Capitulo 36

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Un sollozo se escapa de mis labios. Intento calmarme y dejar de llorar tan fuertemente, pero me es casi imposible. ¡Los estoy poniendo a todos en peligro! Esto es mi culpa. No
deberían hacerlo, ¡soy yo la que debería hacerlo! No ellos, maldita sea.

La puerta de la habitación pequeña en la que me oculté, donde solo caben dos camas y una cómoda ya que es una habitación de emergencia, se abre, haciendo que parte de la
habitación se ilumine, pero luego vuelve a oscurecerse cuando sea la persona que haya abierto la puerta, la cierra lentamente, sacándole un chillido. Unos segundos después, la
persona que vino, llamada Rubén, a buscarme se sienta junto a mí en la cama, y aún en la oscuridad podía distinguir su ceño fruncido, o tal vez extrañado, sus ojos chocolates que
me encantaban y sus labios rojos uno levemente más carnoso que el otro, pero que se amoldaban perfectamente con los míos.

Rubén me abrazó, sin sentarme en su regazo, como comúnmente hace cuando me quiere arrullar, me agarró las manos para que dejara de morderme las uñas, y dejó caer mi rostro entre su cuello, dejándome un beso en la oreja.

- Lindo lugar para tomar aire. – bromea Rubén, pero solo me logra sacarme una sonrisa. – Yo suelo tomar aire en espacios abiertos, pero supongo que si lo haces serías succionada por el espacio exterior, ¿no?

Ahora sí, río un poco más con ganas.

- Solo quería apartarme de todos un poco. – digo separándome un poco para mirarle a los ojos. Suspiro pesadamente, no quiero ponerlo en peligro a él, ni a nadie, pero sería difícil hacer entrar en razón a todos. – No quiero que vayan y se pongan en peligro por mí.

- Sopphie, todos somos adultos ya. – dice Rubén, calmadamente. – Todos tenemos la suficiente conciencia
como para saber en dónde nos estamos metiendo, y si lo queremos hacer es porque te queremos mucho y deseamos tu bienestar.

- Pero es cierto lo que ustedes dicen. – murmuré sintiendo las lágrimas a punto de salirme. – Es suicida, y estúpido, y no quiero que se pongan en peligro por una estupidez mía como la de perder un estúpido cofre en donde estaba guardado algo que, en primer lugar, era una persona. – y después hago el intento de reírme de mí misma, pero pareciendo más un
sollozo. – Yo solamente, no quiero que ninguno vaya.

Ellos podrían morir, ¿no crees?

Logro ignorar a grandes escalas la voz de Edgar, pero aun así me fastidio un poco. Pero gracias al cielo, Rubén no lo nota.

- Ya está decidido. – murmura Rubén. – Incluso Gabi va a ir, claro que se va a quedar en la nave, pero ya decidimos todo, Sopphie. No hay marcha atrás.

Intento controlarlo, pero no puedo. Lágrimas comenzaron a salir desbordadas de mis ojos. Tapo mi boca para que grandes sollozos y lloriqueos no salgan de mi boca, pero me es casi imposible. Yo no quiero eso, no quiero que pongan sus vidas en peligro por mí. Tengo que hacer algo, debo hacer algo.

- ¿Puedo ir con ustedes? – pregunté en un susurro, mientras Rubén me volvía a arrullar.

- Solo si prometes quedarte en la nave. – susurra de vuelta Rubén, mientras me deja besos en la cabeza y luego baja a mi nariz.

- Mis promesas no valen nada. – susurré mientras sentía los labios de Rubén rozar con los míos, enviando millones de descargas eléctricas más fuertes que las del microchip por  todo mi cuerpo.

- Para mí valen todo, valen tu vida. – murmuró Rubén estampando finalmente sus labios en los míos.

Sus labios, cálidos en contra de mis fríos labios, son la mezcla perfecta, son el infierno y el cielo al mismo tiempo, son mi perdición y mi salvación, mi enfermedad y mi cura, mi droga y mi rehabilitación. Sus besos de pronto se vuelven más duros, fuertes y lujuriosos. Sus manos se van a mi cintura y me atraen a él, haciendo que termine a horcajadas sobre su duro… él. Un gemido sale de mi boca.

Revolution - Descendientes de Steven Universe #3 [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora