matrimonio; larry

capítulo 9.

dedicado a AnyLi0

—Ayer Lottie compró un conejo, me recordó a ti —dijo Louis en voz baja admirando como Harry tenía sus ojos cerrados, respiraba tranquilamente y como disfrutaba de sus caricias.

Los dos chicos se encontraban sentados en el sillón del salón viendo caricaturas en la televisión, aunque en verdad no le prestaban atención, sólo hablaban de lo que viniese en mente. Harry entre las piernas de Louis, recargándose en su pecho y el mayor aprovechando a acariciar el cabello del menor haciendo que éste se tranquilizara hasta el punto de obtener sueño.

Había ya pasado una semana desde que Louis había salido con Harry. Había conocido muchas maneras de evitar que la madre del menor se diera cuenta del contacto que su hijo tenía con él. Sabía exactamente a qué hora llegar y a qué hora irse de la casa de Harry para no ser descubiertos.

Y es que Louis estaba impresionado de lo accesible que era Harry, de lo sumiso que el chico era y eso le fascinaba. Ya que si por él fuera, ya se hubiera acostado con Harry, porque era capaz si él le manipulaba y decía cosas lindas al oído —aunque ya lo hiciera— pero él quería más tiempo, queria enamorarlo perdidamente para luego disfrutar de su dolor al dejarlo solo y devastado, alimentando su excesivo ego.

Harry se removió y se sentó para ver a Louis a los ojos con curiosidad.

—¿Por qué un conejo te recordaría a mi, Lou? —Louis sonrió y tomó la mano de Harry y la empezó a acariciar lentamente. El rizado de inmediato sintió su cuerpo temblar, ya que aún no se acostumbraba a el trato que Louis le proporcionaba.

Aún recordaba cuando le había preguntado a Louis el por qué era así con él, por qué le tomaba de las manos, por qué acariciaba su cabello y siempre se alegaba mucho a él. En Estados Unidos hacen esto, cosas de amigos Hazz, se defendió el castaño.

—Porque es pequeño, suave, sus mejillas son regordetas y tiernas, son sumisos y adictivamente peligrosos. Como tú, Harry, ¿puedo llamarte conejito? —preguntó el castaño con una sonrisa ladina, mientras su mano era posada en la barbilla de su menor.

—Conejito s-suena ti-tierno

—Eso quería escuchar —Louis revolvió su cabello y se levantó, tomó su chaqueta del sofá y la colocó en su hombro, Harry solo lo miró confundido—. Ya no hay más soda, iré al supermercado a comprar, ¿quieres algo? — su compañero negó y bajó la mirada tímido mientras se acurrucaba entre las sábanas que se encontraban en el suelo.

Así el castaño salió de la gran casa con su billetera en mano, tomó un cigarrillo de su chaqueta y le prendió en el camino hacia el supermercado pensando —como siempre— en la persona que en esa semana no dejaba de inundar su cabeza: Harry Styles.

El rizado lo estaba volviendo loco. Louis no entendía como podría ser tan perfecto, tan ingenuo y tan peligrosamente engañoso. El castaño tenía tantas ganas de besarlo, tocarlo y escuchar su voz suplicante pidiendo más y más. Necesitaba tenerlo bajo sus brazos gimiendo su nombre y perdiéndose en el completo placer brindado únicamente por él. Ver sus labios rojos e hinchados, su frente sudorosa y escuchar sus dulces gemidos...

Contrólate, Louis.

El castaño tiró el cigarrillo y lo aplastó con la suela de su zapato antes de entrar al supermercado y tomar una canasta para colocar su compra. Louis visualizó un pasillo lleno de golosinas al lado el de las sodas, mordió su labio abultándolo mientras pensaba hasta que se decidió en comprarle algunos chocolates a Harry.