Empatía

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Durante el concierto solo me entran más ganas de llorar. Esta vez son diferentes. Estoy orgullosa de ellos, de mis chicos. Estoy orgullosa de que estén cantando tres canciones escritas por mi, y sobretodo estoy orgullosa de lo fuertes que son. No pasan treinta segundos sin que se me ponga la piel de gallina.

El momento Ingrid ha sido algo que jamás se me borrará de la mente. Hemos visto en la pantalla vídeos cortos De Luck cantando una canción mientras iban en coche a alguna parte, Vines de ella y Michael en la fiesta ibicenca...imágenes de su vida reducida a treinta segundos. Después de eso pusieron su violín de fondo. Jamás he escuchado llorar a tanta gente a la vez.

Todo ha ido sobre ruedas, aunque era imposible disfrutar del todo con lo decaídos que estaban los chicos (al menos para mi lo era). Lo que más me preocupa es qué harán con Luck ahora. Apenas he hablado con Angel desde que...bueno, apenas he hablado con ella; y con Holly ni una palabra. Con Dan, sin embargo, paso un rato charlando con él todos los días. Al principio apenas pronunciaba una palabra, aunque no quería que me fuese de su lado. Intentaba fingir que estaba bien, me sonreía y bromeaba. Pero tenía los ojos tristes. Tres días después del día de la montaña, fui como cada noche a la habitación de Dan a hablar con él. Estaba mirando el móvil tirado en la cama y se me quedó mirando cuando entré. Me di cuenta al instante de que ese día no tenía ganas de fingir.

-Hola, Danny -le dije desde la puerta-. ¿Me voy?

Él simplemente negó con la cabeza, así que entré.

-¿Qué te pasa?- Le pregunté susurrando mientras me sentaba a su lado y él se incorporaba en la cama.

-Estoy hecho una mierda, Dani. No puedo dejar de pensar en ella. Y de vedad que intento estar bien pero no puedo- Se restriega las manos por la cara, como símbolo de desesperación-. No creo que pueda llegar a recuperarme alguna vez.

-Vas a salir de esta, Danny. No va a ser fácil y por supuesto no te vas a olvidar de ella. Pero llegará el día en el que pienses en ella y ya no duela.

-No. Puede llegar el día en el que piense en ella y no me entren ganas de pegar puñetazos, incluso en el que piense en ella y sonría en vez de llorar. Pero, ¿que no me duela? Eso es imposible, Dani. Voy a enseñarte el culo.

-¿Qué?

Se rió levemente de mi cara de confusión.

-No pienses mal.

Se puso de pie y se dió la vuelta. Apoyó su pulgar en hoyuelo derecho de su espalda y deslizó el dedo hacia el filo de sus pantalones, arrastrándolo no más de tres centímetros hacia abajo.

-Se acabó tu misterio -dijo-.

Podía leerse una "I" del tamaño de un tapón de botella. En negro, en cursiva, con una caligrafía antigua y decorada. Pasé el dedo por encima y me quedé mirándola unos segundos.

-Dani, esto es algo incómodo. ¿Puedo subirme los pantalones ya? Solo falta que entre Calum y me pegue.

-No se te ve nada, exagerado. -Volvió a sentarse a mi lado- Estás loco.

-Ella tenía uno igual con una "D". Nos lo hicimos el año pasado.-Asentí en silencio aunque seguía pareciendome una locura y una chiquillada- ¿Cómo va el tuyo?

-Bien, cicatrizando.

Me llevo la mano al costado casi sin pensar.

-¿Por qué un diente de leon?

-Dandelion.

-¿Qué?

-Prometo contártelo algún día. Pero hoy no, no es el momento.

Dandelion - Calum HoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora