CAPÍTULO XXXVIII SE ENCIENDE LA MONTAÑA

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Imperio de Kyoga, ciudad de Kyoga, año 118 de la "Nueva era".

El cielo amaneció cubierto de una espesa ceniza gris, la gente se agolpaba en las almenas más altas, cercanas al último puente del este. El monte Agni anunciaba una erupción inaplazable, podía tardar días, meses o incluso años, pero si de algo se podía estar seguro era de que llegaría. Nunca el volcán había dado una falsa alarma. Los caballeros y magos tragaban saliva y escaldaban de temor tanto como de agitación. El momento que esperaban que sucediera y que no llegara nunca durante toda su vida, estaba floreciendo. No tardaría mucho hasta que algún navío llegase con la noticia a Laurasia y los barcos comenzaran a adentrarse por el cauce del Itr-âa hasta la fortaleza de Kyoga.

El Rey Quzah no despertó esa mañana. La noche anterior había estado mirándose las manos: temblaban como una hoja en una red de araña, el contorno de sus huesos se veía como rocas en los prados a través de la piel ya desgastada por los años, y sus venas azules parecían ríos corriendo en las llanuras. Mandó llamar a su hija Skadi. La muchacha llegó hasta la cama de su padre, sentándose al borde de la misma. Quzah admiraba el cabello purpúreo de la niña.

—Tus ojos parecen dos soles. —Dijo el viejo Rey, tropezando las palabras con su rasposa voz.

—Usted ha sido el mejor padre y Emperador que he conocido. —Reconoció Skadi.

—No del todo mi niña. —Tosió desafortunadamente­—. Hay algo que no he hecho. —El Rey desnudó su brazo izquierdo mostrando aquella cicatriz que se hiciera diecisiete años atrás—. He tenido a la mitad de mi guardia buscando a ese maldito por todo Gondwana, he enviado barcos incluso hasta Laurasia a buscarlo, barcos que no trajeron noticias o que nunca regresaron, y ahora estoy viejo y no quiero que quede nada sin concluir en mi vida.

—No se preocupe Señor, yo lo haré. —Prometió Skadi tomando un cuchillo de mango de oro de la mesa de madera de alerce de cien inviernos que reposaba en la vieja habitación del Rey, lo llevó hasta un brasero y lo calentó lo suficiente para hacerse una marca en el brazo izquierdo quejándose por el ardor.

—Acércate para que pueda besarte en la frente. —Ordenó el Rey con voz cálida. La muchacha llevó la cabeza hasta los labios de su padre y sintió un beso apenas pronunciado.

Crono estaba observando desde hacía unos instantes después de que Skadi se marcara, Quzah invitó a su hijo a sentarse al filo de la cama.

—Debes acompañar a tu hermana, buscar a quien ultrajó su honor. Mátalo. Mata a sus hijos, a sus hermanos a todo lo que respire cerca de él.

—Padre. —Contestó con pesar, lo veía muy cansado.

Al fin se sintió aliviado, habían sido demasiados años y estaba contento por lo vivido, aunque también triste y temeroso porque sabía que iba a morir, su esqueleto se estaba abriendo paso hacia el cadáver y él lo sabía.

Esa mañana, Crono fue a despertarlo, como todos los días, para compartir el desayuno con su padre, había soñado con el monte Agni, aunque nunca lo había visto. Desde que entró en la habitación sintió un fuerte escalofrío que le recorrió el semblante, hasta que por fin tuvo a su padre cerca y notó que ya no respiraba. Pronunció dos veces en voz baja el nombre del viejo y luego lloró amargamente apretando la cabeza contra las sábanas, hasta sus ojos violáceos se tiñeron de rojo. Mientras estaba de rodillas junto al lecho del Rey muerto, trató de ponerse en su lugar. Siempre había sabido qué hacer, pero solo porque su padre estaba a su lado. Ahora se preguntaba si todo resultaría bien. Se sentía tan seguro siendo hijo de un Rey respetado y amado por todos, ahora el trabajo de su padre le había hecho muy difícil el camino. No se le perdonaría un solo error, una sola equivocación. No le eran ajenas las historias de intrigas para asesinar y destronar emperadores, y ese miedo le recorrió la catadura dibujando en su rostro una mueca ajetreada. De pronto abandonó esos pensamientos y llamó a la guardia, que ya era su guardia y ahora quien daba las órdenes era él.

Lágrimas que caen en el corazón del mundo - (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora