Capitulo 52

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- Ve detrás de mí. – me pidió Rubén, mientras caminaba sigilosamente por el camino que indicaba mi GPS.

Siendo sincera, jamás había estado por esta parte del Homeworld, es un poco abandonada esta zona, no hay gemas por ningún lado, ni instalaciones importantes, solo bases y muros que se levantan y no tienen ninguna utilidad, más parece buena para un escondite para Edward. Rubén me hace señas de que le siga, ya que él tiene rastreador o GPS con el que encontraremos a Edward, mientras se esconde detrás de un pilar y apunta hacia todas direcciones para asegurarse que, al cruzar, no nos encontraremos con nadie.

- ¿Crees que esto está bien? – le pregunté a Rubén. – Lo de buscar a Edward, me refiero.

- Sí mientras siga teniendo el control que desmantelaría tu microchip. – murmura Rubén mientras me da una mirada y luego vuelve hacia el camino.

- Pero estás arriesgando tu vida, un control no vale la pena. – murmuré. – Y más si no es seguro que hará algún efecto en mí.

- A mí no me importa mientras tenga alguna mínima posibilidad de asegurar que no te torturarán con esa cosa. – murmura Rubén. – Y no está discutible el punto de volver, a menos que seas tú la que lo quiere hacer.

Suspiré, mientras llevaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, aunque me di cuenta que ni con eso iba a poder mejorar mi aspecto. Mi vestido estaba hecho trizas: desde quemado hasta cortado. Y no se diga sobre mi rostro y mis heridas que, por la adrenalina que aún corre por mi sangre, no siento a una gran escala. Pero no paro de evaluar a Rubén, él también debe de tener y yo no estoy contribuyendo nada bueno para evitar peores, solo estoy
empeorándolo.

- Rubén. – murmuré.

- ¿Sí?

- ¿Crees que Edgar siga vivo? – pregunté mientras me colocaba a su lado.

- No tengo idea. – murmura. – Ni siquiera me puedo dar una idea de qué sucedió antes para que creyésemos que antes, en la explosión del Centro, era él el que estaba amarrado en un rincón.

- ¿Sabes? – murmuré. – Creo que era un holograma, de esos que puedes ver, tocar y tienen mente para responder ciertos tipos de preguntas.

- Yo espero que el de esta oportunidad haya sido el verdadero. – murmura Rubén, seguido de detenerse abruptamente y detenerme a mí con él.

- ¿Qué sucede? – pregunté.

- Él está aquí. – dice Rubén, sin despegar la vita del rastreador. Y hace lo mismo que hizo hace minutos, se esconde pegado a la pared y apunta a la vuelta de esta para mirar hacia
un lado. Cuando me asomo yo también, veo a un cuerpo que esta arrodillado en el suelo, doblado, como si estuviese abrazando algo y lo escucho sollozar. - ¿Qué está haciendo?

- Está llorando. – murmuré. Rubén frunció más el ceño, más cuando los dos nos encaminamos hacia Edward, algo se elevó de sus manos y se mantuvo levitando en el aire. Era una gema. Esta comenzó a brillar y a retorcerse, mientras una figura de luz
blanca salía de esta, más no formaba más que figuras sin sentido, mientras gemía de dolor. Luego volvía a apagarse y caía de golpe en el suelo. Y ahora los sollozos de Edward
se escucharon más fuertes.

Pero cuando vi a la gema caer al suelo, me recordó algo. Algo que yo tenía también en mi bolsillo. Cuando la saqué, reconocí rápidamente de lo que estábamos hablando. Eran las
gemas gemelas de Diamante Blanco, yo tenía una y Edward la otra. Más cuando bajé la gema de mi mano, me di cuenta que no debimos haberlo seguido, al ver a Edward delante
de nosotros, con lágrimas en las mejillas, los ojos rojos y un arma entre sus manos.

- ¿Qué hacen aquí? – preguntó Edward, su voz ronca de tanto llorar.

- Venimos por el control. – murmuré, viendo de reojo como Rubén también apuntaba a Edward con su arma.

- Tómenlo. – dijo tirándolo a mis pies. – Ya no me importa, nada importa. – se dio la vuelta y cayó de rodillas nuevamente en el suelo. – A Edgar solo le importó una cosa desde que
llegó aquí y era descubrir la verdad acerca de las gemas, de las Diamantes, tanto que decidió dar su vida por una de ellas, para que, cuando él muriera, o mejor dicho se matara, esta tuviera la forma de él.

- ¿De qué estás hablando? – pregunté recogiendo el arma y abrazándola fuerte contra mi pecho. Esto era, después de todo, el motivo por el que vinimos.

