Capítulo 5

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Enfurecido, camino a paso apresurado y persigo a los guardias. Vamos pasando por las celdas, en cada una hay una persona, pero me fijo bien y veo que una de ellas no tiene pinta de ser persona: su cabello es blanco y le llega hasta los tobillos, sus ojos son amarillos y tiene algo que le brilla en el hombro. Es una gema. Seguimos pasando por más y más celdas y me doy cuenta de que la mayoría son gemas, y todas tienen en común algo: tienen un símbolo igual al que Aleena hizo con su vestido en alguna parte de su prenda. Una estrella en medio de un diamante. Sin duda estamos en guerra con el Homeworld.

Cuando pasamos frente a una de las celdas, veo un pequeño cuerpecito en posición fetal al fondo. Aleena. Intento llamar su atención sin hacer ruido, pero parece que está dormida. Miro al frente de esta celda y en ella está Rubén, quien me hace señas de que haga silencio. Al principio no entiendo el porqué, pero miro sus manos y veo que tiene una máquina extraña en ella. Es algo parecido a un desestabilizador de gema, pero más puntiaguda y diferente, no se ve como si fuera peligrosa, pero algún motivo debe tener para pedirme silencio.

- No deberías estar aquí – dice uno de los últimos guardias, Robert. Él es un amigo que conocí cuando llegué aquí, iba a ser reclutado para médico pero tenía la suficiente experiencia (y musculatura) para mandarlo a pelear.

- Sé que no, pero no dejaré que le pongan una mano encima – murmuro a su lado.

- Oh, no puede ser. Finalmente el Dr. Red se enamoró – chilla Robert.

- Oh, cállate – digo, dándole un golpe en el hombro.

- Auch. – se queja – Cuidado. Tu enamorada me dio un golpe ahí por apuntarte.

Si no estuviese tan molesto hubiese sonreído como idiota.

- Te lo merecías por asustarla – susurro. Cuando de pronto, al caer en la cuenta de porqué estoy haciendo esto, me doy cuenta que Sopphie ya no está gritando. Me levanto en puntas y logro ver un poco a Sopphie, va con la cabeza gacha y sin forcejear. – ¿Qué le hicieron?

- ¿Nosotros? Nada – dice con indiferencia Robert – Se desmayó de tanto gritar, supongo.

- No te puedes desmayar solo por gritar – le riño, a lo que él voltea los ojos.

Finalmente llegamos a una celda vacía y los guardias que tenían a Sopphie entran en ella, la dejan sobre la colcha.

- Tengan cuidado – murmura Robert, pensé que después iba a hacer alguna broma acerca de mi "enamoramiento", pero en lugar de eso agrega: – Si le hacen algo el jefe les cortará la cabeza. Cierran la puerta con llave y luego se dan media vuelta para irse, todos se retiran menos Robert y yo. – Vámonos, nadie le hará nada aquí, y menos si ella es la líder de todos ellos.

- Esto no está bien, está herida gravemente. – murmuro en desaprobación, mientras Robert me empuja para que nos vayamos.

- Nadie nos dijo que lo que haríamos estaría bien. – dijo él, con un toque de nostalgia. Cuando de pronto gruñe, mirando a su alrededor. – Todos estos seres son iguales de extraños.

- No lo son – les defiendo.

- ¿Ah no? – murmura incrédulo – Mira aquél, no tiene ojo, solo una piedra gigante. – yo simplemente suspiro, no tendría caso explicarle que son gemas casi-inmortales del espacio exterior. – Aunque digamos que la chica nueva no está nada mal, ¿a qué no?

- No te la bucees – le riño. Es mi esposa, idiota.

- ¿No me digas que tú no lo hiciste? – decido ignorarlo – Con ese cabello rubio hasta la cintura, con esos ojos extraños pero hermosísimos, sus curvas de reloj de arena, – cálmate, solo cuenta hasta diez – Ese maldito trasero redondito, – 1, 2, 3, 4 – Sus piernas, oh, sus piernas – 5, 6, 7, 8, 9 – Oh, ¿viste sus senos? ¡Dios! Sus senos son...

- ¡Cállate de una maldita vez! – grito e intento abalanzarme sobre Robert, pero él me esquiva mientras se dobla de la risa.

- Oh, amigo. – dice secándose una lágrima de la risa – Jamás te vi conteniéndote tanto.

- Maldito – gruño y me levanto para golpearlo lo más fuerte que lo han golpeado en toda su vida, pero antes de que mi puño entre a su radio, Robert ya me está frenando el puño y diciendo muy calmadamente.

- ¿Quieres tranquilizarte? Yo ya tengo esposa – dice sin esperar a que le responda – No te estoy buceando a la tuya.

- Espera, ¿qué? ¿Cómo lo sabes? – pregunto ahora confundido.

- Llevas anillo de matrimonio y ella también, tienen la misma formas, y si piensas que eso no son suficientes pruebas – continua antes de que le interrumpa – He visto como la mirabas antes de que la encerráramos, como intentaron protegerse mutuamente, aparte de como salió Andrew cuando despertó. El pobre parecía un tomate.

- ¿Entonces por qué hiciste todo esto? – pregunto aún confundido por como lo adivinó tan rápido.

Robert simplemente se encogió de hombros. Para ser un tipo alto y normalmente serio, por primera vez se vio más suelto y abierto.

- Para ver si tú mismo me lo decías – dijo con simplicidad mientras me sacaba de la cárcel. – Se nota que ella vivió aquí antes donde se pudo casar contigo, en cambio el otro tipo que vino con ellas, el que se parece mucho a ti por cierto, parece que jamás vivió aquí, se comporta como un cretino, y critica todo lo que ve: diciendo que todo en donde vive es mucho mejor que lo de aquí.

- ¿Por qué los encerraron? – pregunto cuando ya finalmente llegamos afuera.

Las personas están circulando otra vez y parece como si nada hubiese pasado.

- Las órdenes vienen del jefe, nos dijo que los mantengamos bajo custodia estricta, no sabemos qué son capaces de hacer o qué tan peligrosos son, así que... órdenes son órdenes.

- Ellos no son peligrosos. – digo en su defensa. Pero luego recuerdo el arma que Rubén cargaba en sus manos y dudo. – No le harían daño a la Tierra, en realidad quieren salvarnos. – digo recordando lo que me dijo Aleena.

- Bueno, quieras o no, no podemos sacarlos de ahí. – dice Robert – Puedes visitar a tu chica, pero no puedes meter ni salir con nada de ahí, a menos claro que quieres que te corten la cabeza.

Robert se va y yo suspiro, abatido.

HASTA AQUÍ POR HOY :3

Revolution - Descendientes de Steven Universe #3 [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora