CAPÍTULO LI TIEMPO CONGELADO

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Niflhei, el Último Sur, año 124 de la "Nueva era".

Las auroras en el cielo dibujaban arcos irregulares de los más variados colores azules, marrones y algunos violáceos.

Las montañas de hielo se levantaban como muertos de sus tumbas. Ehecatl había caminado azotado por un viento tan helado que hubiera matado a cualquiera, pero no a un volcanio, y mucho menos a él.

En algún momento todo se había puesto oscuro y ahora su cabeza parecía un tambor, cada latido que punzaba dentro del cráneo, era doloroso como mil demonios y latía sin detenerse. Sentía el frío solo en las piernas, pero lo había sentido en todo el cuerpo. Lo había sentido durante muchos años. Había estado dentro de un profundo sueño, pero recordaba a las personas que lo estaban mirando.

Tengo frío —Ehecatl se miró la mano derecha suponiendo que hacía mucho tiempo estaba allí— ¿Quiénes son ustedes? —Se miró las piernas atrapadas dentro de un espeso bloque de hielo— ¿Por qué me han congelado?

Nosotros no te congelamos, hace quince años que estamos descongelándote. Respondió una voz por detrás.

Quince años —se repitió... sintió el peso de todos esos años caerle como un costal en los hombros.

—¿Por qué estás aquí? Preguntó la voz que se hacía más cercana.

—¿Quiénes son ustedes? —Desconfió Ehecatl.

—Responde tonto, si quisiéramos hacerte daño no hubieramos perdido quince años en intentar descongelarte.

—Fui enviado por el heredero de Khoisan.

—¿Para qué te envía el heredero de Khoisan?

—Necesita ayuda para recuperar la ciudad de hielo.

Al fin vio de frente a quien le hablaba, era un hombre taciturno, alto y fornido como un roble rojo. Vestido de pieles y ropajes abrigados. Había dos hombres más con él. Se los oía murmurar, pero no podía ver lo que estaban haciendo. De pronto notó que se habían retirado. Sentía mucha hambre. Trató de moverse, pero fue inútil, sus piernas no podían hacerlo dentro del hielo.

El bloque de hielo continuó descongelándose durante toda la noche. Despertar fue lo peor que pudo pasarle a Ehecatl. Dormir de pie era algo imposible. Se la pasó estornudando y maldiciendo. Incluso pidió a "Ellos" que se lo llevaran.

A la otra mañana, podía apenas mover los dedos. El hombre taciturno que le había hablado el día anterior llegó con un pico de hierro y una maza de piedra azul, y rompió el bloque de hielo en mil pedazos de un golpe tan sutil como débil.

—Quince años —se burló Ehecatl con labios temblorosos por el odio, hambre, dolor y frío que sentía— ¿Por qué no partieron el hielo en añicos desde un principio?

—Porque hubieras sido tú, parte de esos añicos. Me llamo Resef. —Se presentó el hombre taciturno con un gesto de cortesía desacostumbrado en el sur.

—Ehecatl es mi nombre, supongo que "gracias".

Ehecatl bajó algunos escalones torpemente, sus piernas aun estaban frías y entumecidas, y ahora comenzaban a dolerle. Le sirvieron carne de foca en caldo caliente sobre una mesa de mármol con patas de roca que enfriaba los alimentos casi de manera instantánea, de todas maneras, no fue esa la razón por la que devoró los alimentos, atorándose.

—¿Recuerdas a quienes te congelaron? —Preguntó Resef.

—Todo lo que recuerdo es que estaba caminando y de pronto dormí un sueño frío, helado.

—Es la primera vez que sabemos de ellos, cuando te vimos congelado, llamamos a un Mago muy poderoso para que venga a ayudarnos, pero se fue sin decirnos mucho, solo que esperaramos para descongelarte...

—Necesito encontrar a los que me hicieron esto.

—Para que tardemos quince años más en descongelarte nuevamente ¿acaso eres idiota?

—Necesito hablarles, me enviaron...

—Sí te enviaron, —interrumpió el otro hombre, se llamaba Ankatu e iba vestido de cueros negros, moteados de blanco— ¿pudiste hablar con ellos la primera vez?

—No. —Respondió angustiado.

—No puedes hablar con los Gigantes de Hielo, si te vuelven a ver, te volverán a congelar. —Intervino Resef.

—¿Qué debo hacer? Me encomendaron esa tarea...

—Debes quedarte aquí.

—¿Para qué?

—Hace unos años, la montaña escupió humo por la boca, en unos años más escupirá fuego desde sus entrañas y cuando eso suceda, "vendrán" y la ciudad de hielo no será el lugar para esconderse.

—¿Quiénes vendrán? —Indagó Ehecatl.

—Dragones...

Lágrimas que caen en el corazón del mundo - (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora