Reino de ciudades libres de Sukavati, Principado de Vasanta, año 125 de la "Nueva era".
—Desde que ese espejo apareció en Alümapu todo fue desgracia. —Dijo Maahiset ocultando sus cabellos amarillos dentrás de las orejas. Llevaba una capucha de lino liviana y fresca, pensó cubrirse la cabeza, pero enseguida desistió.
—Quizás ese espejo apareció ahí porque tenía que aparecer, quizás tenga un fundamento, un sentido que usted tiene que encontrar. —Presumió Medr.
—Nunca termino de entender de lo que usted habla, mi Príncipe.
—Si yo viviera en el Niflhei, no dudaría un solo momento, luego de oír historias de Gigantes de Hielo o de dragones congelados, en ir hasta el Último Sur, en intentar verlos con mis propios ojos.
—Y esa curiosidad podría quitarle la vida.
—O podría darme todo. ¿Cree en Ardelac Señora?
—Creer en un Dios... por supuesto que no.
—Piense que usted un día sale a buscar la existencia de ese Dios. Si no la encuentra, si ese Dios no existe, no habrá perdido nada, pero si resulta que sí existe, entonces habrá ganado todo. —Reflexionó Medr.
Estas palabras hicieron eco en la mente de Maahiset. Se quedó pensativa unos instantes, olvidándose de que Medr estaba allí.
—Voy a dejarla descansar. Vaya a acostarse, Señora, ya es tarde. —Medr se alejó mientras Victoria entraba en el salón.
—¡Qué descanse Señora! —Gritó Victoria sonriendo desde el otro lado del salón.
—¡Qué tenga muy dulces sueños, mi Princesa! —Contestó Maahiset. Le quería, pero aun así no dejaría de temerle.
Atravesó las columnas de bronce que sujetaban una cúpula conopial y subió las escaleras laterales tomando una antorcha para iluminar su paso. Llegó hasta su habitación y se tiró sobre la cama a dormir sin siquiera quitarse las prendas.
*
El sueño fue tan profundo que la despertó mucho antes del amanecer. Estuvo rumiando en la cama hasta que la idea estaba cada vez más clara, de pensamiento se convirtió en certeza y luego en decisión. Bajó a tomar el desayuno. Victoria la saludó con voz cálida y Medr solo se limitó a sonreírle con la mitad de la boca.
—Voy a regresar a Keops. —Dijo Maahiset. Medr volvió a sonreír, aunque hizo una mueca de desaprobación—. Y luego a Pie del Valle, buscaré a mi gente y encontraré mi camino, y volveré algún día para agradecerles todo lo que han hecho por mí.
Les hubiera gustado a ambos tenerla más tiempo como invitada, ayudarla les hacía olvidar que habían asesinado a todas esas personas para estar juntos. Terminaron de desayunar. Los sirvientes juntaron los trastes y se retiraron. Victoria y Medr se levantaron de la mesa, ofreciendo las disculpas a Maahiset. Ella se puso de pie e hizo una reverencia a los príncipes. Pensó que los había ofendido con sus palabras, pero era lo que Medr quería. «Victoria no debe estar enterada de lo que el Príncipe habla conmigo y se ofendió por mi partida abrupta, ¡qué tonta!» —Pensó la barda. Al poco tiempo regresaron ambos, tomados de la mano y tan felices y enamorados como siempre. En algún punto los envidiaba.
—Le preparamos una alforja con comedor, un cuchillo, agua, una toga, por si necesita cambiarse y una saca de cuero con algunas coronas de oro y cobre por si quiere cenar y descansar en alguna posada. —Medr fue guardando las cosas en la talega de cuero de alcis marrón.
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Lágrimas que caen en el corazón del mundo - (Libro 1)
Fantasy(COMPLETADA)-El heredero al trono ha sido desterrado a un reino lejano y deberá regresar a reclamar lo que le pertenece mientras se enciende la montaña y se inicia las cacerías de dragones de las cuales nunca nadie ha regresado en los últimos mil añ...