Sociedad

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No puedo describir el dolor amargo que siento por dentro. Desde que conozco a Calum, nunca lo había visto con esa expresión. Intento explicarle lo mejor que puedo, pero mi voz apenas sale. Alguna vez creí, ingenuamente, que se me daban bien las palabras. No. No se me dan bien, simplemente las escupo.

-Sólo fue un día, Calum. Yo... No sé lo que me pasó. Sentí cosas -sacudo la cabeza y me limpio las lágrimas-. Te juro que intenté que se fuera. Dejé de hablarle. Pero fue inútil.

-Cada vez que estabas rara, ¿era por eso?

-Sí. -Contesto sin tapujos.

-Vale.

No dice nada más. Está ahí quieto con la vista enfocada al vacío y las esferas negras ardiendo en fuego silencioso. No llora, no frunce el ceño, no tiene expresión.

-Calum...-Poso la mano en su rodilla, pero me la aparta y se levanta de la cama.

-No me toques, Daniela. No me toques porque estoy a punto de explotar y voy a decirte cosas de las que después me arrepentiré.

-Calum, es que cualquier cosa es mejor que tu silencio. Dime algo -me levanto y voy hasta él-. Sé que tú has tenido que sentir algo parecido por Angel. Estabas colado por ella cuando te conocí. Eso no se va de la noche a la mañana.

-No es lo mismo, Daniela.

-Claro que lo es.

-¡No! Estaba enamorado de ella y claro que sigue habiendo restos de eso de vez en cuando. Por dios, no hace ni seis meses. Pero yo nunca te hubiera sido infiel, Daniela. Nunca. -Esa es la reacción que me esperaba de su parte.

-Lo siento. -Sé que no tengo perdón y no espero que me perdone por llorar.

-Es que con eso no me vale -hace una pausa larga y sacude la cabeza-. Sal de la habitación, por favor.

Nos miramos a los ojos un segundo y después salgo de la habitación. Me encuentro las bandejas por el suelo, el café medio seco en las moquetas, cristales rotos. Me dirijo hacia el único sitio donde realmente puedo ir: a la habitación de Dan. Rezo por el camino para no encontrarme con Angel. Toco en la puerta y escucho la voz alegre de mi amigo.

-¡Voy! ¿Quién es?

-Soy yo.

Abre la puerta nada más escucharme. Se me queda mirando serio un segundo, contemplando mis ojos hinchados y mi cara de malas circunstancias.

-Yo sabía que este día iba a llegar. Anda, entra. -Tira un poco de mi muñeca y cierra la puerta con pestillo- ¿Quieres una cerveza? -Sacudo la cabeza- Pues yo sí. Cuéntame.

Me siento en el suelo a los pies de la cama y espero a que Dan coja su cerveza y se siente a mi lado. Estamos un rato sin decir nada. Supongo que está esperando a que empiece yo, y yo no sé como empezar. Así, que me dedico a hacer lo que menos debería: pensar. Pensar en qué hacer ahora, en el tiempo que me queda en Nueva York, en el por qué de todo.

-¿Luke? -Me pregunta Dan cuando traga el segundo sorbo.

-Me ha besado. -Susurro.

Dan gruñe. No sé lo que significa, pero gruñe. Si estuviera de humor le diria: "¿Qué te pasa, Ewok? ¿Te has tragado el motor de un cepillo de dientes?" Pero tengo la sensación de que eso no va a ser así en mucho tiempo.

-Calum lo sabe, ¿no?

Asiento.

-¿Habéis roto? -Continúa.

-No lo sé -contesto cuando vuelvo a sentir los ojos acuosos-. Me ha echado de la habitación.

Dan asiente con cara de preocupación. Cara de tener que consolar a sus mejores amigas y ganas de estrangular a Luke por hacer que tenga que consolarnos.

Dandelion - Calum HoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora