustro. Ankalli aminoró la marcha, mientras Zenenet encaraba cada vez más decidida.
—Hay un guardia —susurró Ankalli tomándola del brazo e intentando traerla hacia su lado.
—No tiene importancia, él no nos verá. —Aseguró Zenenet, soltándose.
—¿No nos verá? Está frente a nosotros. Ya nos vio.
—Camina detrás de mí y no dudes.
—¿Caminar hacia dónde? Es una pared con un guardia y no hay puerta... ¿estás loca?
—¿Quieres encontrar a tu padre?
—Por supuesto. —Afirmó el hombre de Carahue.
—No hay puertas, el Claustro Negro no tiene puertas, pero aun así se puede entrar. —Dijo una confiada Zenenet.
—¿Cómo? —A Ankalli ya empezaban a impacientarle todos esos códigos sin sentido de esa niña idiota.
—De la misma manera que se hacen todas las cosas... con determinación. Vamos.
Caminaron. Zenenet con decisión, su compañero con miedo e incertidumbre. Pasaron frente al guardia como si no existieran para él, Ankalli no salía de su asombro. Ella iba a la vanguardia, él miraba al guardia fijamente y no entendía cómo no podía verlos. Cuando volvió la vista hacia adelante, estaban adentro del claustro. Ankalli dejó escapar un grito sordo, mitad miedo, mitad asombro.
—Shh... —lo calló Zenenet dándole una de las dos antorchas que quitó de la pared— estamos en el lugar más peligroso del mundo, no debemos hacer ruido.
—¿Cómo haremos para encontrarlo?
—Ellos nos guiarán.
—¿Qué sucederá si nos atrapan? «"Ellos nos guiarán" seguía insistiendo con hablar con tanta reserva, encriptando sus palabras para que solo pudieran entenderla quienes estuvieran dentro de su cabeza».
—Nos torturarán, nos empalarán, beberán nuestra sangre en alguna ofrenda, harán muebles con nuestros huesos, se comerán nuestra carne en una cena de iniciación, arrojarán nuestras entrañas a los sajmets, harán ropa con nuestra piel, usaran nuestros cráneos como candiles y eso será solo el principio...
—¿El principio? ¿Qué otras cosas podrían hacer?
—Algo mucho peor.
—¿Peor que todo eso?
—Arrancarte el alma, mantenerla prisionera por siglos dentro de una locura de terrores, agonías y tristezas, mientras tu cuerpo se levanta de la muerte y camina sin vida... créeme, morir no es lo peor que puede sucederte en este lugar.
Los pasillos parecían laberintos oscuros y horrorosos. Doblaron en un callejón que parecía más iluminado, luego en otro a la izquierda. Caminaron derecho y luego volvieron a virar, se escondieron unos instantes de dos sombras encapuchadas que pasaron en silencio. Ankalli quiso mirarlos, reconocer sus rostros, le pareció que uno tenía los ojos rojos, ardiendo como el infierno.
—Es aquí, pero tú no puedes entrar, no quiero que vea esto Señor. —Aconsejó la muchacha.
—Eres una niña ¿Qué puede ser lo que yo no pueda ver que tú sí?
—Yo he nacido con esto, lo he visto toda mi vida, en mis pesadillas.
Zenenet y Ankalli regresaban con el viejo Calfucurá a la rastra, lo ayudaban a caminar como podían. El hombre que fue ya no estaba dentro de ese cuerpo, hacía tiempo lo había abandonado. Era una figura inanimada.
Subieron al barco luego de una larga caminata por la noche. Rudiano fue despertado por el Contramaestre para identificarlos. Ankalli ahora no estaba del todo seguro de lo que esa muchacha se disponía, ciertamente le había cobrado temor ni bien salieron del Claustro. «¿Cuál podría ser el propósito con su padre?» —Se preguntó.
—¿Qué era ese lugar? —Indagó Ankalli.
—El claustro tiene dos caras, lo que se ve, lo que cualquier Emperador de Pa-Hsien vería en caso de que exigiera entrar, que es un lugar de entrenamiento de tropas, de formación de sacerdotes, de reclusión. Y la parte de abajo donde estuvimos, donde bueno, ya sabes lo que hacen.
—¿Abajo? Nunca hemos bajado...
—No me refería a "ese" abajo...
Un muerto de ojos abiertos delante de ella. Calfucurá se movía a duras penas, sus pies torpes no le respondían del todo bien, pero caminaban ayudándolo. Le necesitaba, solo él tenía las respuestas que ella buscaba.
—Usted los ha visto y yo necesito encontrarlos. —Le dijo al viejo. Lo miró, buscando algún indicio, un músculo, un parpadeo.
Nada.
—Usted fue a Pa-Hsien porque quería encontrarlos, pero allí no estaban, las voces no vienen del Claustro Negro.
Nada.
—Pero lo encontraron los "otros", y ya no lo dejaron ir, le robaron el alma y la consciencia.
Una pequeña lágrima brotó de uno de los ojos de Calfucurá.
—En el claustro saben dónde están ellos-los-que-nacieron-antes-que-la-tierra, por eso fue hasta ahí... —Zenenet le clavó la mirada.
La piel del viejo comenzó a erizarse, su cuerpo empezó a tiritar y un halo helado y azul lo recubrió. Luego recuperó el color y quedó algo somnoliento. Perdido. Muerto. Pero vivo.
—No servirá de nada. Ya ni siquiera es él. —Determinó Zenenet, Ankalli tenía la mirada absorta, pudo decir mil palabras, pero no le salió ninguna.
De repente, los ojos de Calfucurá se encendieron rabiosos y brillantes. El murmullo del mar se hizo más nítido y pudo escudriñar esa mirada que instantes atrás era tan profunda como una estrella apagada y ahora mostraba un reflejo vivificado. Zenenet observó de frente a esos ojos que vieron más de lo que hubiesen querido. Tomó la mano del viejo con suavidad, mientras perdía poco a poco el sonido del mar. Sus sentidos regresaban a la percepción habitual.
—Se supone que debo ir al Último Sur. —Dijo ella al fin, como si el viejo le hubiese transmitido esa certeza.
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Lágrimas que caen en el corazón del mundo - (Libro 1)
Fantasia(COMPLETADA)-El heredero al trono ha sido desterrado a un reino lejano y deberá regresar a reclamar lo que le pertenece mientras se enciende la montaña y se inicia las cacerías de dragones de las cuales nunca nadie ha regresado en los últimos mil añ...