Revolution - Descendientes de Steven Universe #3 [Terminada]

Capitulo 17

Camino vacilando un poco hacia la habitación de Aleena, desde que le contamos todo no ha querido salir de su habitación ni siquiera a cenar, Sopphie tampoco ha cenado, pero no está encerrada en su habitación, ha estado todo el día en reuniones o algo así, me ha dicho una vez cuando me la
conseguí en el pasillo, claro que aún anda algo sentimental por lo recién ocurrido.

Cuando llego a la última habitación veo en una letra, algo punk la verdad, el nombre de Aleena de color morada en la puerta antes de la de Sopphie, toco dos veces la puerta, pero no escucho respuesta, así que me atrevo a girar la manilla, creo que estas son las únicas puertas que tienen manillas, las demás son por códigos y la de Sopphie que es por reconocimiento de su gema.
Abro lentamente la puerta y puedo ver una habitación de color morado oscuro, con una de las paredes en negro, un par de estantes con fotografías colgadas, algunas medallas y un trofeo, del otro lado de la habitación hay una cama, con un pequeño cuerpo enrollado en ella, un par de cómodas y dos puertas. Al igual que la habitación de Sopphie, esta es grande, aunque no tanto como la de Sopp, entro lentamente y cuando cierro la puerta esta hace un pequeño sonido, como si hubiese puesto el seguro, pero no lo hice. Aleena se levanta de golpe y me mira furiosa, y como si no fuese normal ya para mí, las paredes, menos la negra, se vuelven un tono de azul oscuro.

- ¿Qué haces aquí? - pregunta Aleena, fría y borde, mientras se vuelve a acostar dándome la espalda.

- Hey, soy tu padre. ¿Tengo que pedir una cita para poder verte y hablar contigo? - pregunto, intentando sonar gracioso o por lo menos amistoso.

- Deberías. - musita Aleena, notablemente irritada.

- Oye. - digo acercándome a su cama. Sabanas negras también. - Tengo que hablar contigo, dar la espalda no es de
buena educación. - Alee no se voltea por más que la zarandee. - Sé que estás enojada conmigo, y con Sopphie, pero no deberías. Nosotros solo hicimos lo que creímos correcto, éramos jóvenes y estábamos asustado, cometimos errores, pero aquí estamos todos juntos otra vez, ¿no estás feliz?

- Lo estuviese si me hubiesen dicho desde el principio que eras mi padre o que la misión era realmente para salvarte a ti. - murmura, mientras se cubre la cabeza con su sábana para
que deje de acariciarla.

- Lo sé, yo también me hubiese sentido mejor si cuando despertaste allá en la Tierra me hubieses recordado. -murmuro - Pero a veces las cosas no salen como quieres,
sino como necesitas. Las personas no tienen lo que merecen, merecen lo que tiene, me dijo una vez mi padre, y ahora yo te lo digo a ti, porque créeme, habrán muchas cosas en la vida que no saldrán como planeas, pero de todas maneras te beneficiarán, incluso más de lo que planeaste, pero tienes que aceptar todo como si fuese tu último día.

- No me digas. - dice levantándose. - ¿Consejo de guerra?

- Algo así. - bromeo. Aleena me mira, primero atónita, luego sonríe, intenta ocultarlo pero no puede.

- No estamos en una guerra. - murmura.

- Muy observadora, pero de todas maneras te funcionará, créeme. - murmuro acariciando su mejilla. - Te funcionará cuando menos lo esperes.

- ¿Te funcionó alguna vez? - pregunta, ahora seria.

- Sí, una vez. - murmuro, pero Aleena se mantiene callada. - Fue unos meses después de ser reclutado, me habían herido tanto que cuando me recuperé me dejaron unas semanas libres, no tenía que hacer nada, decidí salir, por primera vez iba a verlos desde hacía tiempo, pero cuando llegué allá no
estaban.

>>Fue difícil, pero disfruté volver a mi casa, conseguir algunos portarretratos de ustedes aún en el suelo y en las paredes, volver a ver mi habitación, sus habitaciones, la cocina, todo
seguía intacto, me los imaginaba a ustedes como si todos estuviesen ahí aún: Sebastián y tú corriendo todas las mañanas desde la cocina hasta el patio, los mellizos aprendiendo a caminar y tumbando las decoraciones de sus lugares y a Sopphie, cuidándolos, acomodando su cabello o simplemente viendo su teléfono, pero fue reconfortante, porque por lo menos sabía que ya no estaban allá, ya no estaban en peligro, independientemente de donde estuviesen en ese momento.