Cuando tenía unos cinco años, fui a visitar a mi abuela a su casa en el campo. Poseía hectáreas de césped y huertos. Era un sitio hermosísimo y pacífico, todo lo contrario a lo que estaba acostumbrada, a mi imparable Sydney. Pero por más agradable que fuese, yo estaba encaprichada con irme de allí. Y no me culpo, ya que de toda la vida he sido una inconformista. Y si a eso le añadimos alergia a la primavera, ese sitio no era el mejor para mi. Sin embargo, mi abuela, con sus flácidas manos me llevó a dar un paseo para que desfrunciera mi diminuto ceño y dejara volar mi imaginación.
La miré mientras me sostenía entre sus brazos. Su pelo era más blanco que la nieve y parecía débil, muy débil.
-Aquí está lo que yo buscaba.- me dijo con los gallos típicos de la edad en su timbre de voz- esto, Daniela, es un diente de león.
Ya sabéis, esas flores secas típicas de la primavera, con semillas blancas que salen volando solo con el roce del viento.
-Y cada vez que encuentres uno entero, tienes que soplarlo y pedir un deseo, seguro que se cumple.
Yo, con la inocencia infantil que poseía entonces, apreté bien fuerte los ojos y dudé sobre qué deseo pedir. Pero, como desde que nací he contado con esta cabeza romántica, (mentalidad de artista, supongo) pedí encontrar a mi príncipe azul.
Hoy, doce años después vuelve a ser primavera. Las flores se abren, el clima es cálido, hay más color, la sangre altera... Y el polen se adueña de mi nariz, provocando rojez en mi cara, mocos y peor humor de lo normal en mi.
En esos doce años había soplado muchos dientes de león pidiéndole al destino cosas inútiles. Me había convertido en una niña obsesionada con los libros, amante del teatro narrado y la poesía del romanticismo. Objeto de burla por parte de los niños, lo cual no me hizo más débil, sino crear una barrera con la sociedad. Respondía a las bromas con mi mejor arma, la ironía. Y cuando los niños se dieron cuenta de que mis respuestas eran más inteligentes que sus intentos de insulto, pararon.
Todo ese panorama hizo de mi una pre-adolescente rebelde, de esas que por pintarse la raya del ojo negra desde los once años y llevar mensajes reivindicativos en las camisetas, se cree lo bohemio y hippie del mundo. No sabéis como me avergüenzo de esa etapa de mi vida. Sin embargo, hice algo bien en esos años. Cuando cumplí los trece, empecé a escribir. De todo lo que se me pasaba por la cabeza. Poesía, relatos, hasta algunas canciones sin música definida. Y es básicamente lo que sigo haciendo. Con quince, empecé a publicar en un blog, bajo el seudónimo de "Dandelion" (diente de león en inglés), ya que no quería que nadie supiese quién o cómo era.
Ahora, con diecisiete, ya no busco dientes de león por las esquinas en primavera. Pero si me encuentro alguno, me río y me digo para mí misma: "quiero un unicornio volador" y lo soplo. Después me voy riendo y sacudiendo la cabeza. Había perdido la fe en los dientes de león, pero era divertido. Nunca se me había cumplido ni un deseo. Pero ahora pienso que, quizá, mi abuela se equivocara. Quizá el único deseo que se cumple es el primero que pides. Ya, que puede que doce años después, los dientes de león me hayan concedido a mi príncipe azul. En forma de cantante australiano de dieciocho años con sonrisa blanca y derecha, ojos oscuros y rasgados, tez color cámel oscuro y un color de voz indescriptible.
He encontrado a Calum Hood.
Capítulo 1:primavera
Me desperté como cada mañana en mi casa de locos. Una casa bastante grande si no fuera por las ocho personas que vivimos ahí dentro. Pasamos la mayoría del tiempo en la plata baja. Después está la primera planta (la de las habitaciones) y después el desván. O lo que es lo mismo, mi dormitorio. El techo tiene forma de triángulo y todo está hecho de madera. La única ventana que tengo es un ojo de buey encima de la cama.
Ese día de primavera, bajé a desayunar, como siempre. Ya se escuchaba el ruido mañanero que formaban mi madre y mi tía en la cocina. Mis primos gemelos de seis años correteaban por el patio, armando jaleo, como siempre. Mi padre y mi tío leían en periódico en el sofá y mi hermana Nikki, la curiosa, miraba la tele mientras se zampaba un bol de colacao.
-Hola, buenos días. Tengo prisa, mucha prisa. -le di un beso de buenos días a cada uno corriendo, colocándome bien la mochila. -Mamá cojo esto, me tengo que ir.
-Muy bien, cariño, que pases un buen día.
-Igualmente.
Salí corriendo de mi casa comiéndome un croissant. Me había puesto vestido y converse, porque hacía mucho calor en Sydney. Cuando salí, vi un matojo de dientes de león y me reí para mi misma. Pero de un momento a otro, vinieron nubes, el cielo se cerró y me sentí una gota de agua en la mejilla. Corrí a meterme en el primer techado que vi. Estaba toda la calle completamente sola y yo en vestido y sin paraguas. Así, que saqué "asesinato en el Orient Spress" de Agatha Christie y me puse a leerlo. Total, a primera hora me tocaba literatura universal y ya me había leído todos los libros que la profesora había mandado.
Cuando pasó un minuto me di cuenta de que ya no estaba sola. Un chico que estaba mirando al cielo tan desconcertado como yo antes, acababa de meterse en el mismo sitio que yo. Me quedé mirándolo porque soy así de curiosa. También puede que fuera algo guapo.
-Sí, soy yo. -Me dijo.
-¿De qué hablas?-Fruncí el ceño confundida.
-¿No te preguntabas si era Calum?
Claro, guapo pero idiota. Sacudí la cabeza y me volví a centrar en el libro.
-Perdona, es que suele pasarme.
Asentí.
-Tranquilo...
-Soy Calum Hood.
-¿Hood? ¿Como Robin?
Sonrió con una sonrisa blanca y derecha, una sonrisa bastante bonita. Dadas sus facciones no parecía mucho mayor que yo. Sinceramente, aunque suene superficial, si no hubiera sido así no estaría hablando con él.
-Sí, como Robin Hood. ¿Cuál es tu nombre?
-Daniela Graham.
-¿Puedo llamarte Dani, o Dan?
-Daniela está bien.
-Mejor, porque Dan se llama un amigo mío.
Asentí sonriente.
-¿Qué tipo de música te gusta, Daniela?
Me quedé un momento pensativa.
-El jazz-Añadí - y el rock.
Después me di cuenta de que no tenía nada que ver una cosa con la otra.
-¿Has escuchado hablar de un grupo llamado 5 seconds of summer?
-Puede que algo en el instituto... Sí, juraría que varias chicas de mi clase están locas por ellos. ¿Son de sydney, no? ¿Por qué hablamos de una boyband australiana?
-Banda, somos una banda, no una boyband.
-¿Somos?
Al principio no me lo creía, pero tras enseñarme su Twitter, su Wikipedia y varias fotos de Google, no tuve más remedio que creermelo.
-Está bien, Hood, entonces estoy hablando con un cantante internacional plagado de fans adolescentes, ¿no?
-Más o menos.
-Está bien saberlo.
Nos reímos un momento. Calum se asomó un momento a mirar el cielo. Parecía que estaba escampando.
-Parece que escampa- me dijo- Entonces, Daniela, ¿Puedo invitarte a un café por mi malentendido?
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Dandelion - Calum Hood
FanfictionPasaba el rato soplando dientes de león hasta que Calum llegó a mi vida.