- ¡¿Qué de qué estoy hablando?! – exclamó Edward poniéndose de pie nuevamente y caminando hacia nosotros, aunque solo un par de pasos. – Estoy hablando de que tú
enloqueciste a Edgar a un punto en el que él se implantó esa maldita gema y después se suicidó para que cuando reviviese ese pedazo de Diamante tuviese su forma y así él fuera
inmortal, eterno. Pero todo salió mal: ahora la piedra no funciona ni Edgar está, ¿contestos? Ustedes ganaron, lárguense y déjenme solo. – se dio la vuelta y volvió a sentarse en el suelo.

- Yo creo que sé cómo hacer para que vuelva. – murmuré, pero me arrepentí de ello al ver la reacción de Edward.

- Ni que fueras milagrosa. – murmura Edward señalándome con su dedo, aunque ahora que veo es un cuchillo y él está sangrando justo en su muñeca. – Te conozco, Sopphie, cuando llegamos aquí todos no paraban de hablar de ti, rápidamente, entre chismes e historias ficticias, logramos conocerte desde tu nacimiento hasta la actualidad. No hay ninguna persona ahora en cualquier planeta que no conozca tu “conmovedora” historia. ¿Pero
sabes qué? Ya no importa eso, ya no importa nada.

- Edward, solo estás deprimido porque sabes que has perdido y no solo a tu padre. Pero suicidándote no encontrarás la solución de tus problemas. Yo conozco de eso. – dije. – Y créeme, si murieses de esa forma solo se crearían más problemas para ti y para los tuyos que soluciones al mundo. No lo hagas.

- Oh, sí. – murmuró Edward. – Eres famosa por tu amabilidad. Basta ya de todo eso y acabemos de una vez por todo estos problemas: si se van y me dejan solo, prometo no molestarlos nunca más.

- Solo te ofrezco un lugar mejor. – murmuré. – No extrañarás a tu padre ni la Tierra, todo será como antes. ¿No es eso lo que quieres?

- ¡¿Lo que yo quiero?! – gritó Edward. – Lo que yo quiero es que ustedes se vayan; lo que yo quiero es que nunca mi padre se haya suicidado frente a mis ojos, lo que yo quiero es que nunca hubieses venido hasta acá, lo que yo quiero es que nunca hubieses conocido a mi padre, ¡lo que yo quiero es que nunca hubieses nacido!

Y con toda su ira y cólera que lo cegaba a la realidad, se arremetió contra mí, tan rápido que ninguno pudo darse cuenta de lo que siquiera estaba sucediendo o por lo menos
frenarlo si quiera. Cuando mi cabeza chocó contra el suelo y mi cuerpo estaba inmovilizado por él, vi su cuchillo alzarse y pensar: ¡Demonios, sí que los cuchillos me detestan! Pero
cuando menos los esperé, ese ángel guardián que tanto amo se abalanzó sobre Edward y le arrancó el cuchillo de las manos lanzándolo lejos, mientras lo agarra por la camisa y lo levantaba de encima de mí.

Edward intentó defenderse a los golpes que le intentaba dar Rubén, mientras yo miré hacia adelante y hacia atrás, y vi la gema gemela de Diamante Blanco que cargaba Edward a lo lejos y la que yo cargaba del otro lado, brillando efusivamente ahora, que parece haber salido volando cuando Edward me empujó, por lo que me levanté y corrí en busca de las dos. Cuando las tuve en mis manos, le gema que Emma curó brilla aún más, pero, sin embargo, nada ocurría con la de Edward. Cuando volteé a ver a los chicos, Edward tenía a Rubén agarrado por el cuello, tirado en el suelo, mientras este intentaba
llegar hasta su arma que estaba a unos centímetros de su mano.

- Alto. – dije, al tiempo que sacaba mi arma y apuntaba a Edward con ella. – O disparo. – repetí su famosa frase.

- Ya quisieras. – dijo Edward, al tiempo que sacaba otro cuchillo y con ella apuñalaba a Rubén en el pecho… justo en el lado de su corazón.

- ¡No! – grité mientras halaba del gatillo una, dos y tres veces, sin siquiera ver a quien disparé. Más sin abrir los ojos aún, me dejé caer al suelo y mis ojos botar las lágrimas
acumuladas por más de seis años, mientras mi visión se llenaba de grandes manchas negras. Que después, a través de mis párpados, se iluminó como si tuviese el sol frente a
mí.

Revolution - Descendientes de Steven Universe #3 [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora