Cinéfilos II

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Negué con la cabeza sonriendo hacia la ventana y sacamos el coche a trompicones. Era graciosa la manera en la que conducía pero no quería herir sus sentimientos. Estaba tan mono conduciendo con cara de concentración frunciendo el ceño...

Llegamos al cine media hora antes de la película. Compramos un cubo de palomitas y unos refrescos extragrandes. Nos sentamos en la última fila y al poco tiempo empezaron los trailers.

-Espero que no haya muchos sustos. -Me dijo.-Esta la quiero ver yo.

Entre que hablaba en susurros para no molestar y con la boca llena de palomitas, era nivel experto entenderlo.

Nuestros dedos se encontraron en el cubo de palomitas. Ese fue el primer contacto físico que tuve con él. Mi cabeza no paraba de darle vueltas a lo que había sentido. No había sido más que un roce y sin embargo, había conseguido que se me subiera la tensión corporal. A él no parecía haberle importado, seguía engullendo y mirando la película tan normal. O eso parecía. Cuando se acabaron las palomitas, ambos nos apoyamos en el reposabrazos. Primero solo se tocaban nuestros meñiques, después, el dedo de Calum invadió el mío y al cabo de un rato nuestras manos estaban completamente entrelazadas. Sin embargo, él seguía sin ni siquiera mirarme. La luz azul de la pantalla iluminaba sus ojos.

Hubo un momento en el que se acercó demasiado a mi, por un eterno segundo, pensé que iba a besarme. Qué ingenua.

-¿Crees que llegarán vivos a la casa? -Me dijo muy pegado a mi oído.

-No lo creo.

Y así pasamos el resto de la película. Cuando salimos, cegados por la luz del cine y estirando los brazos de estar sentados sin movernos, divagamos sobre qué hacer.

-¿Y ahora qué? -Me preguntó.

-Menos cenar, lo que tú quieras. Voy a explotar.

-Me has chafado el plan.

Me reí. Pero lo veía como tenso. No paraba de mirar a un lado y a otro y de tensar la mandíbula. No quería que le viesen.

-¿Estás bien? -Le pregunté.

Se mordió el labio y asintió.

-No quiero que me vean.

-¿Quieres ir al sitio más discreto del mundo?

-Estaría más tranquilo. ¿Cuál es?

-El acantilado de Sydney. Ya es de noche, estará desierto.

-Es la mejor idea que he escuchado en mucho tiempo.

Y así lo hicimos. Como dije, la playa del acantilado estaba sola. Lo único que que se escuchaba eran las olas del mar bravo. Aparcamos donde pudimos y nos acercamos un poco.

-¿Te da miedo pasear por la arena a esta hora?

-¿Por qué iba a darme miedo?

-Acabamos de ver una peli de terror, sería lo normal.

Nos reímos.

-Qué va, Hood, soy de piedra. -Dije poniendo una mueca de tío duro.

-Caalum...

Pisamos la arena y yo me quité las vans para quedarme descalza. Caminar descalza por la arena es un placer. Calum hizo lo mismo y se remangó el bajo de los jeans para caminar por la orilla sin mojarse. Empezamos a andar y a charlar mientras tanto. Le conté sobre mi familia, que vivíamos ocho en mi casa, el trabajo de mis padres, mis primos gemelos de seis años a los que tanto adoraban y tan loca me volvían, de mi hermana la curiosa, de mi gato, que siempre estaba en el jardín y no quería saber nada de nosotros...Él también me habló de sus padres y su hermana mayor. Nunca había escuchado a un chico hablar con tanto amor de su hermana. Hasta tenía un tatuaje con su nombre en el antebrazo izquierdo.

Cuando anduvimos un rato, Calum se quitó la sudadera que llevaba puesta. Pensé que me la iba a dejar a mi como en las películas americanas, pero en vez de eso, la tumbó en el suelo a modo de toalla para sentarse. Al menos dejó hueco para mi. Y cuando me senté a su lado se dio cuenta de que estaba helada. Entonces, me acurrucó contra él y frotó mi brazo con la mano para hacerme entrar en calor. Definitivamente, mucho mejor que la sudadera de las películas.

Lo oí suspirar. Me pareció curioso que nunca me había fiado mucho de nadie, y menos de un chico. Pero con Calum ni siquiera se me había pasado por la cabeza pensar en si estaba siendo sincero o no, porque estaba completamente segura de que sí. Me daba igual si era el maestro del ligue o con cuantas chicas se habría acostado. Simplemente, hablar con él como lo estaba haciendo, con eso tenía suficiente.

-Estoy rallado. -Me dijo mientras seguía entre sus brazos. No me esperaba esa conversación- Me he portado como un idiota con una amiga y llevo sin hablarle un tiempo. Ahora no sé ni como pedirle perdón.

-¿Me estás pidiendo consejo?

-Es la novia de Luke.

-¿La chica que te gustaba?

Asintió- Le he dicho cosas horribles para que se alejara de mi. Era mi mejor amiga.

-Yo no le daría más vueltas. Si quieres reconciliarte con ella, yo iría, le pediría perdón y ya está. Todos los amigos se pelean y, si tú dices que erais tan amigos, seguro que ella te echa de menos. -Pausé un segundo y después pensé en lo que acababa de decir. A veces no pienso antes de hablar.-Te dije que no eras fácil de olvidar. Seguro que te perdona.

-Quizá tengas razón. Gracias. Necesitaba contárselo a alguien.

Paramos de hablar durante un largo rato. Me sentí mala persona. Calum estaba abriéndose a mi, contándome sus problemas, intentado conocerme más y yo ni siquiera le había dicho quien era yo en realidad. Y me decidí a hacerlo. Me separé de él y lo miré a los ojos.

-Sí que escribo, ¿sabes?. Empecé con trece años. Ahora tengo un blog, me hago llamar "Dandelion". Colgaron un par de mis artículos en el periódico pero nadie sabe que soy yo. -Lo miré fijamente.- Nadie.

-Lo sabía. Tienes salidas para todo, era lógico que escribieses.

La sonrisa volvió a su cara durante todo el rato. Estuvimos poco tiempo más y después me acompañó hasta casa. Se nos había ido el santo al cielo y ya eran las tantas. Me quité los zapatos para no hacer ruido y fui adentrándome despacio, pero fue inútil.

-Conque con Jane, eh...tendrás que hacerme los deberes una semana para que no se lo cuente a mamá.

Dandelion - Calum HoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora